Capítulo 23

2.6K 365 153
                                    

¿Limpiar mis pecados?

—¡No!— grito más alto de lo que debería. Todos se quedan observándome extrañados y Carl detuvo su andar —No seré una de ustedes— digo con determinación.

El Profeta, quien se encuentra en el río, sale de ahí a paso lento. Cuando llega a estar frente mío con su ropa empapada de cadera para abajo, se detiene.

—Eres igual que ella— susurra —Tan obstinada, terca... se podría decir valiente— no aparta su mirada de mi rostro —Nunca se dio por vencida aún en sus últimos momentos como la persona que conociste— continuo —Aún cuando su cabeza estaba bajo el agua, pensó en ti— sus palabras hicieron un fuerte efecto en mí —Pero eso se acabó cuando el agua aclaró su mente y limpio cualquier pecado, ahí pudo ver perfectamente que, donde estaba ella, es donde tenía que estar. Se dio cuenta que es especial y se entregó a la palabra de Dios para anunciar su mensaje— su vista ahora esta sobre el río —¿Y sabes una cosa?— vuelve a verme —Puedes estar con María José, a su lado, anunciando la buena nueva— alza su mano hasta estar a la altura de su cintura —Ha llegado el momento de verla, toma mi mano, y estarás con ella, Daniela. Llego el tiempo de que ya nadie más las pueda separar— finaliza.

Estaba perpleja ante sus palabras, mi mente está totalmente bloqueada y no tengo posesión de mis movimientos. Ni siquiera puedo detener mi mano que comienza a subir para alcanzar la de él.

No me importa lo que tenga que hacer, o lo que me tenga que convertir, solo me importa estar al lado de Poché. Para siempre y juntas.

Antes de tan siquiera rozar las puntas de nuestros dedos, alguien grita llamando nuestra atención.

—¡Sal de aquí!— la misma persona que vi ayer de túnica negra golpea alguien por el estómago logrando quitarle su arma y disparando al aire. Ante esa acción, todos agachamos nuestras cabezas instintivamente, menos el Profeta.

Dirijo mi vista de nuevo a esa persona que comienza a amenazar a todos y algunos la apuntan. Muchos se encuentran acostados en el suelo protegiendo sus cabezas. Presa del pánico, presiono mis puños y grito con todas mis fuerzas.

—¡Poché!— la persona totalmente encapuchada alza la cabeza para verme por algunos segundos aunque yo no pudiera verla. Con los ojos llenos de lágrimas, intento dar un paso a ella pero el ruido de un disparo ensordece mis sentidos. Le han dado en el hombro.

Ella cae hacia atrás chillando de dolor mientras su arma cae a un lado suyo. Intento ir a ayudarla, pero con fuerza toma su arma y la alza para dispararle en el pecho a la persona que le disparó. Las personas comienza a gritar aún más asustadas que antes, pues una persona había muerto.

—¡Huye!— me dice de nuevo entre gritos. Yo por alguna razón asiento, pero antes de irme corriendo, el Profeta me alcanza y presiona sus dedos en mi muñeca sin dejar irme.

—¿Ves? El odio trae destrucción. Alguien cegado de ira alza sus armas y mata a gente inocente, Daniela. Quieres acabar el conflicto con más conflicto pero no es así. Tú lo único que quieres es alcanzar tu objetivo a cualquier costo, aún cuando personas mueran— sus voz suena demasiado enojada —Pero esta bien...— lo siento relajarse —Si quieres guerra, guerra tendrás— sus palabras sonaron tan frías que el miedo se apoderó de mi al pensar en lo que es capaz de hacer —Es totalmente diferente a la historia. Se suponía que el lobo persigue al ciervo, pero esta vez no— se acerca a mi rostro —Corre, la cacería a comenzando— susurra antes de que yo comience a correr lejos de este lugar.

Esquivo árboles, arbustos, piedras, raíces sobresaliendo de la tierra, todo con tal de poder huir y salir por fin de aquí. Tuve la pésima idea de mirar para atrás, así que lo hago, y lo que veo hace que tenga aún más miedo que antes. Hay personas a unos metros detrás mío  corriendo a toda velocidad, como cazadores acechando a su presa. Jadeo ante la posible idea de ser atrapada y apresuro aún más mi paso. Después de correr por lo que parece una eternidad, me detengo abruptamente al ver hasta donde he llegado: una cascada.

—Joder, joder, joder, ¡no!— grito con desesperación al ver que no hay una salida próxima para escapar. Me acerco y puedo ver una caída algo grande y el agua parece tener mucha profundidad. Muerdo mi labio nerviosa, no puedo hacer esto, no podré.

—Daniela— me congelo en mi lugar al escuchar su voz —Detente, ya has llegado al fin, es lo que quiere Dios para ti, que permanezcas aquí, en el Nuevo Comienzo— giro sobre mis talones y lo veo con su vestimenta habitual —No trates de escapar de lo inevitable— dice. Mientras habla, doy cortos pasos hacia atrás —¿Qué puedo hacer para qué decidas quedarte?— pregunta —Debe haber algo para que puedas confiar en mí.

—¿Quién eres?— lo miro con los ojos entrecerrados. Él parece vacilar un poco, pero después niega.

—No soy alguien al que debas conocer— comenta haciendo que de otro paso hacia atrás —Porque ya lo haces— sus palabras me detienen.

—¿Qué?— murmuro atónita mientras abro mis ojos de par en par.

—Solo ven, toma mi mano y verás que todo estará bien— alza su mano pero yo no decido tomarla —Daniela... Daniela...— me llama pero decido ignorarlo mientras siento un cosquilleo recorrer toda mi espina dorsal. En eso, lo veo acercarse a mi para atraparme, pero es demasiado tarde, estoy cayendo —¡Calle, no lo hagas!— escucho antes de sumergirme hasta al fondo del cuerpo de agua.

No puedo escuchar nada, ni siquiera sentir. Me dejo llevar por la presión que ejerce sobre mi, pero al pasar los segundos, abro lo ojos y con rapidez comienzo a nadar hacia la superficie. Llego hasta la orilla y me quedo ahí tosiendo un poco de agua que había trago. Alzo la vista y suspiro aliviada al ya no ver al Profeta o a sus seguidores. Me levanto con pesadez y, al hacerlo, el reloj cae a un lado mío totalmente mojado. Preocupada, lo tomo y siento alivio de ver como sus manecillas todavía giran. Veo que son cerca de las doce de la tarde y recuerdo que perdí un día en el pasado.

—Genial— murmuro enojada mientras me levanto con toda mi ropa empapada. Antes de guardar de nuevo el reloj, puedo ver perfectamente cómo hay dos iniciales talladas detrás de este. Es raro porque no recuerdo haber visto esto antes —L y C— susurro. Dejo a un lado eso mientras lo oculto en mi ropa y camino lejos de la cascada, esperando salir del bosque y encontrar el camino de regreso al pueblo.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora