3˙6 olnʇídɐɔ

3.8K 423 193
                                    

Pensé que regresaríamos a casa pero no fue así. Estábamos en el centro del bosque.

—¿A dónde vamos?— le pregunté mientras ella me guiaba con su mano agarrando mi muñeca.

Cada paso que dábamos, era cada rama de árbol que crujía bajo nuestros pies.

—¿A dónde más crees?— me respondió con otra pregunta. Yo hice un puchero tratando de recordar.

—Entiendo— le sonreí mientras seguía sus pasos más relajada. Recordaba perfectamente este camino pues llevaba la cascada que encontré con Poché.

Minutos después pude escuchar el ruido del agua acompañados de una melodía hecha por pájaros merodeando por ahí.

—Este es nuestro lugar...— comenzó a hablar Poché mientras se sentaba en una roca gigante a la orilla del gran cuerpo de agua que se formaba al final de la cascada —¿Recuerdas como lo descubrimos?

Reí —¿Cómo olvidarlo?— contesté sentándome en otra roca y observé mis tenis —Nos perdimos por tu culpa ya que preferirte seguir a ese ciervo que seguir a los demás— recordé.

—¡Oye!— Poché se quejó haciendo que soltará una carcajada —Era un venado muy hermoso— se defendió torpemente —Bueno, al menos agradeceme que haya encontrado este lugar— mencionó.

—Si tú lo dices— rodé los ojos y la escuché reír levemente.

Nos quedamos en silencio, solo con el agua de la cascada caer y el canto de los pájaros y ranas crujiendo a lo lejos.

¿Por qué nos quedábamos calladas? No lo sé, pero no me sentía bien hablar con esta Poché, en realidad, sentí que me estaba mintiendo a mi misma. Primero tenía que descubrir que pasaba en realidad.

—¿Qué nos pasa?— los brazos de Poché me rodearon por detrás y su mejilla impactó en mi espalda.

—Poché...— traté de hablar pero ella me interrumpió.

—¿Estoy haciendo algo mal?— la escuché decir y sentí su agarre aún más fuerte. Me sentí mal por oírla así de apagada.

—Ey, no estás haciendo nada mal— me giré hasta que nuestros cuerpos quedaran frente a frente. Tomé las manos de Poché y la hice sentarse sobre mis piernas —¿Por qué dices eso?

—No lo sé— suspiró frustrada —Ayer fue un día normal— comentó —Pero hoy... hoy te he sentido muy distante, como si no quisieras estar cerca mío y... lo que paso hace uno momentos... no sé, me siento culpable de todo— agachó su mirada y noté como sus ojitos se cristalizaban.

—No, no es tu culpa— la tomé delicadamente de las mejillas para que me viera —Y nunca será tu culpa— dejé un beso en su frente.

—¿Y entonces por qué querías saltar?— ella preguntó mientras fruncía su ceño —Puedes hablar conmigo de lo que sea que te esta pasando— dijo tomando mis manos, trasmitiendo todo su apoyo a mí.

—No es nada— junté su frente con la mía —Ya no lo es— suspiré. Ahora entendía todo.

—Pero, mi amor...— Poché tomo mis mejillas —Estabas a punto de saltar... me preocupas, Calle, lo sabes— confesó.

—Poché, no es nada, en serio— la miré fijamente a los ojos —Ya no volverá a pasar, te lo juro.

Me miró con desconfianza, yo tragué saliva, así que acerqué mis labios en busca de los suyos. No esperé mucho para sentirlos sobre los míos. Nos separamos después de unos segundos y ella ocultó su rostro en el hueco de mi cuello y me abrazó, y yo rodee su cintura con mis brazos.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora