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Desperté abriendo lentamente mis ojos, pensando si levantarme o quedarme para siempre en cama, pero eso se disipó cuando caí en cuenta en donde me encontraba. A causa de la sorpresa, me moví bruscamente, para poder sentarme sobre mi cama, haciendo que el cuerpo, que antes parecía inerte, se removió haciendo sonidos de bebé. La mano que antes rodeaba mi torso se quitó de ahí y ahora ella estaba dándome la espalda para seguir durmiendo. Suspiré agradecida de no haberla despertado.

Cerré los ojos pensando que al acabar de contar cinco segundos todo esto iba a desaparecer y estaría sola en mi cama como siempre desde hace cinco años, pero fue inútil porque al abrirlos de nuevo seguía aquí junto a ella.

Maldición, entonces sí es real.

Me levanté de mi cama con cuidado de no hacer demasiado ruido. Al estar frente a la ventana, la abrí asomándome para observar el paisaje que esta me permitía. Todo estaba tan pacífico, el sonido que provocaba el aire al mover las hojas de los árboles era tan relajante. Cierro los ojos dejándome envolver por las emociones que estaba teniendo en el momentos llenando mis pulmones de aire fresco.

—Calle...— escuché una voz ronca a mi espalda que perfectamente se de quién es. Giré sobre mis talones para verla tallando sus ojos apenas despertándose de lo que creo que fue una larga siesta —¿Sabes qué hora es?— preguntó entre un bostezo.

Esto ya no es ese sueño y nunca lo fue.

—¿Calle?, ¿qué sucede?— me preguntó mientras me pegaba a la pared detrás mía y me dejaba deslizar hacía abajo. Poché se levantó de la cama con rapidez y se acercó a mí —¿Otra pesadilla?— se sentó a mi lado haciendo que mi cabeza cayera sobre su hombro. Sus manos acariciaron mi cabello y parte de mis mejillas, como ella solía hacerlo para calmarme.

No respondí a su pregunta y seguí en silencio dejándome envolver por sus suaves caricias que me estaban calmando. Solo... necesito pensar.

—¿No quieres contarme que sucedió?— preguntó en un tono bajo, yo cerré los ojos negando con su cabeza —Está bien, no pasa nada si no quieres contarme— susurró dejándome un beso en la cabeza —De igual manera siempre estará para ti, sin importar que, y cuando crees que ya estés lista para contarme algo, aquí estaré, no me iré... puedes confiar en mí, amor, lo sabes ¿verdad?— dijo y asentí sintiendo la primera lágrima recorrer mi mejilla —Me gusta que lo sepas— no la veía, pero se que hizo una de sus hermosas sonrisas —Bien, iré a ver si ya está el desayuno, o si puedo ayudar en algo— ella estaba decidida a levantarse, pero se lo impedí agarrando su rodilla y pierna para que volviera a sentarse a mi lado.

—No te vayas— subí mi rostro hasta ocultarlo en su cuello para así poder embriagarme en su aroma —No otra vez— añadí —Quédate un poco más— susurré —Yo haré que te quedes un poco más— le sonreí débilmente mientras acariciaba lentamente su mejilla derecha desde mi posición.

Poché, desde su lugar, alzó una mano para acariciar mi rostro llevando un mechón de mi castaño cabello hacia atrás de mi oreja. Me miraba con sus ojitos brillosos que me cautivaron al segundo.

—¿Por qué me miras así?— pregunté avergonzada ya que no apartaba sus ojos de mí —Pareces como si vieras algo de otro mundo.

—Y tienes razón— ella suspiró con una sonrisa tonta —Eres de otro mundo, Daniela Calle— dijo abrazandome fuertemente —Debemos irnos o si no tu mamá se va a enojar aún más de lo que ya está.

—¿Por qué se enojarín aún más?— pregunté extrañada mientras me levantaba junto con ella.

—¿Lo dices en serio?— alzó una ceja viéndome extrañada. Asentí a lo que dijo —Bueno, si no recuerdas, tu mamá nos regañó a las dos por pasar la noche fuera de casa, dijo que no saldríamos hasta que...

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora