Sin más opción, accionó la palanca.

Lo primero que pensó fue: «¡Joder, ¿esto se va a desplomar o qué?!», porque en lo que el ascensor se activó, todo se sacudió. El acero vibró bajo sus pies y los mecanismos se pusieron en funcionamiento con un ruido metálico y trabajoso que gritaba «inseguridad».

Pero luego, como un cacharro funcionable, el ascensor comenzó a descender.

El descenso también fue tumultuoso. Aquella cabina se zarandeaba de forma muy incómoda, y para sumarle a lo angustiante, el trayecto se empezó a sentir muy largo.

—Estamos bajando muchos metros... —murmuró Nolan. Por alguna razón, decir sus pensamientos en voz alta al bichito de metal hacía la situación menos espantosa.

Así que la bajada duró un par de minutos. Hasta que, en cierto punto, el ascensor se detuvo. La sacudida del paro hizo que Nolan rebotara entre una pared y otra, pero después se abrieron las puertas.

Otra vez todo muy oscuro, por lo que, de nuevo, Nolan usó la luz de su linterna. Eso le permitió ver que tenía por delante un largo pasillo.

—Oh, no, espero que no haya que ir por ahí... —dijo, y tragó saliva.

No tenía ganas de seguir por ese camino, obviamente. Vamos, a simple vista esa mierda parecía uno de esos pasillos que solo conducían a un final terrible: largo, estrecho, frío y siniestro.

Pero, para su desgracia, el bichito de metal avanzó hacia adelante sin ninguna duda, esperando que Nolan lo siguiera.

—Sí... claro que será por ahí —suspiró Nolan, resignado a que los peligros solo llegaban a él—. ¡Pero, espera, no vayas tan rápido!

De acuerdo, Nolan lo siguió. Era una especie de robot y los robots no tenían mucha personalidad, pero pensó que se veía confiado, como si conociera muy bien aquel camino. Lo cual, bueno, era muy sospechoso.

¿Había estado allí antes?

Aunque de repente se empezó a sentir más como si esa cosita lo estuviera llevando hacia algo en específico.

Pero, no podía ser posible, ¿no? ¿Por qué lo llevaría a él a algún lado? Debía de estarlo salvando como lo había hecho en la organización.

Sí, debía ser eso: el bichito solo lo estaba dirigiendo a otra salida. En cualquier momento aparecería de nuevo en la superficie.

Mantuvo la calma junto a ese pensamiento a medida que avanzaba.

Para distraerse, Nolan apuntó la linterna al techo del pasillo y las paredes. Gracias a la luz vio que todo estaba hecho de una mezcla de acero y hormigón. Eso lo hizo pensar en esos búnkeres anti nucleares y anti terremotos que solían crear los gobiernos para proteger cosas importantes o salvar personas importantes. (Lo había visto en un documental).

También notó que no había ni una pequeñita bombilla.

—Mm, ¿será esta otra de las maravillosas creaciones secretas del padre de Mack? —murmuró Nolan con sarcasmo—. Pero, ¿por qué está tan profunda? ¿Pensó que en algún momento necesitaría un túnel para escapar? Viejo loco...

Llegaron hasta el final del pasillo. Había una puerta enorme; lo que alguien llamaría una puerta de seguridad, gruesa y pesada, hecha también de una mezcla de hierro y acero.

Aunque no era totalmente lisa. Sobre su superficie se veían unas líneas y unos agujeritos extraños...

Pero bien, era obvio que no se abriría con nada en el mundo. No había ni siquiera un panel.

—Bueno, hasta aquí llegamos —soltó Nolan con un falso y nervioso suspiro de alivio—. No tengo llave, no tengo código, no tengo nada, así que hay que devolvernos y que sea lo que Diosito quiera...

Solo que, otra vez, el bichito sí sabía qué hacer.

Trepó rápido por la puerta y empezó a introducir una de sus patas en los distintos agujeritos. También deslizó la punta de otra pata a lo largo de varias de las líneas. Todo como siguiendo un extraño pero complejo patrón.

Y para seguir un patrón había que sabérselo, ¿no?

Y para que un animalito de metal supiera eso...

Tuvo que haber sido programado.

Efectivamente, se abrió la puerta.

Nolan lo supo porque escuchó el sonido de una cerradura desbloqueándose. Tras eso, el bichito empezó a saltar como indicándole que era su turno de actuar.

—¿Eh? —Nolan estaba tan sorprendido que tardó unos segundos en entenderlo. E incluso cuando lo hizo, solo pudo pestañear, mirando al bichito. Hasta que reaccionó, viendo todo desde una nueva (pero no mejor) perspectiva—. ¡¿Cómo demonios pudiste abrir esa puerta?! ¡¿Acaso eres...?!

Su boca no pudo completarlo, pero su mente lo hizo: «¿...una creación de Godric?».

Oh mierda. 

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora