S T R A N G E © [Parte 1 y Pa...

By Alexdigomas

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¿Qué harías si una noche encuentras a un chico semi desnudo y cubierto de sangre en tu patio? ¿Qué harías si... More

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Hello Stranger (?)
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Epílogo
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Nota Importante
Extra #1
STRANGE - SEGUNDA PARTE
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56 - Parte 1
56 - Parte 2
56 - Parte 3
Explicación

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By Alexdigomas

Chico extraño + chica extraña = ?

Hay alguien mirándote...

Desde el laberinto de aire...

Te vigila...

Y se desliza de nuevo hacia la oscuridad...

—¿Mack? ¿Mack? ¡Gracias al cielo despertaste!

Cuando abrí los ojos lo primero que vi fue ese espacio oscuro y vacío que había en el techo, cubierto por una rejilla, justo encima de mi cama. De acuerdo, estaba en casa, en mi habitación, rodeada de mis cosas. Por un momento creí que... bueno, ni siquiera me sentía muy orientada. Los parpados me pesaban y un ligero palpito en la cabeza me fastidiaba. Sentía el cuerpo cansado y un dolor más afincado se hacía notar en mi muslo izquierdo.

—¿Cómo estás? ¿Qué sientes?

La persona que me hablaba era mi madre. Estaba sentada en el borde de la cama con los ojos delineados cargados de preocupación. Llevaba ropa elegante, de trabajo, así que no pretendía estar en casa por mucho tiempo. Hasta allí me llegaba el olor de su perfume y lo único que me produjo fueron nauseas.

—Bien —me limité a responder. La voz me sonó seca, carrasposa.

—Déjame verificar eso —dijo alguien más con una manera de hablar cálida y ética al igual que su presencia.

Era el doctor Campbell, amigo de nuestra familia y encargado de las emergencias desde que tenía memoria. Era un hombre de cabello canoso, barba bien recortada y ojos pequeños pero amigables.

Se acercó y comenzó a examinarme. Me apuntó a los ojos con una linternita y luego procedió a tomarme la tensión. En ese momento me di cuenta de que tenía una intravenosa en mi brazo derecho y que una bolsa con un líquido transparente colgaba de un trípode a mi lado. No estábamos en una habitación médica, pero me sentí en una.

—Mack, fue un accidente muy peligroso —comentó Eleanor mientras tanto. Sus ojos alternaban con supervisión entre la intravenosa y los movimientos del doctor—. Te he dicho que no puedes conducir a tal velocidad, pero tú nunca obedeces. Campbell me explicó que pudiste... que pudiste...

Ella no logró completar la frase, y cuando en mi mente yo pronuncié la palabra "morir", me llegó el recuerdo de lo que había sucedido en la farmacia con Tamara. No fue tan claro, de hecho, se presentó como una detonación de imágenes fugaces y aturdidoras en mi cabeza:

Veneno...

Tamara...

Mucha sangre...

Una silueta en medio del camino...

El auto...

"Estoy en peligro".

—Si fue tan peligroso, ¿por qué no estoy en un hospital? —pregunté.

No quise sonar desconfiada a pesar de que eso era con exactitud lo que sentía. Ahora todo lucía diferente. Tenía una nueva y más cautelosa perspectiva de aquella casa, de mi situación y sobre todo de la mujer que estaba sentada en el borde de la cama.

—¿Crees que deberías estarlo? —me preguntó Campbell como respuesta, examinándome con esos ojos pequeños y cansados.

—Estoy en todos mis sentidos —aseguré.

—¿Te duele algo? —volvió a preguntar y se quitó el estetoscopio.

—Nada más la cabeza, pero no tanto.

Hizo un leve asentimiento y cogió una carpeta que había sobre mi mesita de noche. Sacó un bolígrafo del bolsillito de su bata blanca con su nombre cosido a la tela y comenzó a escribir algo. En cuanto mi mirada se encontró con la de Eleanor, ella hizo un intento de sonrisa de apoyo sin despegar los labios. Me esforcé por fingir una también.

—Te diste un golpe muy fuerte —explicó Campbell al terminar de escribir, con ese tono profesional y analítico que lo caracterizaba—. Quedaste inconsciente, quizás por el shock, pero no tienes heridas mayores. Es una contusión menor y ya he monitoreado todos tus signos. Te inyecté lo necesario y una enfermera vendrá para estar al pendiente de ti.

¿Una enfermera? Si ya era difícil ocultar a Ax cuando venía la organizadora de eventos, no podíamos tener a alguien más en la casa todo el día. Lo descubrirían. ¿Y en dónde rayos estaba en ese momento? ¿Qué había sucedido con él? Ni siquiera había logrado conseguirle ayuda. Una punzada de preocupación me aturdió, pero lo disimulé.

—No necesito una enfermera —me apresuré a decir al tiempo que me incorporaba en la cama. Mis músculos se sacudieron en dolores y algunos de mis huesos crujieron.

—Necesitas lo que nosotros digamos —defendió mi madre, autoritaria.

Le dediqué una mirada dura. Quise decirle muchas cosas con ella: sé lo que hiciste y todo ha cambiado. Normalmente intentaba obedecerle para que no fastidiara, pero si esa mujer había envenenado a mi padre, no era más que una desconocida a la que tenía que enfrentar. Pero ella no reconoció nada en mis ojos.

—Quiero hablar con Nolan —exigí con decisión—. Él puede ser mi enfermero, no le molesta.

—Se está ocupando de tu auto porque yo se lo pedí —respondió Eleanor antes de que el doctor interviniera—. Además, tanto él como tú tienen algunas cosas que explicar, cómo por ejemplo, por qué la puerta de entrada está rota y por qué hay un desastre en el suelo del vestíbulo.

Contarle que unos desconocidos habían entrado a la casa, ya no era una opción. Todo la llevaría a Ax, y ya estaba más convencida que nunca de que debía seguir siendo un secreto, al menos hasta que diéramos con la verdad, con la gran verdad que al parecer se escondía a nuestro alrededor.

—Quiero que Nolan venga ahora —fue lo que recalqué sin dar más explicaciones.

Intenté acercarme a la mesita de noche para coger mi teléfono y llamarlo, pero ella fue más ágil y lo alcanzó antes. Lo protegía la contraseña pero de igual modo me inquietó que lo tuviera bajo esas uñas con manicura francesa.

—Por ahora necesitas descansar —dictaminó y se levantó de la cama.

Guardó el teléfono en el bolsillo de su falda de tubo de color azul oscuro. Sentí una punzada de enfado. Ya no tenía doce años, no podía hacer eso.

—¿Qué sabes tú sobre lo que necesito? —rebatí.

Las palabras me salieron duras y odiosas, y cerré la boca cuando lo noté. Tampoco quería que sospechara que yo lo sabía todo, debía ser cuidadosa. No obstante, Eleanor me miró con severidad y los labios ligeramente fruncidos. Jamás me había dado cuenta de lo efectiva que era esa postura intimidante que la caracterizaba para hacerla lucir como una villana.

—Señora Cavalier —intervino Campbell en el momento exacto. Alternaba la mirada entre ambas con cierta incomodidad—. ¿Por qué no bajamos para darle las indicaciones y para que le prepare algún té a Mack? Le haría bastante bien. Necesita todo el líquido posible.

Eleanor me observó durante un momento más y yo no desvié la vista, todo lo contrario, se la mantuve para dejarle en claro que no pretendía seguir sometiéndome ante sus órdenes, que la Mack obediente que aceptaba cualquier cosa solo para no causar problemas, había desaparecido. Hasta que asintió y junto con el doctor Campbell avanzó hacia la puerta para irse.

De repente se me ocurrió algo.

—Doctor —le llamé, todavía en la cama. Él se giró para verme—. Usted atendió a mi padre cuando estaba muriendo, ¿cierto?

Campbell hizo un asentimiento sutil.

—Así es.

—Pero nunca supe exactamente de qué murió, ¿no es así? Mamá me dijo que contrajo la enfermedad en su viaje al Cairo, pero estuve tan preocupada por sus síntomas que nunca pregunté más. ¿Podría decírmelo ahora?

El doctor Campbell, cansado y un tanto dudoso, esbozó una sonrisa serena. Hasta un niño habría permitido que lo inyectara con mucha facilidad y sin hacer berrinche.

—Botulismo —explicó—. Tu padre ingirió alimentos contaminados en el Cairo y llegó aquí bastante enfermo.

—Gracias.

De nuevo, antes de salir de la habitación, Eleanor me miró de alguna forma que no supe interpretar.

En cuanto desaparecieron, esperé unos minutos antes de quitarme todo ese lio de jeringas pegadas al brazo. No podía quedarme ahí tirada, tenía que hablar con Nolan y saber de Ax. Salí de la cama y busqué entre el cesto de mi ropa sucia el pantalón que llevaba la noche anterior. Cuando lo encontré busqué con rapidez en los bolsillos hasta que toqué el objeto. La llave seguía ahí, perfecto.

La guardé debajo de mi almohada y luego me asomé a la puerta. No había nadie en el pasillo. Avancé hasta el inicio de las escaleras y miré hacia abajo con sigilo. Bajé los peldaños hasta el recibidor y me llegaron las voces de Eleanor y Campbell. Ambos estaban reunidos en la sala.

—... ¿cuánto le llevará recuperarse? —preguntaba ella.

—Necesita descanso, líquido y no alterarse —respondió Campbell—. Que su amigo esté con ella sería mucho mejor que traer a un extraño, la mantendría en calma. Vendré en una semana y veremos cómo ha progresado.

—Pero tú sabes que ella...

—Eleanor, no hay de qué preocuparse —le interrumpió el doctor en un tono tranquilizador—. Esto no fue como el incidente pasado.

El incidente en el que había despertado en el hospital, sin recordar nada. El incidente en el que había muerto Jaden.

—Tienes razón.

Ignoré el resto de la conversación y me escabullí hasta la cocina. Sobre el fuego de la estufa se calentaba la tetera. El televisor estaba apagado. Cogí el teléfono que colgaba de la pared junto al refrigerador y le marqué a Nolan.

Mientras esperaba, me recargué en la pared. De pronto sentí una ligera punzada de dolor y por instinto me toqué la frente. Solté un quejido apenas palpé piel un tanto abultada y algo parecido a hilos. ¿Qué demonios tenía ahí? Me moví con el teléfono contra la oreja hasta que me reflejé en el vidrio del horno de cocina. Genial, tenía tres puntos de sutura rodeados por una mancha amarillenta que parecía yodo.

—¿Hola? —atendió Nolan al fin.

—¿En dónde carajos estás? —solté en reclamo. Me aseguré de no hablar tan alto y pegué el teléfono a mi boca lo más que pude.

—Encargándome de tu endemoniado auto —contestó con obviedad y fastidio.

—¿Ax está contigo? —pregunté aún más bajo.

—A menos que uno de sus inexplicables talentos sea hacerse invisible, sí.

Fruncí el ceño y tuve ganas de darle un golpe en la frente. Escogía los peores momentos para ser estúpido.

—Explícate —le exigí.

Lo escuché suspirar.

—No sé nada de él desde anoche, ¿de acuerdo? Cuando te fuiste a buscar a Tamara yo fui a la cocina a coger algunos paños para limpiarlo, en lo que volví a la sala él no estaba. Lo busqué por todos lados, lo juro, pero... no lo sé, solo desapareció.

Me quedé helada. ¿Desapareció justo después de que me fui? Pero ¿cómo iba a desaparecer si nunca salía de la casa? Sostuve el teléfono con una fuerza temerosa.

—¡¿Qué demonios...?! —solté y miré hacia todos lados por si venia Eleanor—. ¡¿Y no ha regresado?!

—Estuve en tu casa desde que me llamaste y ni rastro de él.

Me coloqué una mano en la cabeza y me moví sobre mis pies sin saber con exactitud qué hacer. Empecé a hacer suposiciones, pero también a buscar opciones.

—Maldición, te lo encargo y lo pierdes —le reclamé a Nolan—. Felicidades, acabas de superar el límite de tu inutilidad.

—¡Venga, no tiene dos años! —exclamó en defensa—. ¡Quizás se escapó!

—¡O quizás está muerto en algún rincón de la casa! —solté con rapidez—. Ven aquí ya mismo, hay mucho por hablar.

Colgué y subí de nuevo a la habitación. Esperé a que Eleanor apareciera otra vez con el supuesto té. Me sermoneó un rato sobre lo de la puerta y el desastre, cosa que de ninguna forma conseguí explicar y ante la que mantuve un religioso silencio. Luego se hartó, exhaló y me dijo que Nolan podía quedarse todo el tiempo que fuera necesario, que hablaría con su madre, y después avisó que tenía que viajar a Miami por hoy y que no podía cancelarlo.

Apenas escuché su auto atravesar la verja, corrí escaleras abajo hacia la casita de la piscina. Cuando entré, todo se veía normal. No había rastro de Ax en ningún lado, pero esa vez se me ocurrió buscarlo en un sitio específico.

El armario.

Sin embargo, abrí la puerta y estaba vacío. Salí de la casita y comencé a explorar el patio. El cielo era un manto gris y melancólico, y el agua de la piscina estaba tan quieta como si la hubieran congelado. No quise apresurarme a concluir lo peor, pero considerando el mal estado en el que lo había dejado con Nolan, no podía pensar nada bueno. De hecho, sentí cierta molestia hacia Nolan por no registrar la casa de pie a cabeza, pero ya le daría su porrazo cuando lo viera.

Empecé a asustarme después de unos minutos de búsqueda sin éxito. Aquel patio parecía un jodido laberinto. ¿Y desde cuando los arbustos habían crecido tanto? Unos años más y parecería una selva. De seguro hasta había serpientes y arañas y...

De pronto mis pies chocaron contra algo.

Apenas bajé la vista, el cuerpo se removió entre las ramas y las hojas. Era un cuerpo vestido únicamente con un jean y la piel pálida sucia de hojitas, ramitas, tierra y sangre seca.

—¡Ax! —solté como una exhalación de alivio al entender que se trataba de él.

Estaba vivo.

En un horrible estado, ¡pero vivo!

Me agaché con rapidez y lo ayudé a incorporarse. Le costó enderezarse. Soltó quejidos y gruñidos. En cuanto quedó sentado, examiné su cara en busca de algo mal. Lo que encontré fue una mirada desorbitada y unas líneas de sangre seca debajo de los orificios de la nariz y sobre el labio superior.

—¿Qué haces aquí tirado? —le pregunté con preocupación.

Esperé que respondiera, pero de pronto el cielo tronó en aviso de lluvia y una brisa fría que arrastró olor a tierra húmeda, me causó un escalofrió.

—Vamos adentro.

Él mismo me ayudó a llevarlo. Se puso en pie con mucho esfuerzo. Por un instante creí que de nuevo le fallarían las piernas porque perdió el equilibrio, pero se apoyó en mi hombro y comenzó a dar pasos. Mientras lo conducía hacia la casita percibí que otra vez despedía un hedor extraño y poco soportable, casi igual al que tenía cuando lo encontramos aquella noche en el patio. Era como de sangre y de algo más que no lograba identificar.

Entramos a la casita de la piscina y lo dejé caer en el sofá. Quedó sentado con la cabeza baja. Apretaba los ojos con frecuencia, como si quisiera aclarar su visión. Me agaché frente a él para poder verlo mejor. Entonces noté sus manos, cosa en la que no reparé unos segundos atrás por el impacto de encontrarlo. Una gran capa seca de sangre le cubría los dedos, los nudillos y parte del antebrazo. Lo había visto sangrar por la nariz y por los oídos, pero, ¿eso había salido de él? ¿Tanta?

Sentí una punzada de inquietud al pensar que no era posible.

Sentí algo... malo.

—¿En dónde estuviste? —volví a preguntarle, y esa vez, por alguna razón, temí oír la respuesta.

Ax alzó la vista. Me contempló por un instante y un ligero gesto arrugó su ceño.

—Heridas —me dijo. Sus ojos se movieron a medida que contempló cada centímetro de mi cara—. Tienes heridas.

Tomé aire. Cada vez que lograba formar una oración, me sentía un paso más cerca de su verdad, pero que señalara justo eso fue muy inesperado.

—Cuando fui a buscar ayuda mi auto chocó —le conté. El continuó mirándome. Me habría sentido nerviosa de no ser porque la pregunta anterior todavía me hincaba en la mente. No fui capaz de guardármela—. ¿En dónde estuviste, Ax? Desapareciste a pesar de que estabas muy mal, Nolan te buscó pero no dio contigo, y ahora te encuentro tirado en el patio. ¿Qué sucedió?

Bajó de nuevo la vista. Fue inevitable no fijarme otra vez en la sangre de sus manos. Parecía como cuando uno las hundía en un balde lleno de pintura roja. Durante un instante me llegó el recuerdo de Tamara bañada en sangre, muriendo, y de ese caminillo rojo en el suelo que conducía al sótano.

Ax no dijo nada. Todavía agachada me acerqué un poco más a él. Su mirada estaba fija en el suelo, pero en lo que me atreví a coger su rostro y elevarlo, pasó a verme. El corazón se me aceleró un poco. Tenía la piel caliente de nuevo.

—¿Anoche saliste de aquí? —le pregunté con suavidad.

La puerta de la casita se abrió de golpe. El susto que sentí fue tan grande que caí de culo al suelo.

—Aquí estoy, aquí estoy —dijo Nolan, agitado. A pesar del sobresalto, verlo con su cabello alborotado y las mejillas coloradas por el frío, fue un enorme alivio—. Vine rápido. ¿Estás bien? Cuéntame todo.

Exhalé. El cuento era largo pero importante. Le di hasta el más mínimo detalle de lo que había sucedido desde que salí de la casa hasta que el auto se estrelló y perdí la conciencia. Nolan escuchó todo y en cada punto impactante su expresión adquirió más y más horror. Al finalizar, con lentitud y perplejidad se echó hacia atrás en el sofá individual. Se pasó la mano por el cabello y me miró con los ojos abiertos de par en par.

—Entonces tu madre...

Se silenció antes de completar la frase, como si le asustara decirlo.

—Me esmeré en darle vuelta al asunto, pero antes de que el auto se estrellara recordé otra parte de la noche en que murió Jaden —confesé.

Estaba sentada junto a Ax en el sofá grande. Él nos escuchaba, pero de pronto cerraba los ojos en un gesto de cansancio.

Nolan se removió, interesado.

—Suéltalo.

Tomé aire. Recordar y hablar de ello era igual de difícil. Me obligaba a apretujarme los dedos en un gesto de nerviosismo, aunque traté de calmarme a mí misma y lo expliqué con rapidez sin hacer pausas:

—Un auto nos seguía. El mismo auto que vimos afuera. Por eso sentí que lo conocía. Antes del accidente yo sabía quiénes eran las personas que iban ahí. Sabía que no debía dejar que nos atraparan, por eso le dije a Jaden que en mi casa me sentía en peligro.

La expresión de Nolan se tornó preocupada en cuanto se inclinó hacia adelante y apoyó los antebrazos sobre las rodillas, expectante.

—¿Por qué te sentías en peligro aquí?

—Porque creo que sabía lo que mi madre hizo —confesé con mayor inquietud.

—Que ella lo mató —dijo Nolan finalmente.

Asentí. Sonaba irreal. Mi madre había matado a mi padre. De alguna manera ella lo había envenenado, y ahora que lo pensaba, las pistas siempre estuvieron ahí.

Primero, su cambio fue bastante brusco. Comenzó a perder peso y cabello. Su piel se tornó pálida y seca. Vomitaba mucho, sufría dolores y debía estar conectado a intravenosas y máquinas todo el tiempo. Los últimos meses los pasó en su cama, en la habitación que habían convertido en casi un hospital para él solo. Al final, una tarde que iba a visitarlo, no me dejaron entrar porque ya había muerto. Su viaje al Cairo fue bastante conveniente para decir que había contraído el parasito que causaba el botulismo. Luego todo pareció cuestión de la naturaleza.

—Pero ¿por qué lo hizo? —preguntó Nolan como si intentara encontrar respuestas en sitios vacíos—. ¿Cuál era su motivo? ¿Lo odiaba? ¿Es una psicópata? ¿Qué?

—Esa parte es la que no sabemos, pero todo se está aclarando y algo muy malo está pasando. Sea lo que sea se conecta con todo: que mi madre sea una asesina, el auto que nos perseguía esa noche y...

—Ax —completó Nolan.

Ax nos miró a ambos y luego, en un gesto extraño, bajó la cabeza. De nuevo su aspecto era horrible, como si hubiera salido de una película de terror, pero no había maldad en su mirada gacha. De hecho, se mantenía neutral, indescifrable.

—Mack, si tu madre mató a tu padre no puedes quedarte aquí —añadió Nolan, sacándome de mis pensamientos. Sonó por completo preocupado—. Quién sabe si...

—No —me apresuré a decir, volviendo la vista hacia él—. Debo quedarme aquí. Tenemos que descubrir qué pasa, Nolan. Por qué mi madre mató a mi padre, por qué un auto nos perseguía a Jaden y a mí y por qué todavía ronda la casa.

Nolan exhaló con fuerza y de nuevo se recargó en el sofá. Se pasó las manos por el cabello y se quedó así un momento, mirando algún punto, como si sus pensamientos fueran demasiado caóticos como para entenderlos.

—Dios santo, qué maldito enredo —murmuró con frustración.

—Mira —le dije después de un suspiro pesado. Yo también sentía lo frustrante del asunto, pero estaba decidida a llegar al fondo de aquello—. Si todo tiene relación, los tres estamos en peligro. Lo que hay que averiguar es en dónde está la conexión. Por los momentos sabemos una cosa: Ax se tiene que quedar con nosotros, porque él es... es diferente de una manera que todavía no podemos explicar, pero lo es y yo lo sé.

—De acuerdo —aceptó Nolan, todavía con cara de aflicción.

—Y no me iré de la casa.

—De acuerdo.

—Y comenzaremos a investigar esto.

—De acuerdo.

—¡Ya deja de decir eso!

—¡Lamento estar cagado de miedo, joder!

—Cagado —repitió Ax de repente.

Parpadeamos como unos estúpidos y luego estallamos en risas que tenían una nota nerviosa.

***

—Sí, mamá, Nolan se va a quedar aquí esta noche. Nos vemos mañana.

Colgué el teléfono. Nolan se quedaría, pero hace rato había salido a comprar la cena. Afuera la lluvia había decidido empezar a caer de a poco, con cierta calma y un intenso frío.

Yo estaba en mi habitación, sentada sobre una banqueta que tenía una mesita en frente. Era una mesa cualquiera sobre la que había colocado un espejo cualquiera, y así me servía de peinador. Acababa de bañarme. Me había colocado una camiseta azul y un short para poder aplicarme ungüento en la quemadura que seguía sanando. Más arriba, en mi muslo izquierdo, tenía un moretón enorme con un rasguño que me había hecho en el accidente. Estaba fresco y me dolía cada vez que caminaba, pero decidí ignorarlo.

Cogí un cepillo de peinar. Todavía tenía el cabello húmedo. Siempre me peinaba con los dedos, ya nunca me preocupaba por mi aspecto en ningún sentido. Antes de Jaden, sí, usaba maquillaje, cortes distintos, ropa cara y era casi una chica de elite. Ahora era como si Jaden fuese el antes y el después en mi vida. No era la misma chica que había escapado con él aquella noche. La que se reflejaba en el espejo con sombras debajo de los ojos verdes, semblante opaco y cabello descuidado, era como un fantasma.

Quizás había muerto con Jaden y eso había quedado de mí, un fantasma condenando a vivir.

Empecé a peinarme y, de manera inevitable, se me escaparon un par de lágrimas. No me gustaba perder el tiempo llorando, pero el asunto de que mi propia madre había matado a mi padre, Tamara muerta y los fugaces recuerdos de Jaden, me daban en un punto sensible.

Interrumpí el cepillado en cuanto la puerta de mi habitación se abrió y Ax entró. Ya caminaba normal, aunque con un poquito de lentitud. Se había bañado y no había rastro de sangre ni de mal olor, así que de nuevo era el impresionante desconocido que habitaba a escondidas en mi casa. Quiso decir algo, pero se detuvo en cuanto vio mi cara a través del reflejo.

Dejé el cepillo sobre la mesita para limpiarme las lágrimas, pero él se apresuró a acercarse. Se agachó frente a mí y yo me giré sobre el pequeño taburete. Incluso la manera en la que se agachaba era extraña, con las rodillas flexionadas a ambos lados y las manos apoyadas en el suelo. Solo había visto eso en las clases de biología, cuando hablaban de la evolución, los monos y las teorías de Darwin, pero aquella posición también tenía un aire de defensa animal.

Me miró con una profunda curiosidad y atención. La reconocí como su expresión de: ¿qué es eso? Ya conocía muchas de sus expresiones, era más fácil entenderlo de ese modo, pero lo que más me gustaba era ver su reacción en esos instantes en los que descubría algo nuevo, así que aguardé por lo que fuera a hacer.

Ax extendió una mano hacia mí, hacia mi rostro, y con tan solo las puntas de sus dedos índice y medio tocó mi mejilla derecha. Una lágrima se pegó a su piel. Él la observó sobre sus dedos y luego la frotó al mismo tiempo que la examinaba como quien veía hormigas en una lupa.

—Tristeza —dijo al alzar la mirada hacia mí, indicándome que eso identificaba en la lágrima.

Su acierto me obligó a esbozar una pequeña sonrisa. A veces no entendía de dónde provenían esas actitudes tan raras, pero resultaban interesantes y, en otros casos, divertidas.

—¿Has estado triste? —le pregunté mientras me limpiaba el rostro. De repente no me sentía tan mal—. En donde estuviste antes de llegar a mi patio, ¿te sentiste triste?

Ante la pregunta, Ax hundió un poco más las cejas, pensativo y algo confuso. Temí que no lo entendiera. Todavía había momentos en los que él se quedaba en blanco y ponía una cara de error 404, pero me sorprendió su respuesta:

—¿Sentimientos? —preguntó como si no estuviera muy seguro de estar diciendo lo correcto.

Asentí para dejarle en claro que iba bien. De hecho, mejor que nunca. Entablar una conversación de más de dos preguntas y respuestas con él, era difícil, pero en ese momento parecía dispuesto a hablar.

—Sí, sentimientos: tristeza, rabia, miedo... ¿sentiste alguno?

Ax negó con la cabeza.

—No siente —dijo con simpleza.

En cuanto a pronunciación, su manera de hablar era totalmente entendible. Su voz era adecuada para alguien como él, masculina y clara, pero algo baja y cautelosa. Acompañaba eso con expresiones serias, lo cual a veces me llevaba a imaginarlo como uno de esos chicos obstinados que veías en las películas y que conquistaban a la chica con su misteriosa inexpresividad e indiferencia tipo "uhm" "sí" "no me interesa".

—¿Tú...? ¿Quieres decir "no siento"? —inquirí después de darle vuelta en mi cabeza para agregarle coherencia.

—No sentimientos —asintió. Luego levantó la mano y me enseñó los dedos con los que había tocado mis lágrimas. Con lentitud se los llevó a la nariz y se tocó la punta tres veces, como si me quisiera indicar algo en específico—. Olor. Lo conozco.

Sentí un dejo de emoción por entender eso. No sabía si era posible o si tenía algún sentido, pero él mismo me estaba explicando algo y era un enorme paso. Traté de no verme muy entusiasmada para no cohibirlo.

—¿Conoces los sentimientos por el olor, pero no los sientes? —le pregunté para comprobar si no estaba equivocada en mi interpretación.

Asintió de nuevo. Era correcto. Alcé las cejas con ligero asombro.

—Eso es... asombroso, y algo perturbador, pero asombroso —admití entre diversión y confusión. Luego la confusión ganó por lógica—. Pero no es posible que no sientas nada, es decir, eres humano. Eres humano, ¿no?

Ax giró los ojos como si estuviera cansado de esa pregunta. Y tenía sentido porque Nolan le preguntaba muchas veces si era algún espécimen. Hasta ahora incluso le había preguntado si era un reptiliano. Pero volvió a asentir con la cabeza, indicando que sí era humano, y ahí era donde las dudas se agravaban y las respuestas desaparecían.

—Entonces, ¿de dónde vienes? —me atreví a preguntarle—. ¿Cómo es que eres capaz de reconocer cosas y sentimientos solo por el olor?

Ax bajó la mirada y su rostro se ensombreció. Sentí un dejo de decepción. En ese punto solíamos perder la conexión. Él nunca lo aclaraba. Era capaz de decir algunas cosas, pero si le preguntábamos sobre su pasado, sobre su verdad, mantenía silencio. Nolan y yo habíamos decidido tomarlo con calma. Habíamos notado que, si lo presionábamos, se quedaba callado por horas y se alejaba de nosotros aunque estuviera en la misma habitación; pero cuando no le exigíamos nada, confesaba cosas como las que acababa de decirme.

Pensé en hacerle otra pregunta, en desviar el tema para enfriarlo un poco, pero entonces el gran paso se convirtió en un enorme salto.

Ax se alzó unos centímetros y se inclinó hacia mí, acortando la distancia que nos separaba. Pude haberme echado hacia atrás, apoyar la espalda del borde de la mesa del peinador, pero no me moví porque al instante entendí que pretendía explicarme algo. Él elevó una mano y la dirigió a mi rostro. Para mi sorpresa lo que hizo fue cubrirme los ojos con ella. Los cerré y mis pestañas rozaron su palma.

—Oscuridad —dijo Ax, tan cerca de mí que percibí su respiración y el olor a jabón del baño impregnado en su cuerpo.

Apartó la mano, volvió a agacharse y su mirada bajó con lentitud en una invitación a que siguiera sus movimientos. Lo siguiente fue aún más inesperado. Ax colocó una mano debajo de mi pantorrilla. Su palma se acopló a ella, caliente y firme. Mi pierna lució pequeña y frágil en comparación a su mano. Fue algo tan inesperado que ni siquiera logré definir la corriente que se extendió desde esa zona hacia el resto de mi cuerpo. Abrí la boca para soltar algo, pero nada de lo que pensé salió de ella. No sentí rechazo ni quise poner objeción. ¿Por qué? ¡¿Por qué?!

Los pensamientos se me nublaron apenas deslizó la palma hacia abajo. La fricción piel con piel me dejó sin aire, desconcertada por los latidos que se me aceleraron. ¿Qué demonios...? Me pregunté si era miedo por el hecho de que me tocara, pero dios, eso no se sentía como miedo. Todo lo contrario...

Ax elevó un poco mi pierna. Me aferré a los bordes de la banqueta sobre la que estaba sentada y comprendí qué pretendía. La quemadura. Era una mancha de piel distorsionada y rosácea. Con el ungüento iba sanando bien, pero todavía me ardía si alguna tela la rosaba. Por supuesto, me ardió en cuanto Ax tocó uno de los bordes con su pulgar y acarició el centro de la herida. Sin embargo, fue un roce suave y cuidadoso que me embelesó hasta que de forma inesperada presionó y solté un quejido.

—Y dolor —pronunció.

Tuve que tragar saliva para poder hablar, porque por un instante las palabras parecieron impronunciables y atascadas en mi garganta. No tenía la mente muy ordenada, pero comprendí que él acababa de responder a mi pregunta anterior: ¿Cómo es que eres capaz de reconocer cosas y sentimientos solo por el olor?

—¿Así aprendiste? —le pregunté. Mi voz baja y entrecortada—. ¿Con oscuridad y dolor? ¿No podías... ver?

Ax asintió con la cabeza, indicando que era correcto.

—¿Podías oír?

Negó.

El pecho se me contrajo de compasión en lo que conecté sus respuestas y les di sentido: oscuridad, dolor y silencio. En donde estuviera no podía ver, no podía escuchar, pero podía oler. Por esa razón olfateaba todo. Era el único instinto que había desarrollado. Pero ¿bajo qué circunstancias? ¿En dónde? ¿Y por qué?

Me incliné un poco hacia él con intención de preguntárselo, pero todavía tenía la mano en mi pantorrilla y se me hizo imposible no destacar ese hecho. Por un momento sentí que... sentí que...

La puerta se abrió de golpe.

—El restaurante chino estaba cerrado, así que me metí en uno árabe y oh... —Nolan se detuvo y nos miró. Su boca quedó en una pequeña "o" graciosa, y su expresión en un gesto de impacto y confusión. Alternó la vista entre Ax, su mano en mi pierna y yo—. No estoy en brazzers, ¿o sí?

Menos mal Ax no preguntó qué era brazzers.

***

En la cocina empezamos a servir la comida. Primero le entregamos su plato a Ax y él se sentó frente al televisor a comer mientras veía el noticiero, su único canal favorito. En todo el rato, en lo que Nolan y yo nos movíamos de un punto a otro, el muy estúpido no dejó de echarme miradas extrañas y picaras con sonrisas reprimidas. En verdad intenté ignorarlo hasta que no pude más.

Solté la bolita llamada faláfel que me estaba comiendo y lo miré con severidad.

—¿Qué? Ya escupe lo que quieres decir —le reclamé y de reojo miré a Ax que estaba algo apartado, dándonos la espalda, muy concentrado en tragar y mirar la televisión.

A Nolan lo tenía justo en frente en la isla de la cocina, sentado, comiéndose un enrollado de carne y pollo que sostenía con ambas manos. Masticó lento al mismo tiempo que trató de no ampliar la sonrisa burlona. Se hizo el que no entendía nada y se encogió de hombros.

—¿Qué estaba pasando en la habitación antes de que yo llegara? —preguntó en un tono un poco bajo pero de falsa incredulidad.

—Nada de lo que está pasando por tu puerca mente —zanjé en un susurro odioso. Miré mi comida porque por alguna razón no quise verle la cara a Nolan, por alguna vergonzosa razón...—. Me dijo cómo es que puede oler cosas y reconocerlas. Al parecer, en el lugar en donde estaba no podía ver ni oír, así que su nariz era lo único que podía usar. Así debió desarrollar esa habilidad.

—Pero entonces desarrollar algo así le habrá tomado... —Nolan se asombró y horrorizó por su propia deducción, y lo siguiente lo dijo en un susurro—. ¿Años?

Le dedicó una mirada fugaz a Ax como para comprobar si nos escuchaba, y en otro susurro añadió

—¿Lo tendrían secuestrado o algo?

Me hice muchas suposiciones luego de que Ax lo dijera, pero no tenía ninguna bastante sostenible.

—Creo que lo que le sucedió es más horrible de lo que pensamos —fue lo que contesté.

Desde mi lugar contemplé su espalda. Se le marcaban las líneas de la columna, pero seguía viéndose algo fuerte. Las cicatrices desperdigadas por su cuerpo eran pruebas de su pasado, pero no indicaban algo concreto. No ver ni oír parecía una tortura. ¿Lo era? ¿Habría sido torturado?

En cuanto volví la vista hacia mi plato para seguir comiendo, me topé con la cara de Nolan. Tenía las cejas alzadas y una sonrisa amplia, divertida, picara y chocante en el rostro.

—¿Quieres parar? —me quejé.

—¿Quieres aceptar que te gusta? —respondió en el mismo tono.

Eso me dejó sin palabras. Quise defenderme, pero solo balbuceé hasta que logré soltar:

—Claro que no, lo cuido como... como si fuera su jodida madre.

Nolan tragó y negó con la cabeza. Puso esa expresión de: Ay, Mack, eres tan tontita. Me puso nerviosa la idea de que Ax entendiera un poco de aquello, pero en verdad seguía concentrado en la televisión y la comida

—No, solo quieres verlo así —me corrigió Nolan con detenimiento. La sonrisa de sabelotodo y de pícara diversión seguía en su cara—. Pero hace rato te diste cuenta de que es un chico atractivo, que pasas mucho tiempo con él y que te encanta esa rareza de... no lo sé, Eleven de Stranger Things.

Si no hacía una comparación no era él. Giré los ojos y resoplé con hastío. Cogí mi faláfel y lo mordí de mala gana.

—Literal, fastidias más que un cáncer, lo juro —me quejé.

Nolan soltó el enrollado como si hubiera ofendido su inteligencia y su capacidad de deducción para ese tipo de cosas.

—Mack, cuando abrí la puerta tenías esta cara. —Transformó su expresión en una embobada con la boca entreabierta y la mirada embelesada. Un segundo después volvió a la normalidad—. Un orgasmo se habría notado menos.

Casi me atraganté con lo que tenía en la boca. Tuve que pasarlo con agua y luego tosí mientras me golpeaba el pecho. Miré a Ax. A veces escuchaba cosas dichas por Nolan y empezaba a preguntar qué eran o para qué servían. No me sentía preparada para explicarle qué era un orgasmo, así que deseé que no le prestara atención a eso. Por suerte, ni siquiera mi tos lo había perturbado.

—¿Qué demonios pasa contigo? —le reclamé a Nolan en un susurro agresivo. Él reprimió la risa—. No es cierto lo que dices. Además, él dijo algo importante: no siente.

—No siente —repitió Nolan en un resoplido de burla—. Ponle una mano en la entrepierna y ahí me dirás si no siente.

Quise lanzarle las bolitas de faláfel en la cara, pero la comida no se merecía ese trato.

—Por estas cosas es que no tienes novio, por si te lo has preguntado alguna vez —fue a lo que recurrí.

—Solo avísame cuando quieras admitirlo y hablar de ello —dijo con simpleza y se dedicó a comer.

Después de que llenamos nuestros estómagos, ambos practicamos con Ax durante un rato la pronunciación de las palabras y la formación de oraciones. Nolan le habló sobre series, películas y videojuegos, y así estuvimos hasta que decidimos dormir a eso de las doce. Bueno, Nolan se quedó dormido al tiro. Compartimos la cama porque aseguró que no pretendía dejarme sola, así que terminó rendido con los brazos extendidos y la boca abierta.

Ax se quedó en el sofá de abajo. Luego de que entraran a la casa con tanta facilidad, parecía demasiado lejos y peligroso que durmiera en la casita de la piscina si Eleanor no estaba. Nos separaba un piso de distancia, pero entre la oscuridad de mi habitación y los suaves ronquidos de Nolan, no pude evitar pensar en lo que había dicho en la cocina: "No, solo quieres verlo así, pero hace rato te diste cuenta de que es un chico atractivo..."

Claro que sabía que Ax era atractivo. Solo que... me concentraba en ignorar ese punto. Había mucho más en él que desde el día que lo encontramos, me había esmerado en ignorar, como el hecho de que me recordaba a Jaden o lo que cambiaba en el ambiente cuando compartíamos ratos a solas. Me agradaba enseñarle, conectábamos, él entendía y yo buscaba la manera de entender sus intentos. De algún modo incluso me identificaba con él. Su incapacidad para hablar era como mi incapacidad para recordar. Entonces debía admitir que en el instante en que me tocó, no logré ignorar nada. La realidad fue tan simple como abrumadora: me estaba tocando y a mí me gustó ese contacto.

Me senté en la cama y puse los pies en el suelo. Dios, no tenía sentido. Era lo más ridículo hasta ahora. Con tantos líos, tanto por resolver, lo menos que debía hacer era preocuparme por si Ax me ponía nerviosa o no. Estábamos juntos por razones que todavía no entendíamos, algo como "atracción", no tenía lugar.

¿O... sí?

Yo le había preguntado si era humano. Él había dicho que sí. Todo humano, bueno... pasaba por esas cosas, aunque había asegurado que no sentía. ¿Y qué iba a sentir? ¿Qué estupidez estaba insinuándome a mí misma?

Avancé por la habitación hacia la puerta. Necesitaba agua, y echarle un vistazo a Ax por si acaso. Salí y bajé las escaleras sin hacer el menor ruido. Pasé por la cocina, pero me detuve al ver el reflejo de la televisión encendida que iluminaba las paredes en tonalidades azules intermitentes. ¿Estaba viendo televisión a esa hora? ¿No se suponía que cuando lo dejamos ya estaba tendido en el sofá casi dormido? Con sumo cuidado me oculté detrás de la pared que separaba la cocina de la sala y eché un vistazo.

El sofá estaba vacío, con la cobija arrugada en la esquina. Ax se encontraba sentado en el suelo en posición de indio. Desde mi lugar podía verlo de perfil: la espalda ligeramente encorvada y la piel blanca bañada por el reflejo de la pantalla. Sin embargo, había algo raro. No había mucha distancia entre él y la televisión. Era como si estuviera concentrado a profundidad en la programación. Y lo más perturbador, su boca se movía. Sus labios pronunciaban algo sin emitir sonido alguno, y el televisor tampoco sonaba, como si lo hubieran puesto en mute.

Extrañada, me moví con cautela y entré en la sala, dando un paso y otro casi con las puntas desnudas de los pies. A medida que me acerqué fui captando algo de lo que transmitía la televisión. Los labios de Ax no dejaron de moverse, pero me concentré en entender la programación.

La imagen se veía bastante vieja. Una etiqueta de noticias estaba ubicada en la parte inferior con un montón de información que se deslizaba en lateral. Una mujer reportaba y detrás de ella había un caos de escombros y derrumbe. Intenté leer lo que decía la etiqueta a medida que daba pasos cortos, y me quedé pasmada en el instante en que lo logré:

"13 de marzo, 1979: Ciudad de México. Sismo con magnitud 7.6º en la escala de Richter (Epicentro en Petatlán) afecta red eléctrica del país y causa derrumbe de la Universidad Iberoamericana."

Antes de poder asimilarlo por completo, la imagen cambió. De pronto se mostró otro escenario. La mejora en la calidad de la transmisión me indicó que era más actual, pero la etiqueta debajo me lo confirmó mientras una mujer parada en medio de una calle movía la boca al ritmo de la información:

"13 de marzo, 2010: 80 % de Chile sin suministro eléctrico por falla en la subestación eléctrica Ancoa de la provincia de Linares".

Ambos 13 de marzo, pero de distintos años. ¿Qué demonios era eso? ¿Por qué transmitían noticias tan viejas? De repente me di cuenta de que en ninguna parte de la pantalla había icono del canal que la transmitía, y para cuando me di cuenta de lo inquietante y nada normal que era eso ya estaba agachada junto a Ax.

Giré la cabeza hacia él, desconcertada y en un estado de perplejidad absoluta. Aun con mi cercanía, seguía concentrado en la televisión. Sus ojos estaban bien abiertos y fijos, sin parpadeos, como los de un muñeco de porcelana. Sus labios continuaban moviéndose en pronunciaciones rápidas, pero sin sonido. Era lo más raro que le había visto hacer. No, no raro, era aterrador, extraño, sin sentido.

Volví la atención hacia la televisión y quedé rígida en lo que descubrí que lo que Ax decía parecía estar coordinado con lo que decía la reportera. ¿Cómo era posible...? En una impulsiva reacción de miedo y exigencia coloqué una mano sobre su hombro desnudo.

Entonces se apagó. La imagen se contrajo en una línea destellante y el televisor quedó en negro. Al instante, Ax parpadeó y me miró, desorbitado. Mi mano seguía sobre su hombro y me asustó ver que temblaba.

—¿Qué fue eso? —le pregunté con voz turbia y afectada—. ¿Qué fue eso, Ax?

Y hundió el ceño en un gesto de completa confusión, como si no me entendiera en lo absoluto. No, de hecho, no lo entendió, así que con lentitud me levanté y retrocedí unos pasos. Después solo hice lo que sentí que debía hacer.

Corrí escaleras arriba, entré a mi habitación y sacudí a Nolan para despertarlo.

—¡Despierta, Nolan! —le llamé con fuerza.

Él se ahogó con su propia saliva, tosió, se removió en la cama como un pez y abrió los ojos al tiempo que miraba hacia todos lados, alerta.

—¡¿Qué?! ¡¿En dónde están?! ¡Yo te salvo, Mack, tengo un hacha! —soltó entre lo que despertaba y se incorporaba. Su mirada se detuvo en mí y frunció el ceño—. ¿Eh?

—Levántate —le ordené mientras me dirigía al armario para buscar un suéter y un jean—. Saldremos.

—¿Qué coño? ¿A dónde?

—A la casa de Tamara a buscar respuestas.

----

Strangers :o

Espero que les haya gustado el capitulo ❤️ A mí me encantó porque por fin Mack se va dando cuenta de que sí le pasa algo con Ax... ¿Se imaginan a Ax dando su primer beso? ¿Lo imaginan fijándose en Mack? ¿Imaginan a esos dos vírgenes haciendo algo? Qué desastre xd pero yo me imagino de todo y de todo voy a poner jaksks.

Bueno, en el siguiente capitulo habrá revelaciones importantes. No estamos tan lejos de resolver este misterio. Solo que... ¿será lo que creemos? Ax ha hablado, pero ¿estará diciendo la verdad?

Recuerden que los amo, que agradezco mucho que me lean y que todo puede pasar. Estoy en las redes donde a veces subo spoilers y comento cosas. Síganme si se les antoja. ❤️

Besos silenciosos,

Alex

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