Capítulo 9

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Siento algo acariciar mi mejilla. Me remuevo incomodo hasta que decido abrir mis ojos. Me alejo asustada al ver un ciervo cerca de mi rostro, el ,ante mi repentina acción, hace lo mismo y se va corriendo adentrándose más en el bosque. Mi pecho sube y baja a causa de la impresión, pero después me tranquilizo y observo donde me encuentro.

—Otra vez aquí...— susurro atónita. Entré al bosque sin darme cuenta. Me muevo un poco para intentar levantarme y mi espalda duele —Auch... maldición, tengo que hacer una nota mental de no dormir nunca más en el suelo de un bosque donde hay muchas piedritas y ramas— murmuro sarcástica mientras me levanto poco a poco.

El reloj y el diario siguen en mis manos y suspiro aliviada por eso. Todo está en orden. Los coloco sobre mi pecho y abrazo esos dos objetos que pertenecían a Poché. Por alguna razón eso me hace sentirla cerca. Guardo el reloj en el bolsillo de mi pantalón y el diario lo meto debajo de mi camisa, entre la orilla de mi pantalón y la piel de mi abdomen. Por el momento esos serán sus escondites.

Comienzo a caminar de regreso a casa pero me doy cuenta que me adentre tanto en el bosque que ya no se donde me encuentro, así que debo de encontrar algo que me guie pronto ya que puedo notar el cielo anaranjado y el Sol ocultándose poco a poco. Varios minutos después me doy cuenta que me encuentro cerca del río. Recuerdo lo que me dijo ese hombre raro en la mañana y siento un escalofrío recorrer mi espalda.

Justo cuando quise dar media vuelta y alejarme de este lugar, veo que, en la otra orilla, un grupo de personas con túnicas negras caminan en cuatro filas de diez, cada persona tiene una antorcha y un libro en su otra mano. Aguanto mi respiración al ver eso. Parecen una maldita secta, pero, ¿quiénes son?

Al frente de ellos encuentra otra persona, pero con una túnica blanca, y es el único entre todos que lleva una máscara. A su lado se encuentra el tipo raro que me vino a visitar en la mañana, él mismo que me habló del profeta. Ahora caigo en cuenta que ellos son de la Iglesia, pero, ¿qué...

—No te alarmes— escuché que susurran en mi oído derecho mientras una mano se coloca en mi boca y otra aprisiona mi cuerpo.

Mi cuerpo reacciona ante el peligro y comienzo a moverme salvajemente de un lado a otro intentando liberarme. ¿Quién es esta persona?, ¿qué hace aquí? Al ver que no tiene intenciones de dejarme ir, abro mi boca como puedo y muerdo su mano.

—¡Mmh!— la persona intenta gritar pero se calla a tiempo mientras se aleja acariciando su mano intentando bajar el dolor.

Me agacho solo para tomar una roca y cuando giro con mi arma en lo alto, me detengo sorprendida.

—¿Tú qué haces aquí?— susurro viéndolo de arriba hacia abajo dejando caer la roca al suelo.

—Es lo mismo que te pregunto— murmura mientras sigue acariciando su área de dolor.

—Yo...— intento inventar algo pero nada se me ocurre —Estaba...

—Shhh— me calla y se acerca un poquito más a la orilla del río. Estábamos detrás de las ramas de unos árboles y arbustos, así que es imposible que las otras personas nos vieran —Van a comenzar— dice.

—¿Por qué los estás espiando?— le pregunto con sumo interés —¿Tú no eres parte de la Iglesia?— una sonrisa burlona aparece en sus labios.

—Soy, pero no como ellos— sus ojos se centran en las personas que tiene a metros de distancia —No dejan que las personas que no sean los sacerdotes, obispos, o personas muy leales a la Iglesia, vengan a esta peregrinación— su voz denota decepción.

—¿Pero tú no eres leal?— abro mis ojos sorprendidas.

—Apenas voy comenzando en esto— confiesa sin apartar sus ojos de enfrente —Además...— por fin me ve —Se que ellos sospechan de mí.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora