S T R A N G E © [Parte 1 y Pa...

By Alexdigomas

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¿Qué harías si una noche encuentras a un chico semi desnudo y cubierto de sangre en tu patio? ¿Qué harías si... More

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Hello Stranger (?)
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Epílogo
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Nota Importante
Extra #1
STRANGE - SEGUNDA PARTE
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56 - Parte 1
56 - Parte 2
56 - Parte 3
Explicación

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By Alexdigomas

Resumen: Ax, Vyd y la chica número dos entraron a la prisión de número siete, pero todos estaban muertos. Ax sintió algo malo, controló a Vyd y a la chica para ponerlos a salvo y entró solo al interior de la celda principal en donde las luces se apagaban y prendían de una forma que da miedito. Ax sintió que alguien más fuerte que él estaba en ese lugar y le preguntó: "¿quién eres?" Empezamos a partir de ahí.

El número uno contra... ¿quién?

AX.

Ax no recibió una respuesta.

Recibió un ataque.

Desde esa oscuridad, una figura se lanzó sobre él con intenciones de noquearlo de un golpe, pero sus reflejos fueron rápidos y lo esquivó. Confundido, tuvo que ser el doble de rápido en otro esquive porque esa misma persona también le arrojó una nueva ráfaga de puñetazos.

Un momento, ¿era número siete quien lo atacaba? Porque no estaba entendiendo lo que pasaba.

Con el siguiente golpe que intentó darle, Ax le reconoció. Sí, se trataba de número siete, pero, nueva pregunta: ¿por qué quería golpearlo si, como parte de STRANGE, debía ser capaz de conocer el olor y la energía del número uno?

Para impedir que tuviera éxito porque sus intentos en verdad eran rápidos y potentes, Ax evadió un puñetazo y le dio un golpe en el estómago.

El impulso echó a número siete hacia atrás, así que entre los parpadeos de luz de las bombillas, él pudo ver cómo se enderezaba.

Este individuo de STRANGE era difícil de encajar en un género específico. Quizás ni siquiera lo tenía:

Su piel estaba por completo arrugada, como los dedos que pasan mucho tiempo en el agua, pero a su vez seca. Sus rasgos eran confusos, afilados. No tenía cabello, ni siquiera una ligera capa de crecimiento, y sus extremidades eran delgadas, pero, por supuesto, muy resistentes. Algo que parecía una armadura o un chaleco de acero le cubría desde el torso hasta las piernas. De su espalda, de su propia piel y tal vez sostenidos de los huesos modificados de su columna, salían dos tanques alargados y adecuados para que formaran parte de su anatomía.

Otra pregunta en la mente de Ax: ¿número siete era la fuerza tan poderosa que había sentido en el interior de esa celda?

Volvió a atacarlo con rabia. Ax evitó el golpe, desconcertado. La rapidez de sus manos era impresionante, eso gracias a la flexibilidad de sus habilidades, como las aguas que fluyen sin control y con potencia.

Número siete podía cargar con la presión de una inundación, pero no había agua que pudiera manipular. No la había recibido en muchísimo tiempo en esa prisión, por esa razón su piel estaba tan deshidratada.

Y si lo estaba, ¿de dónde sacaba la fuerza con la que intentaba derrumbarlo? Porque una energía poderosa fluía de su cuerpo, más que la del propio Ax. Tampoco se había convertido en un fallo, de eso estaba seguro, por lo que esa no era la causa.

Ax estaba tan confundido por la falta de sentido de la situación que, en uno de los golpes, su esquive no fue tan veloz y debido a un puñetazo en el pecho fue impulsado hacia atrás. Su espalda desnuda impactó contra el cristal de la celda de una forma tan potente que, a pesar de que estaba diseñado para que no se rompiera, se resquebrajó.

Demonios, en verdad quería matarlo.

Ax consideró sus opciones:

Atacar era lo más fácil, pero no podía dañar a número siete porque eso significaba dañarse a sí mismo y quitarse más energía.

Podía defenderse, porque número siete tampoco parecía querer rendirse. De hecho, Ax le vio venir a toda velocidad contra él para volver a empujarlo, y en un intento por detenerle, intentó imponer su control sobre su mente para hacerle entrar en ese mismo estado en el que había dejado a la chica número dos y a Vyd.

Pero, peor todavía, el control no funcionó.

El gran poder del número uno no hizo ningún efecto en la mente de número siete.

¡¿Qué...?! ¿Cómo...? Tampoco lo comprendió, y fue impactante. Aún sin toda su energía, Ax debía poder tener la capacidad de controlar a todos los individuos de STRANGE. Estaban conectados y él era el centro. Que su orden no funcionara, no tenía sentido...

¿Acaso número siete se había... individualizado?

Eso tampoco era posible.

Como habría dicho Nolan: ¡¿qué mierda estaba pasando?!

Por la distracción de la confusión, número siete alcanzó a darle una bofetada a Ax que le rasguñó la cara. La patada siguiente iba directo a sus costillas, pero Ax consiguió esquivarla y con agilidad volteó la situación. Le hizo una llave y logró cruzarle los brazos por detrás para retenerle. Número siete quedó con la mitad de la cara aplastada contra el cristal, incapaz de lanzar un golpe con las manos.

Pero Ax se dio cuenta de que eso no le detendría. Su necesidad de lastimarlo era tan intensa que empezó a golpear con demencia su propia cabeza contra el cristal, porque como ya se había resquebrajado no le faltaba mucho para partirse en pedazos, y si lograba eso podría lanzarse hacia el otro lado con él encima y poner la situación a su favor.

¡Pero, ¿qué estaba haciendo?! ¡Si su cráneo se rompía, podía morir!

Ax, el triple de atónito, de pronto se preguntó: ¿por qué a un individuo de STRANGE no le importaría morir solo para matar a otro de los suyos? Si no era un fallo, entonces...

Número siete, aún con rabia, se fue contra Ax apenas él le liberó para que parara de lastimarse. Ax esquivó y luego le dio una serie de puñetazos en la cara. No quería, pero tendría que herirle o buscaría los métodos necesarios para asesinarlo. 

Solo que, en otra demostración de lo fuerte que estaba siendo ese individuo, también consiguió evadir cada ataque proveniente de él para devolvérselos, y en cierto momento ambas fuerzas de arremetida y defensa fueron tan similares que eso jugó en contra de Ax, y fue tumbado al suelo con número siete encima como un animal salvaje.

Tuvo que agarrarle el antebrazo para evitar que lo ahorcara. Intentó contrarrestar el empuje, pero notó algo que lo impactó todavía más.

No, no fue el hecho de que el rostro con los dientes apretados de ira ahora estaba a centímetros del suyo, ansiando partirle el cuello. Fue que justo en el instante en el que las bombillas pasaron de la oscuridad a la iluminación, vio que número siete tenía los iris de los ojos casi tan blancos como la esclerótica.

Un segundo después de darse cuenta de ese detalle, Ax escuchó una risa. Una risa baja, escalofriante, que no tenía un tono ni masculino ni femenino, que sonó como una mezcla de frecuencias confusas con eco.

Y que no provenía de número siete ni tampoco de él.

Ax lo entendió tan rápido que su propio asombro le dio una corriente de fuerza y pudo lanzar a número siete lejos de un empujón, como algo de lo que hay que apartarse pronto porque es extremadamente peligroso. Retrocedió y se puso en pie, más alerta que nunca.

Miró hacia todos lados. Oscuridad, zonas densas a través de las que, sospechosamente, no podía ver aun cuando las bombillas se encendían. Hacia arriba, en las vigas que sostenían en el techo, también había áreas negras.

Volvió a mirar a número siete, que con lentitud y un cansancio enfadado se enderezaba.

—¿Quién eres? —volvió a preguntarle Ax.

Porque había alguien más, ya no le quedaba ninguna duda.

Y ese alguien estaba haciendo lo que él no podía: controlar a número siete.

Esa capa blanca sobre sus ojos lo delataba. Era la superposición del poder de lo que fuera que también estaba en ese lugar. Por esa razón su control no funcionaba, porque ya lo tenía otro. 

¿Quién? No lo sabía con exactitud, pero la fuerza tan desconcertante que él había percibido antes de entrar, venía de otro individuo. No era producida por número siete, era una fuerza que le estaban otorgando para que lo matara.

¿El dueño del poder estaba oculto entre las sombras?

Número siete se quedó de pie con el pecho agitado, mirándolo. Luego, empezó a acercarse, lento, pero con decisión.

Ax estuvo seguro de que tenía que sacarle de ese control. No obtendría respuesta y el otro tampoco le liberaría hasta que cumpliera el propósito de asesinarlo.

Había una opción para liberarle de ese estado, claro, pero... ¿y si le costaba la vida a él?

Ax estaba hecho para sobrevivir, pero tal vez no intentarlo era la respuesta.

De acuerdo, si número siete aún tenía consciencia, estaría luchando contra esa fuerza que le manipulaba, y la mejor forma de ayudarle a ganar era darle algo de su elemento para que tomara impulso y no se dejara someter. 

Pero no había agua en ese lugar, y ahí estaba el movimiento arriesgado que había saltado como una idea peligrosa: la sangre.

La sangre, en parte, estaba hecha de agua. Podía recurrir a ella, pero sin salir del área de la celda para que Vyd y la chica número dos no corrieran peligro.

Ax no tardó en tomar la decisión. Tuvo que pelear rápido contra número siete para volver a voltear la situación y poder llegar hasta la celda de vidrios. Ya cerca, creó distancia entre ambos al darle un empujó a palma abierta en el pecho, y lo hizo.

Le dio un golpe con el lateral de su puño al cristal que se había resquebrajado. Cuando se partió en pedazos, tomó un trozo y se lo clavó a sí mismo en la herida del abdomen, esa que se había hecho hace poco.

Visto desde otra perspectiva, lució como si él mismo se estuviera matando, pero su intención era rasgar la sutura para ampliar la abertura y que la sangre fluyera, así que lo enterró aún más. Los quejidos salieron roncos de su boca, porque dolía muchísimo, pero no se detuvo.

Como número siete venía con histeria a atacarlo y necesitaba tiempo para que su cuerpo expulsara la mayor cantidad de sangre posible, extendió su otra mano y recurrió a sus poderes. Con la oscuridad que llenaba los laterales de la celda, tejió un muro entre ambos. Eso le detuvo de golpe, pero tratar de mantener el muro al mismo tiempo empezó a quitarle mucha energía, por lo que por toda su piel comenzaron a brotar esas venas negras características de su genética monstruosa.

Número siete, incansable, se desató a golpear y a arañar el muro para derribarlo. Soltaba gruñidos de ira y desesperación. Parecía que la rabia por no poder alcanzarlo le enloquecía, pero Ax sabía que era por culpa del control de eso que aún no podía ver. 

De eso que estaba en algún lugar cercano, manipulándole, exigiéndole que lo matara. Incluso intentó mirar otra vez en todas direcciones por si lo captaba, pero...

Nada, como si no estuviera.

Sin embargo, la fuerza se sentía con tanta intensidad que no podía encontrarse demasiado lejos...

Igual no podía enfocarse en encontrarlo. Ya estaba sangrando mucho. Sus pantalones estaban manchados y la sangre corría por sus pies, densa, muy roja, y por desgracia número siete no había cambiado ni un poco. Seguía tratando de destrozar la oscuridad para atraparlo.

¡¿Por qué no funcionaba?!

Se esforzó todo lo que pudo con la esperanza de que darle tiempo sirviera para algo, pero en cierto momento, ya rodeado por un charco, Ax no logró sostener más el muro. Se desvaneció, y él no pudo evitar que número siete se le abalanzara. Nada más tuvo tiempo de sacarse el trozo de cristal que había enterrado hasta el fondo de la herida, y cayó por la debilidad de sus piernas y la desorientación de sus sentidos, sentado al suelo sobre su propia sangre, apoyado de una de sus manos.

Vio venir las manos de número siete, listas para tomarlo del cuello y rompérselo porque había agotado su energía y era el momento perfecto para derrotarlo. De todas formas, dispuesto hasta el último aliento, quiso interponer su única mano libre para tratar de evitar cualquier cosa. 

Así que cerró los ojos con fuerza en caso de que eso le ayudara a crear algún campo de protección, solo que nada se levantaba de la oscuridad porque no podía crearlo, porque no podía usar la oscuridad por su falta de energía, porque toda esa sangre perdida le estaba haciendo perder la consciencia e incluso su visión era borrosa y confusa, de modo que tal vez solo tenía que esperar el dolor...

No llegó.

Ax abrió los ojos y se encontró con que las manos sucias y hechas garras de número siete se habían detenido a centímetros de su cuello, como si una fuerza invisible le hubiera lanzado un lazo para impedir que avanzara más. Le vio delante de él con los ojos bien abiertos del pasmo y los dientes apretados, a punto de ahorcarlo, pero en un estado de parálisis.

Entonces, sucedió primero a una velocidad lenta y misteriosa. La sangre que formaba el charco debajo de Ax se deslizó hacia número siete. Y luego, a una velocidad impresionante, el líquido se elevó en largas líneas hacia una de las manos inmovilizadas. Ambos presenciaron con perplejidad cómo la sangre rodeó los dedos, la palma, el dorso y el antebrazo hasta el inicio del codo para formar una especie de guante que se solidificó tras unos segundos como si fuera una tela.

De forma inesperada, ese brazo le dio un puñetazo a número siete que le lanzó hacia atrás, lejos de Ax en dos mensajes claros:

Uno: «No te le acerques»

Dos: «Porque al menos esta parte ya no te pertenece, intruso».

Claro que el resto del cuerpo no se rendiría. Empezó a luchar contra el guante de sangre para acercarse a Ax, y aquello se transformó en una lucha de reclamos entre las dos partes de número siete: la controlada y la verdadera.

Pero más que ser una batalla física, también era mental. Por esa razón, mientras esquivaba o recibía un golpe que le evitaba atrapar a Ax, él vio cómo sus expresiones cambiaban con una inestabilidad aterradora y errática: un segundo era una expresión de rabia, al otro era una de desespero, al otro era una de dolor, al otro era una de confusión, pero la peor expresión fue la de sufrimiento.

La manera en la que los ojos de número siete, desconectados de los actos del guante, buscaron a Ax y lo miraron con una angustia profunda, hizo que él entendiera algo muy importante:

Que le estaba pidiendo ayuda, porque estar bajo el control de ese desconocido, le lastimaba.

Ese control intrusivo para el que los individuos de STRANGE no estaban hechos porque no provenía de Ax, porque no era aceptado por ellos, porque no tenía su pureza y su conexión, actuaba como una prisión y al mismo tiempo una tortura.

Hasta el punto de que los mataba.

Desde su prisión mental, número siete le envió las imágenes de unos recuerdos ajenos: desmembramientos, cuchillazos, ataques, gritos, golpes, varias batallas, diferentes rostros, diferentes poderes, diferentes cárceles, escenarios que habían sucedido casi en el mismo contexto...

Con eso, Ax comprendió finalmente que sus malos presentimientos, su sensación de desencaje, no había sido un error.

Mantis nunca había estado matando a los individuos de STRANGE.

Lo estaba haciendo el intruso. Ese era el asesino.

La revelación lo impactó tanto que lo dejó inmóvil, hasta que de pronto Ax vio algo más: en uno de los ojos de número siete, que seguían blancos por la manipulación, de forma intermitente destelló un halo negro.

¡Lo que había estado esperando! ¡Un acceso!

¡Número siete le estaba abriendo a Ax, su líder, un acceso para entrar y tomar el control!

Abrumado, afectado, perdido y, por supuesto, enfadado, Ax se negó por completo a permitir que ese intruso acabara con uno más de los individuos, y la necesidad y la urgencia que estallaron en su cuerpo le dieron un nuevo golpe de energía.

Mientras número siete seguía luchando con desesperación e ira contra el guante de sangre de su propio brazo sobre el que ya no tenía control, Ax se levantó. 

Herido y todo, sangrando y todo, pálido y todo, incluso al borde de un desmayo, se puso en pie, y entonces sus ojos heterocromáticos se volvieron totalmente negros, siendo el reflejo de la activación de todo su poder.

Extendió primero el brazo derecho y un grueso hilo de negrura salió de una esquina hasta que lo atrapó con su mano. Luego extendió el brazo izquierdo y atrajo otro grueso hilo negro. Los juntó al unir sus dos manos y cuando fueron uno solo, se lo arrojó a número siete.

El hilo de oscuridad fue directo hacia el centro de su frente, a lo conocido como el tercer ojo, que era el punto que los conectaba de forma mental. Penetró su cabeza y se enganchó a algo. 

Y entonces Ax empezó a tirar de él, a tirar de la energía de lo que controlaba a su individuo sin su maldito permiso. El guante de sangre continuaba ayudando porque tras un forcejeo había inmovilizado a número siete por el cuello, pero la fuerza y la resistencia que aquello requería era tan vibrante y caótica que mientras más los brazos de Ax tiraban, más brotaban las venas oscuras de su monstruosidad, más se marcaban las fibras de sus músculos.

Un peligroso campo de energía como un viento iracundo empezó a elevarse del suelo, sacudiendo las paredes y las vigas. A cada extremo de la celda estaban ambos, y Ax jaló , jaló más en un intento rabioso por sacar al intruso de aquella mente.

El nudo de sus hilos negros comenzó a traer consigo una maraña de otros hilos blancos, densos, revueltos. Tal y como si estuvieran adheridos con malignidad a su mente, demostraron que no querían despegarse, que se negaban, así que el tirón de fuerzas fue tan agresivo, pero tan necesario que número siete solo se arqueó hacia atrás y hacia los lados de forma contorsionada y antinatural, emitiendo un grito horrible, doloroso, pero también de lucha. 

En el fondo, Ax escuchó las frecuencias mezcladas, otra vez ese tono que no podía diferenciar, como reclamando que estaba siendo exorcizado.

Ax mantuvo su posición a pesar de que su visión ya estaba bastante borrosa, de que un pitido punzante como una alarma de que estaba agotando toda su energía, le lastimaba los oídos. La intensa presión de sus manos alrededor de sus propios hilos le estaba quemando la piel de los dedos. 

La sangre que estaba perdiendo era demasiada y las venas brotaban sobre su piel con una tensión que advertía que podían reventarse...

Pero uno de sus pies descalzos y manchados de sangre pudo dar un paso hacia atrás para tirar más hacia afuera.

El otro pie lo logró, tembloroso.

Afincó los talones al suelo, apretó los dientes y tensó cada parte de su cuerpo para aumentar su resistencia.

Una vez, Nolan le había dado una clase de «frases geniales» porque, según, los superhéroes más increíbles tenían que decir una cuando estaban salvado al mundo. Así que Ax se agarró a la fuerza de ese recuerdo, de las risas soltadas aquel día con su amigo, de la adrenalina de su reclamo como líder, de su seguridad de no abandonar a los individuos con los que compartía sangre y naturaleza, y con su cuerpo entero doliéndole y toda la celda derrumbándose a su alrededor, lo pronunció entre dientes como una orden:

—Fuera. De. Mi. Jodido. Lugar.

En un arranque de poder, Ax tiró hacia atrás con mayor potencia. El ojo derecho de número siete se volvió completamente negro mientras gritaba como si se estuviera desgarrando. Ax tomó esa parte liberada para ampliar su control, y le ordenó al guante de sangre soltarle el cuello para que jalara también y que las fuerzas fueran dos y no una.

Estuvo seguro de que lo tenía, de que un último gran tirón junto al poder del guante serviría para arrancar el control del intruso y superponer el suyo. Si conseguía eso, el enemigo no podría volver a entrar. De modo que recurrió a toda su energía, a la densidad de la oscuridad que le pertenecía y forzó a sus brazos a arrancar los hilos blancos de forma definitiva.

El caos se desató.

Un desastre.

Todo pasó demasiado rápido como para que lo entendiera:

El grito de número siete.

Los hilos despegándose.

Voces. Nombres de los individuos. Rostros duplicados.

Un destello blanco.

Un pitido intenso y punzante.

Una onda de energía que reventó las paredes de la celda y comenzó a derrumbar la estructura en forma de embudo.

Sacudidas. Oscuridad. Mucha oscuridad. Una oscuridad que se desplegó por la realidad, como una red que debía tejerse con desesperación y fuerza alrededor de algo.

...

...

...

Y de repente, quietud.

Todo se enmudeció.

Silencio.

Un silencio antinatural. El silencio de la nada, de la soledad, del vacío.

Ax ahora estaba agachado, con las manos en su cabeza y los dedos aferrados con fuerza a su cabello. Encogido, temblando, con un montón de venas latiéndole sobre la piel como si fueran parte de otro ser vivo que debía estar adherido a su cuerpo. A su vez, de esas venas y de una forma horrible, salían un montón de hilos negros que se perdían en todas direcciones. Hacia arriba, hacia los lados. Era como una malla afilada que lo rodeaba. Grotesca, fea, como si fueran las arterias de algún tipo de organismo.

También, algo goteaba de su rostro hundido entre sus piernas.

No, no algo.

Eran lágrimas, pero eran negras, como aceite, ¿o como sangre?

Pero además de eso, nada.

Ni un sonido.

Hasta podía confundirse con la calma, con el tiempo suspendido.

Solo Ax, ahí agachado, quieto, creando un charco negro.

Aunque...

Aunque...

—¿Ax? —Se escuchó de repente una voz entre el silencio, muy preocupada—. ¡Ax! ¡¿Por qué parece que estás muriendo?!

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De mis caps fav hasta ahora, AHHH. Imaginar a Ax usando sus poderes así de YO SOY EL DADDY, es demasiado increíble y me vuela las pantaletas kajsjskks me sentí super feliz y llena de adrenalina escribiéndolo. POR CIERTO, ya vamos a entrar en las cositas rikolinas que ya quiero que lean, pero antes vamos a sufrir un poquito. Subo el siguiente más tarde, procesen esto primero. 

¡¿QUIÉN CREEN QUE LE HABLÓ A AX?! Tienen unas horas para adivinar :)


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