Capítulo 48

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Mientras El Profeta se encarga de abrir la puerta de la habitación donde nos encontrábamos anteriormente, en medio del pasillo siento una mirada sobre mí. Decido mirar hacía los lados para descubrir de donde proviene aquello, pero, extrañamente, no veo a nadie a nuestro alrededor.

—Primero tú— escucho la puerta abrirse y El Profeta señala con su mano dentro de la habitación. Todavía con algo de nervios, acepto entrar.

Camino hasta sentarme sobre la silla que antes ocupé, más El Profeta prefiere seguir de pie.

—¿Cuál es esa charla qué tenemos pendiente?— le pregunto mientras lo veo caminar de un lado a otro por el cuarto.

—No lo sé, Daniela, tú eres la persona que duda, no yo, pues tengo claro mi camino, más el tuyo sigue incierto— contesta sin dejar de caminar. —Así que vengo a insistirte por última vez— se detiene por fin y me ve desde el otro lado de la mesa. —Únete al Nuevo Comienzo y estarás de nuevo al lado de María José— su seguridad me hace querer doblegar, pero me resisto un poco más.

—¿Por qué el interés en qué me una?— susurro. —¿Yo qué tengo qué ver con todo esto?— hablo sin despegar mi mirada de él.

—¿A qué te refieres?— se cruza de brazos mientras se recarga en una pared.

—Tienes tanto empeño en que me una al Nuevo Comienzo, pero ¿por qué?, ¿para qué me quieres dentro? Tienes a más, ¿por qué yo?— le comienzo a interrogar, El Profeta parece reír mientras comienza un camino hacía mí.

—Lo hago porque te estoy dando la oportunidad de estar al lado de María José— responde al detenerse a mi lado derecho. —Esta propuesta te da la posibilidad de que estén juntas— su mano se posa sobre la mesa para ayudarlo a acercar su rostro a mi oído. —Ella nunca se irá de aquí, Daniela, de eso me encargo yo— murmura cerca de mi oído. Yo aprieto la tela de mi pantalón con mis manos para evitar hacer un acto no tan bueno contra él.

—Ella ni siquiera tocará este lugar, de eso me encargo yo— le hago saber.

—Sigues empeñada en cambiar el pasado, ¿verdad?— me pregunta con algo de molestia al alejarse de mí.

—Haré lo que haga falta para que Poché no pasé por esto— confieso sin siquiera mirarlo.

—¿Es qué acaso no te das cuenta?— El Profeta dice mientras hace un recorrido alrededor de la gran mesa.

—¿De qué?— frunzo un poco el ceño esperando sus palabras.

—Las cosas suceden porque así tienen que pasar— asegura. —Si cambias algo, todo puede terminar mal, aún más de lo que ya es. Si la vida quiso que las cosas sucedieran así, así tenemos que vivirla. Hay cosas que pasan y no nos gustan, o lo hacen, pero de eso se trata vivir, de experimentar victorias y fracasos— se detiene y regresa su mirada a mí. —Pero tú solo quieres que todo salga como tú deseas, solo tú quieres sentirte feliz, tú solo quieres victorias para ti, no te importa si los demás fracasan por eso, no te importa nadie, solo te importa salir beneficiada— la ira con la que dice esas palabras, me hace sentir miedo. —Ya has cambiado vidas porque para ti estaba bien, dime Daniela, ¿cuántas más faltan para qué cambies la tuya?— me pregunta.

—Las que hagan falta— le respondo segura. Ahora mismo eso no me importa, solo me importa cambiar el destino de Poché.

—¿Vas a pasar por la vida de los demás como si nada?— dice sorprendido. —Daniela, se que nadie sabrá si su vida cambió, pero el sentimiento se queda y es horrible vivir con la incomodidad de sentir que tu vida pudo ser diferente y mejor. Eso a la larga se volverá un fastidio que no te permite vivir y los años restantes te la pasarás en un aura llena de amargura y tristeza tratando de encontrar algo que llene tu vida, pero es imposible, lo que tanto te hacía feliz desapareció porque una persona intentó jugar con el tiempo y terminó arruinando todo— explica. —¿De verdad quieres eso?

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora