Hasta el punto de que los mataba.

Desde su prisión mental, número siete le envió las imágenes de unos recuerdos ajenos: desmembramientos, cuchillazos, ataques, gritos, golpes, varias batallas, diferentes rostros, diferentes poderes, diferentes cárceles, escenarios que habían sucedido casi en el mismo contexto...

Con eso, Ax comprendió finalmente que sus malos presentimientos, su sensación de desencaje, no había sido un error.

Mantis nunca había estado matando a los individuos de STRANGE.

Lo estaba haciendo el intruso. Ese era el asesino.

La revelación lo impactó tanto que lo dejó inmóvil, hasta que de pronto Ax vio algo más: en uno de los ojos de número siete, que seguían blancos por la manipulación, de forma intermitente destelló un halo negro.

¡Lo que había estado esperando! ¡Un acceso!

¡Número siete le estaba abriendo a Ax, su líder, un acceso para entrar y tomar el control!

Abrumado, afectado, perdido y, por supuesto, enfadado, Ax se negó por completo a permitir que ese intruso acabara con uno más de los individuos, y la necesidad y la urgencia que estallaron en su cuerpo le dieron un nuevo golpe de energía.

Mientras número siete seguía luchando con desesperación e ira contra el guante de sangre de su propio brazo sobre el que ya no tenía control, Ax se levantó. 

Herido y todo, sangrando y todo, pálido y todo, incluso al borde de un desmayo, se puso en pie, y entonces sus ojos heterocromáticos se volvieron totalmente negros, siendo el reflejo de la activación de todo su poder.

Extendió primero el brazo derecho y un grueso hilo de negrura salió de una esquina hasta que lo atrapó con su mano. Luego extendió el brazo izquierdo y atrajo otro grueso hilo negro. Los juntó al unir sus dos manos y cuando fueron uno solo, se lo arrojó a número siete.

El hilo de oscuridad fue directo hacia el centro de su frente, a lo conocido como el tercer ojo, que era el punto que los conectaba de forma mental. Penetró su cabeza y se enganchó a algo. 

Y entonces Ax empezó a tirar de él, a tirar de la energía de lo que controlaba a su individuo sin su maldito permiso. El guante de sangre continuaba ayudando porque tras un forcejeo había inmovilizado a número siete por el cuello, pero la fuerza y la resistencia que aquello requería era tan vibrante y caótica que mientras más los brazos de Ax tiraban, más brotaban las venas oscuras de su monstruosidad, más se marcaban las fibras de sus músculos.

Un peligroso campo de energía como un viento iracundo empezó a elevarse del suelo, sacudiendo las paredes y las vigas. A cada extremo de la celda estaban ambos, y Ax jaló , jaló más en un intento rabioso por sacar al intruso de aquella mente.

El nudo de sus hilos negros comenzó a traer consigo una maraña de otros hilos blancos, densos, revueltos. Tal y como si estuvieran adheridos con malignidad a su mente, demostraron que no querían despegarse, que se negaban, así que el tirón de fuerzas fue tan agresivo, pero tan necesario que número siete solo se arqueó hacia atrás y hacia los lados de forma contorsionada y antinatural, emitiendo un grito horrible, doloroso, pero también de lucha. 

En el fondo, Ax escuchó las frecuencias mezcladas, otra vez ese tono que no podía diferenciar, como reclamando que estaba siendo exorcizado.

Ax mantuvo su posición a pesar de que su visión ya estaba bastante borrosa, de que un pitido punzante como una alarma de que estaba agotando toda su energía, le lastimaba los oídos. La intensa presión de sus manos alrededor de sus propios hilos le estaba quemando la piel de los dedos. 

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum