Capítulo 24

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—¡Pero qué— entro de un portazo a la oficina del sheriff. Él esta sentado en su despacho con montones de papeles a su alrededor y cuando me mira entrar abre los ojos de par en par —¡Daniela, por Dios! Te hemos estado buscando desde hace un día, ¿dónde has estado?— pregunta levantándose de su silla para estar cerca mío —P-pero, ¿por qué toda tu ropa está así?— me observa confundido —Daniela, por favor dímelo todo— pide.

—Lo haré— digo al sentarme en una silla frente su escritorio mientras tiemblo por el frío. La tela húmeda pegada a mi piel no fue nada agradable en el clima frío del pueblo.

—Pero primero iré por una manta y un café caliente, por favor, no te muevas de aquí— asiento mientras lo veo salir rápidamente de su despacho.

Suspiro fuertemente y sonrío al estar, por fin, en un lugar seguro después de horas. Me siento tranquila aquí. Alzo la vista y veo el escritorio lleno de papeles, puedo ver claramente que se trata del expediente de su hija. Cuando intento ver los demás, estos no están por ninguna parte.

Me levanto y veo un tablero en una pared pegado. Ahí observo todo el mapa del pueblo y la foto del Profeta pegada sobre el mapa, parece que se la tomaron a escondidas. Veo muchas líneas por todas partes y puntos por seguir o ya hechos. Parece que llevan mucho tiempo queriendo atraparlo. Con lo de Johan, lo creo.

—Daniela...— giro mi cuerpo para verlo entrar con una manta y un café. Me pasa la cobija y yo me rodeó con ésta, después agarro el café que caliente mis manos frías por el agua y la helada noche —¿Te encuentras bien?— pregunta.

—Hudson— lo llamo ignorando su pregunta y él se queda en silencio —Acabemos con el Profeta— digo con el ceño fruncido y se queda sorprendido ante mis palabras.

[...]

—Bien, ¿estás más calmada?— me mira preocupado desde su silla y yo dejo caer mis hombros despreocupada —Daniela...

—Es que no entiendo porque me preguntas como estoy, Eli— digo entre dientes —Yo no estoy bien, nunca lo estuve, ¿contento? Ahora lo importante es el Profeta y que toda su secta desaparezca— no disimulo la rabia en mis palabras.

Él suspira algo estresado.

—Cuando no volviste después de haber corrido lejos de la escena del río hace un día, pensé que habías ido a casa. Tus amigas me llamaron horas después para saber si estabas conmigo, ahí caí en cuenta que algo malo pasaba. Te buscamos ayer por toda la tarde y temímos que algo malo te hubiera pasado, y más por todo lo que esta sucediendo— relato —Entiendeme que quiera saber como te encuentras— concluye.

Lo miro por unos segundos pero rápidamente aparto la mirada. Las palabras del Profeta no salen de mi mente. Hudson no hizo nada el día que Poché desapareció. Si él tan solo hubiera actuado a tiempo, probablemente la hubiéramos encontrado y...

—¿Daniela?— llama mi atención y despejo esos pensamientos de mi cabeza. Maldición, ese maldito se está metiendo en mi mente —¿Todo bien?

—El Profeta me encontró y me mantuvo cautiva por horas— confieso y él abré los ojos de par en par —Él...

—¡Daniela!— me calla mientras se levanta de un salto y toma mi brazo con un poco de brusquedad —¿Viste a mi hija? ¡por favor dime que la viste!— grita desesperadamente. Yo lo miro algo extrañada por su cambio de actitud tan repentino. Hizo que me diera miedo.

Cuando Hudson se dio cuenta de su acción, me suelta con rapidez y se vuelve a sentar masajeandose toda la cara algo frustrado.

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