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—Maldita sea— una vez más había amanecido con dolor de cabeza. Tenía mi palma presionando mi frente para así poder aliviar un poco el malestar, pero no estaba funcionando.

Me senté sobre mi cama abriendo un poco más mis párpados encontrándome de nuevo en mi habitación... años atrás.

—No por favor, no otra vez— pedí mientras tenía mis manos cubriendo mi rostro. ¿Hasta cuándo parará esto?

Me levanté de mi cama y di pasos pesados hacia el baño, entré yendo directamente al espejo para verme una vez más.

—¿Por qué pasa esto?— le pregunté a mi reflejo. Pensé que después de esa visita con aquellas personas todo se resolverían, pero ahora veo que no es así. Maldición.

—¡Amor! ¡Calle!— di un pequeño saltito al escucharla gritar.

Corrí a la puerta del baño y la cerré de un portazo antes de permitirle la entrada. Ahora no quiero ver la ilusión o lo que sea que fuera de ella.

—¿Calle?— su tono de voz fue apagado. Creo que notó que había hecho eso porque ella se acercaba, así que seguramente se lo tomó mal —¿Por qué cerraste la puerta?

—E-estoy en el baño— contesté con obviedad mientras seguía pegada a la puerta de madera esperando a que se fuera.

—Mmm, está bien...— no lo dijo tan convencida —Solo venía a decirte que Mafe ya terminó el desayuno, así que vine a por ti para que comieras algo antes de irnos.

—Gracias, ahora bajo— dije seria y me quedé en silencio, segundos después escuché un emitir un sonido de afirmación y la oí salir de mi cuarto.

Suspiré sacando todo el aire en mis pulmones y recargué mi espalda en la puerta de madera tratando de pensar mejor las cosas. Esto no estaba yendo para nada bien, tenía que salir de aquí de alguna forma.

Salí del baño con cautela esperando que ella no estuviera afuera, y gracias a lo que sea que exista, así fue. Busqué en mi ropero ropa cómodo y, al encontrarla, me puse un suéter gris, pantalones rasgados negros y unos tenis del mismo color.

—Tengo que irme de aquí— susurré teniendo algo en mente.

Abrí la ventana de mi cuarto y salí por esta hasta tocar con mis pies sobre tejado. La altura no era un problema, pero igualmente, sí me dejará caer, sufriría una lesión en el tobillo. Con mucho cuidado me acerqué al árbol a un lado de mi casa y bajé por el implorando no caerme o que las personas dentro de mi casa no se dieran cuenta de mi escape. Alcancé a tocar el suelo sin ningún golpe y suspiré aliviada.

—Ahora... ¿a dónde voy?— me pregunté a mi misma mientras miraba a todas partes. Quería acabar con esto de una buena vez por todas.

En eso la puerta de mi casa se abrió haciendo que corriera y me ocultará detrás de unos arbustos. Miré a mi papá salir con su portafolio en mano y se subió al coche. Mamá se despidió de él con un beso para después cerrar la puerta del auto. El carro se alejó de la casa hasta perderse en la lejanía.

—¡¿Calle?!— alcé mi vista hacía arriba viendo la ventana de mi habitación abierta. Poché había entrado a mi cuarto buscándome y no tardaría mucho en darse cuenta que no estoy ahí.

—Tengo que salir de aquí— murmuré mientras corría hacia la parte trasera de la casa vecina.

[...]

—¡Auch!— me quejé en bajo por décima vez. Miré mi antebrazo ya enrojecido por los pellizcos previos que di en mi piel —Aún sigo aquí— murmuré viendo mi alrededor.

Estaba desesperada, muy desesperada diría. Odio estar aquí por el simple hecho de que ella también lo está y eso hace que mi corazón duela. Ver su cara me hace recordar que tuve la culpa de lo que le pasó... si tan solo le hubiera dicho esa noche que se quedará en mi casa posiblemente las cosas hubieran terminado diferente.

—El hubiera no existe, Calle— me repetí mentalmente mientras seguía caminando.

Llevaba más de media hora mi caminata por el pueblo. Realmente no sabía a dónde me dirigía porque no tengo a nadie quien me ayude, todos parecen estar locos aquí y yo soy la única cuerda en mi sueño... ¿o seré la única loca? No lo sé, pero odio que todo sea tan real.

Creo que llevaba más de una hora caminando porque las casas se hacían cada vez más y más lejos, aunque se que todavía no había salido del pueblo, se que no tardaba nada para hacerlo.

Detuve mis pasos al escuchar el sonido de un río, no se porque eso logro llamar mi atención, pero me se me hizo muy atrayente.

Caminé siguiendo la carretera rodeada de pinos con muchos metros de altura. Cada vez el ruido del río se hacía más cerca y eso hacía que mi corazón se acelerará sin ningún motivo.

Respiré hondo hasta ver un puente de piedra en medio de la carretera, esté estaba vacío sin ninguna advertencia o algo, así que me acerqué rápidamente. El río estaba corriendo muy rápido como si el agua quisiera llegar a un lugar pronto. No era tan grande, pero si era lo suficiente para que una lancha pasará por ahí.

—Perfecto— susurré para mi misma. Coloqué mis manos sobre el lateral del puente, este me llegaba hasta mi cintura —Perfecto— repetí mientras subía un pie a este dándome un impulso con mis manos.

Con algo de esfuerzo mis dos pies llegaron a estar arriba de la barandilla del puente. Me encontraba viendo hacía la corriente del río, esto me daba miedo, claro que sí, pero no encontraba otra manera de acabar lo que esta pasando.

No entendí porque me sucedía esto a mí, pero lo tenía que acabar. Será que, sí muero en mi sueño lúcido, termine con esto de una buena vez por todas. Solo necesitaba liberarme de esta tortura.

Apreté los nudillos de mis manos mientras respiraba hondo. Morir ahogada era una cosa horrible, pero más horrible en seguir viéndola sin poder hacer algo para tenerla de nuevo.

Tragué saliva y miré por última vez. Estaba lista.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora