Capítulo 49

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—S-señor Villa...— tartamudee sin todavía creer tenerlo de piel enfrente mío.

—¡Cuanto tiempo, Daniela!— su brazo se apodera de mis hombros y me da un pequeño apretón. Parece como si el tiempo no hubiera pasado. —Creo que ya son casi 13 años, ¿verdad?— me pregunta y asiento aún aturdida. —Todavía recuerdo cuando estabas así— él coloco en el aire su mano simulando la estatura que tenía cuando contaba con 10 años de edad. —Y... y también recuerdo a mis hijas así— el tono de emoción cambió drásticamente y sus ojos se apagaron. —Mis hijas, ¿cómo están?— me pregunta mientras me guía hacía las escaleras que subí anteriormente.

—Ellas... ellas lo extrañan demasiado— confieso mientras bajo los escalones. Él muestra una pequeña sonrisa y deja de mirarme para observar como nos acercamos al primer piso de la casa.

—Yo las extraño a ellas, mira...— del bolsillo de su pantalón saca una foto arrugada y vieja donde se muestra a una pequeña Laura y una pequeña Lucía posando para la cámara. —Siempre las llevo conmigo— menciona con un suspiro triste.

—¿Por qué no regresó?— susurro, pero él logro escucharme.

—Daniela— él mira hacía todas partes y al ver vacío nuestro alrededor, me responde. —Es imposible escapar de aquí, ya lo he intentado— como si estuviera escondiendo algo a la vista de los demás, él se acerca a mi y alza la manga de su camisa larga hasta el codo. En el antebrazo izquierdo hay un escrito tatuado en su piel; no huyas.

—¿Quién le hizo eso?— lo veo con horror.

—Carl, él es el artista aquí ya que él me encontró en pleno escape, y Ben lo regañó muy duramente por eso, él odia estas cosas— ríe sin gracia. —A mis compañeros que también intentaron escapar los primeros años les fue igual porque Carl los descubrío, te iba mejor si Ben te detenía, Carl es más... intenso— cuenta. —Lo que sucede aquí es de locos— exclama en bajo mientras seguíamos nuestro camino.

—No lo dudo— digo casi en un murmuro. —El Profeta es el problema en este pueblo— lo miro y él convierte su rostro de uno tranquilo a uno alarmado.

—No digas eso en voz alta, aquí las paredes oyen— me advierte observando nuestras espaldas. Parece realmente asustado. —Ben es... es especial— abre la puerta que nos dirige a ese pasillo que conecta las dos casas y me deja pasar primero, algo que agradezco.

—¿Ben?

—Benedict— aclara. —No imaginaba que mi amigo simpático y amable se convirtiera en alguien... así de peligroso— dice mientras se detiene, quedando en medio del pasillo. —Te diría que me sorprende verte aquí, pero en realidad Ben ya nos había previsto que iba a traer a alguien, obviamente no sabía que eras tú, pero al menos me alegra ver una cara conocida— una sonrisa se forma en su rostro. —Aunque, ¿te digo la verdad?— asiento a su pregunta. —Me preocupa el hecho de que estés aquí, ¿por qué Ben te trajo?

—Parece que El Profeta quiere que me una al Nuevo Comienzo— le respondo y él alza una ceja.

—¿Y te preguntó?— asiento varias veces. —Que raro, comúnmente Ben no pregunta y simplemente hunde tu cabeza bajo el agua; así de rápido formas parte de su proyecto.

—¿Pasó por eso?— le pregunto con interés, pero niega con un sonido.

—Antes era más... amable— responde con sinceridad. —Pero cambio mucho desde hace casi cuatro años, nadie sabe que lo hizo volverse así— puedo notar su voz triste. Después de todo, eran buenos amigos. No puedo imaginar lo que debe sentir que una persona cercana tuya te haya alejado de tus hijas y te mantenga aquí encerrado. —Pero dejando las cosas tristes atrás, sigamos— su actitud mejora y me hace una seña para que lo siga.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora