Capítulo 19

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—¡Sueltenme!— grito con fuerza mientras me retuerzo en una silla de madera. No veo nada y me dejaron aquí con las manos atadas desde hace unos minutos —¡¿A qué estás jugando?!... maldita sea— susurro al sentir como la tela es removida de mi cabeza con fuerza.

Me tardo un poco en acostumbrarme a la luz tenue del lugar. Segundos después comienzo a dar ligeros vistazos a donde sea que me encuentre. Lo único que deduzco es que estoy en alguna parte del bosque, se que son lo suficientemente listos para saber que llevarme a un lugar del pueblo es algo llamativo y peligroso para ellos. Observo y me doy cuenta que estoy en una cabaña, aunque el término cabaña queda corto, estoy como en una casa gigante de madera, y por lo que puedo ver, estoy en un segundo piso ya que desde la ventana puedo ver casi la punta de un árbol, además de que el cielo parece estar oscureciendo. Observo también que hay velas por todas partes siendo la única fuente de luz, aunque también hay candelabros en el techo, como arriba de la mesa donde El Profeta se encuentra escribiendo algo en un cuaderno pequeño.

Trago saliva al verlo en una silla cerca de la mía, tiene su mirada abajo mientras que, con su mano derecha donde tiene una venda rodeando su palma, apunta algo en las hojas blancas de ese diario. Puedo ver que su escritura es grande además de que separa un poco las letras. Segundos después, escucho perfectamente un suspiro perteneciente a él, acto seguido deja caer a un lado del diario la pluma de tinta negra para así cerrar el cuaderno y elevar su rostro. Desvío mi mirada de él y a mi lado izquierdo hay una mujer de cabello castaño claro portando una sonrisa que parece no desaparecer con nada.

Me permito cerrar los ojos un momento y saco el aire retenido en mis pulmones. Veo la chica caminar hacia la silla del lado derecho del Profeta y sentarse en ella. Ahora tengo a esa mujer frente mío y a un hombre cuya identidad desconozco a mi lado derecho. Genial.

—¿Dónde están las chicas?— pregunto mirándolo para terminar este silencio —O... las que queden de ellas...

—A salvo— susurra deslizando el diario junto con la pluma hasta el centro de la mesa —Todas están a salvo del pecado ahora— dice mientras se levanta de su silla haciendo rechinar el suelo de madera —¿Sabes? A cada paso que damos estamos más cerca de nuestro destino— él camina hasta posicionarse detrás mío, y gracias a eso, comienzo a temblar ligeramente —¿Y sabes que es lo más maravilloso de eso?— pregunta escuchando su voz en mi nuca. Yo no respondo —Que tú estás aquí ahora— habla mientras siento el nudo que une mis muñecas soltarse poco a poco —Porque este es tu destino— la cuerda cae al suelo y separo mis manos para comenzar a acariciar mis muñecas —Y tú lo sabes muy bien, tú leíste la carta que te escribí— él pone una mano sobre la mesa y otra sobre el respaldo de mi silla encerrándome.

Ante esa confesión mis ojos se abren de par en par. Entonces... la carta que se encontró en el lugar del asesinato de Johan ¿es del Profeta falso?

—Yo te esperaba— se aleja de nuevo —Porque Dios te envió a mí lado, él me lo dijo hace tiempo, antes de que llegarás— confiesa dando vueltas  por la habitación —Daniela... ya nunca más te sentirás sola— susurra regresando su "mirada" a mí.

—Yo no me siento sola— aclaro rápidamente con la vista fija en él —Encontré personas que quiero y me quieren— El Profeta se ríe un poco antes de acercarse a mi de nuevo.

—Te falta algo y solo por eso te sientes sola aún con tanta gente a tu alrededor— su rostro se inclina para quedar a centímetros del mío —Tienes a decenas de personas a un lado tuyo y aún así te sientes incompleta, sin ganas, sin motivos para seguir, con un futuro nublado por la incertidumbre del "¿qué pasará?"... ¿y sabes? Estás creando tontos motivos para no rendirte, pero sabes que no sirven de nada— su mano derecha se alza para acariciar mi mejilla izquierda con lentitud —Te hicieron pensar que soy una mala persona, Daniela.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora