Volvió a mirar a número siete, que con lentitud y un cansancio enfadado se enderezaba.

—¿Quién eres? —volvió a preguntarle Ax.

Porque había alguien más, ya no le quedaba ninguna duda.

Y ese alguien estaba haciendo lo que él no podía: controlar a número siete.

Esa capa blanca sobre sus ojos lo delataba. Era la superposición del poder de lo que fuera que también estaba en ese lugar. Por esa razón su control no funcionaba, porque ya lo tenía otro. 

¿Quién? No lo sabía con exactitud, pero la fuerza tan desconcertante que él había percibido antes de entrar, venía de otro individuo. No era producida por número siete, era una fuerza que le estaban otorgando para que lo matara.

¿El dueño del poder estaba oculto entre las sombras?

Número siete se quedó de pie con el pecho agitado, mirándolo. Luego, empezó a acercarse, lento, pero con decisión.

Ax estuvo seguro de que tenía que sacarle de ese control. No obtendría respuesta y el otro tampoco le liberaría hasta que cumpliera el propósito de asesinarlo.

Había una opción para liberarle de ese estado, claro, pero... ¿y si le costaba la vida a él?

Ax estaba hecho para sobrevivir, pero tal vez no intentarlo era la respuesta.

De acuerdo, si número siete aún tenía consciencia, estaría luchando contra esa fuerza que le manipulaba, y la mejor forma de ayudarle a ganar era darle algo de su elemento para que tomara impulso y no se dejara someter. 

Pero no había agua en ese lugar, y ahí estaba el movimiento arriesgado que había saltado como una idea peligrosa: la sangre.

La sangre, en parte, estaba hecha de agua. Podía recurrir a ella, pero sin salir del área de la celda para que Vyd y la chica número dos no corrieran peligro.

Ax no tardó en tomar la decisión. Tuvo que pelear rápido contra número siete para volver a voltear la situación y poder llegar hasta la celda de vidrios. Ya cerca, creó distancia entre ambos al darle un empujó a palma abierta en el pecho, y lo hizo.

Le dio un golpe con el lateral de su puño al cristal que se había resquebrajado. Cuando se partió en pedazos, tomó un trozo y se lo clavó a sí mismo en la herida del abdomen, esa que se había hecho hace poco.

Visto desde otra perspectiva, lució como si él mismo se estuviera matando, pero su intención era rasgar la sutura para ampliar la abertura y que la sangre fluyera, así que lo enterró aún más. Los quejidos salieron roncos de su boca, porque dolía muchísimo, pero no se detuvo.

Como número siete venía con histeria a atacarlo y necesitaba tiempo para que su cuerpo expulsara la mayor cantidad de sangre posible, extendió su otra mano y recurrió a sus poderes. Con la oscuridad que llenaba los laterales de la celda, tejió un muro entre ambos. Eso le detuvo de golpe, pero tratar de mantener el muro al mismo tiempo empezó a quitarle mucha energía, por lo que por toda su piel comenzaron a brotar esas venas negras características de su genética monstruosa.

Número siete, incansable, se desató a golpear y a arañar el muro para derribarlo. Soltaba gruñidos de ira y desesperación. Parecía que la rabia por no poder alcanzarlo le enloquecía, pero Ax sabía que era por culpa del control de eso que aún no podía ver. 

De eso que estaba en algún lugar cercano, manipulándole, exigiéndole que lo matara. Incluso intentó mirar otra vez en todas direcciones por si lo captaba, pero...

Nada, como si no estuviera.

Sin embargo, la fuerza se sentía con tanta intensidad que no podía encontrarse demasiado lejos...

S T R A N G E © [Parte 1 y Parte 2]Where stories live. Discover now