Capítulo 29

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Miércoles 13 de Febrero del 2019.
9:26 a.m.

Alargo un bostezo mientras tomo de mi taza de café mañanera. Después de llegar a casa ayer por la noche, me dispuse a dormir y creo que eso me ayudó, junto con el medicamento, ya que me siento mejor que anoche. Tengo todavía síntomas leves, pero no para decaer como lo hice. Ahora, estoy sentada en el sofá de la sala mientras Ramón tiene su cabeza sobre mi muslo derecho y yo acaricio con lentitud sus orejas. Me encuentro viendo un programa familiar de retos, pero mi atención no está en eso ya que mi mente sigue reproduciendo las escenas que pasaron ayer por la noche con El Profeta una y otra vez.  Aún no puedo creer que tuviéramos esa charla tan tranquila... no vuelvo a tomar tanta medicina.

Mientras mi café se va acabando a cada trago que doy, escucho pasos bajando rápidamente las escaleras, segundos después, Margarita aparece en mi campo de visión.

—Buenos días, Dani— saluda con una gran sonrisa mientras guarda algo en su bolso. Ella trae puesto un vestido verde y tacones blancos. Lleva un maquillaje que combina con su vestuario y su cabello rojizo está suelto y ondulado.

—Buenos días, Margarita— le devuelvo el saludo con una leve sonrisa. Ella parece algo angustiada —¿Sucede algo?— le preguntó tratando de encontrar el motivo de su preocupación.

—Sí, mi nieto no me responde las llamadas— dice mirando su celular una y otra vez —Se suponía que vendría por mí para llevarme a la misa de esta mañana— comenta.

—¿Y no ha aparecido?— indago desconcertada y ella niega.

—No, lo he estado esperando por varios minutos, pero no llega y no me llama— dice desanimada mientras suspira. Al pasar los segundos, me levanto del sofá dejando la taza en la mesita que hay en la sala, camino hasta Margarita y saco las llaves que tengo en mi chaqueta.

—Yo la llevo, no tengo nada que hacer hoy— alzo los hombros despreocupadamente.

—¿Estás segura, hija?— pregunta mostrando una sonrisa en su rostro y asiento convencida —¡Muchas gracias, Dani!— dice acariciando mi hombro para después adelantarse y salir de la casa. Yo sigo sus pasos cerrando la puerta de entrada, no sin antes prometerle a Ramón que regresaré pronto.

Pasando el jardín de casa, llego a mi auto y me subo en el asiento de piloto. Margarita ya está dentro. Enciendo el coche y arranco hacía el centro del pueblo. En el camino, pongo música no tan fuerte, sino en un volumen moderado donde ella y yo podamos platicar sin problemas de no escucharnos. La mañana de hoy es tan hermosa y no hace tanta calor como otras veces. Hoy se siente un agradable clima como para caminar por la plaza principal. Pasando los minutos, llegamos a la iglesia y me entretengo buscando un lugar donde estacionarme. Mientras distingo un espacio disponible a unos metros, un 'señalamiento' de paso llama mi atención dejándome totalmente desconcertada.

 Mientras distingo un espacio disponible a unos metros, un 'señalamiento' de paso llama mi atención dejándome totalmente desconcertada

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"Vamos a escuchar a los muertos hablar"

Yo presa de la confusión, trato de ignorar un fuerte presentimiento no muy bueno y sigo conduciendo hasta estacionarme detrás de un coche. ¿Qué habrá sido eso?

—Gracias por traerme, Daniela— Margarita comenta mientras se desabrocha el cinturón de seguridad para así agarrar su bolso y colgarlo sobre su hombro derecho.

—No hay de que, lo hago con gusto— le sonrío mientras la veo bajarse del auto. Ella parece querer cerrar la puerta del copiloto, pero al final termina decidiendo meter su cabeza para mirarme.

—¿No quieres venir? No me gusta ir sola, mi nieto siempre me acompaña, pero ya sabes...— susurra con una mueca. Yo dudo, obviamente entrar a lo que es 'la boca del lobo' no me favorece en nada, pero luego pienso que eso sería algo bueno ya que vería como actúan y si hacen algo sospechoso con las personas que van.

—Claro— digo mientras desabrocho mi cinturón para bajar de mi vehículo. Aseguro el coche y comienzo a caminar a la entrada de la iglesia. La construcción en si es sorprendente, parece un castillo.

Las dos llegamos a la entrada de más de tres metros después de subir 10 escalones. Hay gente afuera hablando entre sí, y unas entrando en bolita mientras ocupan bancas dentro del templo. Margarita y yo entramos buscando un lugar y lo hallamos en medio con una vista muy buena hacía donde se comienza la ceremonia. Las dos intentamos ir hacia allá, pero a mí me lo impidió una mano alrededor de mi antebrazo.

—Ah...— ahogo una exclamación al ver la persona frente mío. Me encuentro impresionada de su repentina aparición.

—¿Tú? ¿Aquí después de todo lo que pasaste?— Lucas me enfrenta con la mirada. Puedo ver sus ojos marrones algo molestos detrás de sus anteojos.

Estaba a punto de contestarle dónde ha estado todo estos últimos días ignorando su pregunta inicial, pero Margarita me interrumpe.

—¿Pasa algo, querida?— pregunta al ver la mano de Lucas rodeando mi brazo. Creo que piensa que estoy en problemas.

—No, todo está bien— la tranquilizo mirándola por unos segundos —Margarita, ¿puedes adelantarte unos momentos? Tengo algo qué hablar con él— señalo con la mirada a Lucas. Ella lo ve con desconfianza, pero después suspira para asentir y dar media vuelta yendo a las bancas. Giro mi rostro regresando mi atención a él.

—¿Tú qué haces aquí?— lo interrogo con una mezcla de desconfianza y mucha intriga. Él me mira vacilante, pero después niega con su cabeza.

—No es lugar para hablar— dice mirándome fijamente a los ojos, después, acerca sus labios a mi oído derecho —Las paredes oyen— susurra. Instintivamente, observo el lugar y veo algunas personas de vestimenta blanca a lo lejos con sus ojos en nosotros. Trago saliva.

—Entonces, ¿nos vamos?— le pregunto en voz baja. Lucas sonríe de lado.

—No— contesta —Nos quedamos.

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