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Me moví incómoda sobre la cama, dando vueltas aún sin abrir los ojos. Los cantos de las aves se escuchaban como si estuvieran al lado de mi oído y eso me molestaba demasiado.

—Mierda, no— gruñí mientras cubría mi cabeza con una almohada, esperanzada a que eso silenciará un poco ese molesto sonido.

—¡Daniela!— escuché gritar a lo lejos.

En un segundo ya estaba sentada sobre la cama después de haber oído mi nombre a lo lejos. Un exquisito olor inundó mis fosas nasales haciendo que mi estomago comenzara a rugir de hambre.

—Espero que sepa cómo huele— exclamé, refiriéndome a la comida, con mi boca hecha agua.

Quité las sábanas encima mío y me senté para buscar mis pantuflas. Cuando me paré de la cama, mi vista se posó en toda la habitación, y al verla, detengo cualquier movimiento que estaba a punto de hacer.

Primera observación: ¿dónde estoy? Obviamente en mi cuarto, pero... ¿por qué todo se ve así? Me sentí como cuando tenía 17 años con los pósters gigantes de mis cantantes y actores preferidos pegados por todas las paredes. Luces navideñas acompañadas de polaroids, los muebles de un tono rosado bebé, ¡y hasta las sábanas de la cama son de perritos! Estoy completamente segura que así no estaba antes de dormir.

—¿Estaré soñando?— pensé todavía confundida al ver el diseño de mi cuarto de hace años.

Entré al baño mientras me estiraba para relajar mis músculos. Hice mis necesidades y después me dispuse a cepillar mis dientes. Cuando alcé la vista para verme en el espejo, mis ojos se abrieron de par en par por la sorpresa.

Mi pelo largo había sido remplazado por mi corte hasta los hombros de hace años. ¿Pero qué está pasando?

—¡Daniela!— giré mi cuerpo con todavía el cepillo en la boca encontrándome con mi mamá en la puerta del baño.

¡¿Qué está haciendo ella aquí?!

—¿Mamá?— la miré sin comprender nada.

—Pensé que ya estabas lista para irte, ¡ya es tarde y tu papá te espera para desayunar! Así que vístete y baja— ella habló sumamente enojada para salir del baño y después escuchar la puerta de mi cuarto cerrarse.

Terminé de lavar mis dientes y me di la ducha más rápida de mi vida para después salir y ponerme ropa casual. Salí de mi habitación para bajar las escaleras comenzando a oler una vez más ese aroma delicioso.

—Vaya, hasta que despiertas— papá estaba sentado en una de las silla del comedor mientras leía un periódico. Esto extrañamente me hizo recordar a todas las mañanas que pasaba con ellos antes de que nos fuéramos de aquí.

—Papá, mamá, ¿qué hacen aquí? Pensé que estaban en la ciudad— comenté mientras caminaba para tomar asiento en una de las sillas y ver mi plato con mi desayuno listo.

—¿En la ciudad?— mi papá me miró confundido —¿Qué estaríamos haciendo allá?

—Eh ¿vivir? Nos mudamos ahí hace años, ¿por qué preguntan?— dije y ellos se miraron entre sí —Por cierto, ¿y Margarita dónde esta? ¿Y Ramón?— miré por toda la cocina y parte de la sala para ver si encontraba al pequeño pug corriendo por ahí, pero no vi nada.

—Dani, ¿estás bien?— mi mamá fue la primera en preguntar sentándose enfrente mío y al lado de mi papá.

—Sí— respondí con sinceridad —¿Pasa algo?

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora