Capítulo 25

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—¿Tendré que ir con Las Villa y a Kim?— me pregunto en un susurro mientras recorro las calles del pueblo. Eran casi las nueve de la noche, muy tarde, así que prefiero no molestarlas, mejor esperaré hasta mañana ya estando lista para responder todo su interrogatorio.

Quiero llegar a casa, o la que antes era mi casa. A cada paso que doy me siento aún más cansada y mareada. Solo quiero llegar a un lugar tranquilo y dormir sin temer de absolutamente nada.

A solo unas cuadras de llegar a la casa de Margarita, me detengo en una cafetería local muy bien iluminada al ver a una pareja bastante conocida por mí.

—¿Quieres algo de té?— pregunta Robert sentado en una de las sillas de una mesa que está afuera. Su pierna está encima de la otra y una mano sostiene la pequeña taza y la otra se mantiene sobre su regazo.

—¿O café?— ahora fue el turno de Rosalind de hablar. Ella está en la misma posición que él.

Los observo unos ojos analizando que responder, entonces es ahí cuando él hace acto de presencia de nuevo en mi mente.

"Pregunta que le hicieron
a María José"

—Prefiero hablar con ustedes— contesto a sus dos preguntas mientras los observo fijamente. Ellos se miran entre sí y sonríen.

[...]

—Me parece extraño que ustedes hayan dicho que no querían que ninguna persona los mirará, pero están aquí en una cafetería del pueblo— comento mientras abren las puertas de cristal de la cafetería y un olor agradable a café me atrapa. Huele delicioso.

—Que atenta eres con nuestras palabras, Daniela— reconoce Robert —Pero no te preocupes, si es que lo estabas, está es una cafetería que nos pertenece y no esta abierta para el público, no por ahora— dice mientras camina hacia detrás del mostrador —¿En serio no quieres nada?— pregunta —El chapuzón que diste te puede tener muerta de frío— sus palabras me dejaron sorprendida. ¿Cómo lo saben?

—Toma— giro hacia mi derecha para encontrarme a Rosalind con una chaqueta de cuero café en sus manos —Seguro tienes algo de frío— me sonríe antes de dirigirse con Robert. Me coloco la chaqueta y, extrañamente, se me hace muy familiar.

—Ten, algo de café con leche, necesitas calentar tu cuerpo con algo, no nos gustaría que te resfríes— una sonrisa ladina se muestra en el rostro de Robert mientras desliza la taza de color blanco sobre la barra de madera oscura. Me siento en un banquillo y solo puedo observar el contenido. Mucho café por hoy —Bien, ¿de qué quieres hablar con nosotros?

—Debería de ser algo importante para tener ese rostro, ¿no?— comenta Rosalind mirándome con detenimiento. ¿Tan observadora tiene que ser?

—Sí— susurro. Tengo miedo de esta pareja, no se quienes son del todo y lo que pueden llegar a hacer —Hablé con El Profeta— menciono y ellos sonríen emocionados.

—¡Sí estás aquí es porque eres de mente fuerte!— exclama Robert entre risas mientras se recarga en la barra del mostrador —Te pidió el reloj, ¿verdad?

—No...— respondo dejándolos sorprendidos —En realidad, él confía en que yo misma se lo de.

—Pues se quedará esperando— se burla Rosalind —Él sigue siendo tan ingenuo pensando que todos van a caer a sus pies.

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