Capítulo 60

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《Cuando abrió el séptimo sello, se hizo silencio en el cielo como por media hora.
Y vi a los siete ángeles que estaban en pie ante Dios; y se les dieron siete trompetas.
Entonces los siete ángeles que tenían las siete trompetas se prepararon para tocarlas.》


—¿Lucas?— susurro dando pasos hacía atrás, escondiéndome de nuevo dentro de aquel grupo de gente y huyendo del alboroto.

¿Qué está haciendo aquí?, ¿dónde está el sheriff?, ¿por qué actuó solo?, ¿Hudson vendrá con ayuda?, ¿tan siquiera tuvo tiempo de pedirla? Las preguntan martillan mi cabeza hasta hacerla doler. Cada vez se vuelve más insoportable a pesar de que el dolor no sea nuevo. Quiero dejar de sentirlo al menos por un día, pero se que eso no será posible hasta que termine todo este problema.

Dejo de pensar un momento para centrarme en una cosa: el duelo de miradas que llevan a cabo El Profeta y Lucas. No puedo ver la expresión del primero, pero su contrario esta lleno de ira. Puedo notar su mandíbula tensa y como su cuerpo tiembla de la rabia.

—Llévenlo abajo— fue lo único que dice El Profeta sin dejar de ver a Lucas. —Necesito saber la razón por la cuál esta...— sus palabras son interrumpidas por el alzamiento abrupto del contrario.

—¡Benedict!— grita mientras es sostenido de los brazos por otras dos personas impidiendo que se acerca a El Profeta. —¡¿Dónde está Benedict?!— su pregunta queda en el aire. Todos guardan silencio esperando una respuesta. Lucas se calma un poco mientras respira pesadamente sin dejar de ver a la persona delante suya.

—Hagan lo que les pedí— fueron con esas simples palabras la forma en que ignoró completamente a Lucas. Las personas a su cargo asintieron y se lo llevaron arrastras mientras el seguía resistiéndose.

El Profeta se encarga de disipar a toda la multitud sobrante con tan solo su simple silencio. Todos comienzan a moverse dejando el salón de entrada vacío. Aprovecho el revuelvo entre la multitud para escabullirme de regreso a la habitación donde estaba.

—Rosalind, sucedió algo no tan bueno— digo entrando a la habitación, pero justo cuando alzo mi mirada para verla, las siguientes palabras quedan atoradas en mi garganta al ver a Robert aquí, a un lado suyo.

—Hola— él saluda como si nada hubiera sucedido hace horas en la cafetería. Parece que esta mejor a comparación de la última vez qué lo vi. Luce... en sus cinco sentidos.

—Estás aquí— susurro todavía procesandolo.

—Espero estar equivocado, pero te escuchas un poco decepcionada— me mira ladeando su rostro pidiendo una aclaración.

—No quise dar a entender eso, simplemente me sorprendió mucho el verte— me corrijo rápidamente apenada. Él asiente comprendiendo mi actitud. —La última vez que te vi, no te trató tan bien El Profeta...

—No es novedad, siendo sincero, estoy acostumbrado a eso— sonríe levemente. Él, quien se encuentra sentado en el suelo, busca ayuda de Rosalind para ponerse de pie.

—Robert llegó con compañía— mis ojos ahora van a su acompañante. Rosalind menciona mientras arregla la corbata que viste Robert. —Las chicas— agrega al ver que no entendí a quien se refería.

Abro mis ojos soltando un suspiro. Guau, eso... si que es una gran sorpresa, y no puedo evitar ponerme feliz por ello. Una sonrisa comienza a crecer en mis labios entre más tiempo pienso en esa noticia. Escuchar eso me emociona más de lo que esperaba. ¿Eso quiere decir qué hay posibilidades de qué Poché esté con ellas? Si es así, podrá hablar con las chicas sobre huir de aquí, e independientemente del resultado, por fin podremos irnos ella y yo.

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