Las manos de Hayes agarran mi cintura y mi espalda para que no me vaya hacia atrás. Mis manos envuelven su cuello, mientras que nuestras bocas se encuentran. Hasta que nos separamos por falta de aire.
—No sabes cuánto me encantas...
–murmura.
Necesito detener esto antes de que vaya a más.
—Hayes...
–intento hablar pero su boca me calla antes de que pueda hacerlo.
—Sssh.
Me separo antes de que pueda volver a besarme. El gruñe e intenta hacerlo otra vez, pero ataca esta vez mi cuello.
—¿Por qué pegaste a Will? Y.. ¿Por qué siempre piensas que cada chico que se me acerca es mi noviecito?
Este es el momento para desenmascararlo.
Quiero saber la razón por la que peleó con Will y se puso de esa manera. No tenía razón para hacer nada, no tuvo que hacer nada.
—Me cae mal.
–se encoje de hombros.
—¿Por qué?
–musito.
—Está contigo la mayoritaria parte del tiempo. Tiene una razón para que le odie.
Trago en seco. ¿Qué?
Voy a terminar creyendo que Will tenía razón de todo lo que me dijo.
—Me gustas, Leah.
Toma mi rostro entre su mano y junta sus labios contra los míos. Dejándome asombrada por lo que acaba de decir.
¿Qué esta pasando?
Niego con la cabeza y suelto las piernas de su cintura. No quiero seguir con esto, ni tampoco quiero ser una más en su lista.
—¿Qué haces?
–pregunta frunciendo el ceño.
—No voy a ser una más en tu lista.
–niego de nuevo.
Hayes toma aire y lo suelta. Se pasa las manos por el pelo y me mira fijamente.
—¿Que lista? No tengo ninguna jodida lista. Y si la tuviera, tú no serias una de las de "mi lista". ¿Por qué eres tan terca? ¿Te asombra que un chico te diga que le gustas?
—¿Qué? ¡Claro que no! Pero no me fío de ti, no quiero sufrir y que me hagan daño. Ya lo hicieron una vez y no pienso dejar que lo hagan de nuevo.
Me separo de él poniendo distancia entre nosotros. No sé cuanto va a durar esta noche, pero quiero que se marche de una maldita vez.
—Tampoco quiero hacerte daño. Pero me gustas, así de simple.
Da un paso hacia mi y luego otro, hasta llegar al frente mío colocando su mano en mi mejilla y acariciándome con el pulgar lentamente.
—No eres como las otras chicas.
Me mira fijamente. Calandome muy adentro. Parece seguro de lo que está diciendo, no está bromeando ni tiene ningún rastro de humor en el rostro. Esta serio, con su mirada penetrante sobre la mia. Tiene las pupilas dilatadas y su lengua se pasea sobre sus labios.
—¿Cómo sé que debería creerte?
–pregunto mirando hacia sus labios en un susurro.
Lleva su mano hacia mi mejilla, mientras que habla su mirada está sobre mis labios.
—Te estoy diciendo toda la verdad, Leah –susurra– nunca he sido tan sincero con alguien sobre mis sentimientos.
Trago en seco y cierro los ojos.
¿Debería creerle? ¿Debería creer que sus palabras son ciertas y de verdad siente todo lo que me está diciendo?
No quiero ser un juguete sexual suyo. No quiero que me use solamente para una noche y ya está.
Pero por alguna extraña razón, le estoy creyendo. Estoy creyendo sus palabras a pesar de que no debería hacerlo.
[...]
Farfullo algo en voz baja cuando la luz solar del día me ciega por completo, dándome en el rostro.
Pestañeo varias veces para acostumbrarme a la luz del día e intento girarme hacia un lado para seguir durmiendo. Pero algo me lo impide, tengo algo pesado rodeándome la cintura fuertemente.
Con temor, miro hacia un lado encontrándome a Hayes a un lado mío. Ahogo un grito y trago en seco, no era un sueño sobre que me acosté con él.
Era cierto, es cierto.
¿Desde cuando has caído tan bajo, Leah?
Callo la voz de mis pensamientos. Niego con la cabeza y cierro los ojos con fuerza, como si eso fuera a borrar lo que de ocurrió ayer en la noche.
Suspiro.
Intento mantenerme tranquila.
Vuelvo a girarme hacia atrás, veo el rostro de Hayes apoyado en la almohada con su brazo tatuado y desnudo rodeándome la cintura y su cuerpo pegado al mío. Su abdomen choca contra mi espalda.
Tomo su mano y la levanto lentamente consiguiendo quitármela de encima. Pero al hacerlo, Hayes se remueve y aprieta su brazo más contra mí.
Como si fuese una almohada y pudiera moldearme hasta encontrar la postura perfecta para dormir.
Refunfuño y vuelvo a intentarlo, consiguiéndolo esta segunda vez. Estiro de la sábana y envuelvo mi cuerpo en ella, intento caminar hacia el baño y esconderme ahí hasta que se vaya o vestirme e irme de casa. Necesito hacer algo.
La sábana es demasiado larga, tanto, que se pasa por delante de mi pie, enrollandose y consiguiendo que caiga al suelo de golpe.
Aprieto los ojos y doy un leve golpe con el puño en el suelo, sin hacer ruido. ¡Mierda!
—¿Leah, estás bien?
Abro los ojos lentamente y subo la mirada hacia arriba. Encontrándome con Hayes, en boxers, y mirándome de manera desconcertada.
Alarga la mano ofreciéndomela. Agarro la sábana con la otra mano para no quedarme desnuda al levantarme y él me ayuda.
Mis mejillas cogen ese color rojizo de siempre. Agarro la sábana con fuerza.
—No hace falta que te tapes. Te he visto desnuda.
–dice después de sonreír de lado.
Mis mejillas arden.
Le doy un leve golpe en el brazo y él solamente ríe. Como música, su risa inunda mis oídos. Y no puedo evitar reír con él, recordando la caída tan ridícula que acabo de tener, no por lo que ha dicho.
Tomo algo de ropa y me meto en el baño para vestirme. Al salir, en la habitación ya no está Hayes.
Supongo que se ha tenido que ir. Salgo hacia el salón, cuando lo veo sentado en el sofá fumando.
—Recuerdo que te dije ayer que aquí dentro no se fuma.
Se gira hacia mi.
—No me jodas, ahí a fuera hace frío a estas horas. A pesar del sol que hace.
Miro hacia el cielo y vuelvo la mirada hacia Hayes. Una llamada en mi interior me avisa de que es tarde, ¡voy a llegar tarde a clase!
Miro la hora: ¡son las diez de la mañana!
—¡Mierda!
—¿Qué te pasa?
–dice seguido de una carcajada.
Me dejo caer en el segundo sofá. Con la cabeza apoyada en el respaldo y mirando hacia el techo.
—Hoy no tengo clase. Ya no me da tiempo llegar.
–murmuro dándome un leve golpe en la frente.
Hayes enarca una ceja y me mira.
—Arreglaremos tu desastre de día. Que, para empezar, acabas de despertar conmigo. Deberías estar feliz y orgullosa.
Suelto una carcajada.
—Déjame adivinarlo, ¿debería sentirme orgullosa por despertar contigo, cuando tú nunca te duermes en una casa ajena y menos con una chica?
Hayes apaga el cigarrillo.
Se moja los dedos índice y pulgar y los posa sobre este consiguiendo apagarlo y lo tira en un vaso vacío que se encuentra en la mesa de centro.
—Exacto.
–me guiña un ojo y sonríe.
Se levanta del sofá y saca el móvil. El cuál ha empezado a sonar y toma la llamada.
—¿Qué? Sí, he estado ocupado. Sí, joder, que sí, ahí nos vemos. Que te den.
Apaga el móvil y lo guarda en el bolsillo trasero de su pantalón.
—Tengo que irme.
Gira sobre sus talones y anda hacia la puerta principal. Con un simple adiós se marcha y cierra la puerta de un portazo.
Siento una punzada atravesarme de nuevo. ¿Acaso me pensaba que iba a venir hacia mi y darme un beso en forma de despedida hasta que nos veamos la próxima vez?
Mi yo inocente, por suerte, sí. Soy así de tonta.
Tomo el móvil y marco el número de Will. Necesito despejarme.
No sé como sentirme después de lo que pasó ayer. ¿Cómo un juguete? Fué culpa mía, toda y única mía.
No debí seguirle el juego y dejarme llevar por cuatro palabras tontas. Soy iditota.
¡Holaaa!
¿Qué pensáis sobre este.. "encuentro" sexual?
Creo que era obvio que iba a ocurrir tarde o temprano...
Perdón por no poner los detalles, jajajaja... tal vez la próxima vez los haya.
Comentad, os leo!
¡Nos leemos!
❤❤❤❤
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