Su admiración por los poderes de los individuos...

Todo se había desmoronado en un segundo.

Podía admitir que siempre sintió desconfianza hacia los niños, pero con el tiempo Godric le había enseñado que eran más que seres sobrenaturales. Así que había aprendido a apreciarlos, e incluso a no juzgarlos.

Tal vez había accedido a cambiar su punto de vista porque de verdad quería ser una buena persona ante lo desconocido. Pero en realidad ese presentimiento, esa desconfianza, esa duda, había permanecido ahí, en lo profundo, quieta pero latente...

Ahora sabía que nunca se había equivocado. Que haber intentado seguir el camino de la aceptación y la tolerancia no había servido para nada.

Y que no serviría.

Conocía muy bien todo el cariño y respeto que Godric le tenía a los niños. Pero él era el jefe de MANTIS y su deber era proteger a la empresa y la seguridad de las personas.

Aunque ahora solo se sentía como si debiera proteger al mundo.

¿Y cómo lo haría?

Tenía la más lógica de las ideas, pero...

Los individuos eran lo más valioso de MANTIS. Representaban la mayor parte de los ingresos económicos. No solo eran un recurso, eran una joya irremplazable. Hacía que la empresa fuera, quizás, la más poderosa de todo el planeta. Incluso capaz de acabar con gobiernos.

¿Cómo demonios le decía a los socios secundarios, las personas más influyentes de la sociedad, que había que acabar con su fuente de ingresos y poder?

No tenía ni idea pero debía hacerlo.

Godric volvió unos minutos después. Aún estaba medio alterado. Jael podía notarlo porque lo conocía muy bien. Cada gesto de nerviosismo disimulado al tragar saliva. Incluso cuántas veces podía rascarse la barbilla cuando no sabía qué hacer.

Ambos estaban viviendo un caos interno ante aquella situación. Y ambos lo notaban.

Solo qué, de nuevo, el hecho de que ambos querían el mismo objetivo no significaba que estaban dispuestos a aplicar las mismas formas para lograrlo.

Así que fue ahí cuando sucedió el punto de quiebre.

Godric iba a decir algo, pero Jael habló antes:

—Voy a ordenar la liquidación de los individuos en sus celdas actuales —dijo con firmeza.

Jael le devolvió la caja y sacó su teléfono para hacer una llamada.

Eso dejó a Godric con la boca abierta por unos segundos.

¿Qué? ¿Había hablado en serio sobre matar?

Tuvo que reaccionar.

—Jael, no fueron ellos quienes crearon este gas. —Solo salió de su boca, indignado—. No puedes solo matarlos como si estuviéramos en la época del holocausto.

Eso hizo que Jael detuviera sus dedos y alzara la mirada desde su teléfono hacia Godric.

—Claramente no lo crearon, pero vinieron aquí para esparcirlo —rebatió—. No es algo que podamos detener. Está en su naturaleza y creo que lo sabes bien. Al final realmente son monstruos.

—Son niños —corrigió Godric, desconcertado por su frialdad—. Además, te digo que no creo que la niña recuerde nada sobre esto.

—Y no vamos a esperar a que lo recuerde. —Jael quiso zanjar el asunto.

De nuevo intentó hacer la llamada. Pero en un súbito impulso por detenerlo, Godric se acercó y le arrancó el teléfono de la mano.

—Jael, por Dios, tú no eres un asesino —le insistió. casi como una súplica.

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora