Te ofrezco el paraíso.

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Las cosas en el colegio Hogwarts no eran del todo buenas, por lo que los profesores decidieron evacuar a otro sitio a los estudiantes, la profesora McGonagall y la profesora Sprut se quedaron con cada grupo de su casa para no salir a las instalaciones del castillo pues ahora las cosas estaban mas complicadas, el director Dumbledore perdió mucha fuerza al tratar de retener aquel enorme campo de fuerza que estaba rodeando al castillo, ya que a diferencia de otras medidas de seguridad este requería un alto nivel de concentración y sobretodo de meditación pues no era sencillo pasarse en estado vegetativo por tan solo prolongar un campo de fuerza.

Severus estaba por primera vez con la incertidumbre de lo que ahora les deparaba en el colegio, por lo menos con Voldemort sabía de sobra como actuar pues ya conocía a grandes rasgos la manera de pensar de aquel mago tenebroso mas sin embargo no la de la primera bruja del mundo mágico. Los alumnos de Slytherin eran tan suseptibles como los de las otras casas pues esta vez no tenían privilegios por llamarse sangre pura y aunque las mujeres relativamente no corrian peligro estaban igual de asustadas por sus hermanos y padres.

Habían pasado algo de tiempo e incluso el año escolar había finalizado, se habían suprimido todas las actividades extracurriculares del colegio asi como también el conteo de puntos de las casas, a decir verdad no le prestaban la mas minima atención debido a que la seguridad de los alumnos se había convertido en una prioridad. Albus quien se encontraba aquel singular dia en su despacho dando todo lo que le quedaba de fuerza para mantener el campo de fuerza se vió interrumpido por una fuerza sobrenatural que ya conocía, en aquel instante la presencia de Lilith se hacía notar en el castillo.

El director del colegio ya no creyó necesario seguir manteniendo aquel campo de fuerza por lo que decidió guardar sus últimas energias para el encuentro con aquella bruja, continuó en su despacho y se sentó atras de su escritorio, al parecer deseaba tomar al toro por los cuernos ya que era un hombre que pensaba que pensaba que el ser humano no debía huir de lo inevitable, así que decidió esperar a la intrusa. Al pasar unos minutos la puerta de caracol hacía un ruido que jamás se había escuchado, no era el clásico mecanismo de apertura que solía tener, esta vez el estruendo sobresaltó un poco al profesor longevo, de pronto se abrió la puerta del despacho para dejar ver a una chica con el mismo rostro de Hermione, solo que su cabello era negro y lacio, las sombras de color rojo daban un toque malévolo a aquella chica y su vestimenta era lo más parecido a la de una vampiresa legendaria pues aquella falda de seda larga y botines de tacón alto combinaban perfecto con aquella blusita que dejaba mostrar un hombligo realmente seductor.

-Dumbledore, veo que ya me estabas esperando, aunque debo decir que te ves mas cansado de lo que aparentas querido- Se carcajeaba Lilith observando el deplorable aspecto del profesor mismo que solo se limitaba a sonreir como de costumbre pues aunque la adversidad fuera grande siempre tenía una actitud apacible y feliz.

-En efecto mi querida Lilith, debes perdonarme si no preparé algun refrigerio para tu llegada pero comprenderás que tu visita me sorprendió sobremanera- El longevo profesor cruzaba sus manos para guardar la compostura mientras que la bruja caminaba lentamente para posteriormente sentarse en uno de los sillones con la pierna cruzada, dejando mostrar una abertura sensual de la falda de la bruja.

-Albus Dumbledore, que curioso es pensar que por poco hubieras sido un potencial discipulo mio, lástima que decidiste quedarte con Merlin, pero bueno, eso es cosa del pasado no crees?- Mencionaba la bruja observando sarcásticamente al longevo profesor.

-Aprendí lo mejor que un alumno puede aprender de su maestro, nada mas y nada menos que el control de la magia misma, de convivir con mis talentos especiales y hacerme sentir aceptado- Respondía con naturalidad el profesor sonriendo como de costumbre.

Si me amas... No se lo digas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora