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Desperté una vez más con un horrible dolor de cabeza como ya es costumbre.

—Agh...— murmuré mientras cerraba de nuevo mis ojos después de ver la decoración de mi habitación. No se a qué hora me dormí, pero ahora estoy aquí. Genial.

Mi cuerpo se inclina hacía delante hasta sentarme, y al percibir mi cuerpo todavía tenso, eleve mis manos para poder estirarme y relajarme. Giro mi cabeza en busca de mi celular pero no lo encuentro sobre mi mesita de noche, así que me levanto de la cama para seguir buscándolo. Este termina apareciendo entre las sábanas y me quejé una vez más por como siempre terminaba durmiendo viendo cosas en mi teléfono.

—¿10 de Mayo?— mis ojos se expanden al ver la fecha en la cual estamos. —La última vez que regrese era 5...— susurré mordiendo mi labio inferior preocupada. ¿Por qué sigo saltandome días? ¿Esto me quiere decir algo?

Dejé mi celular aún lado e hice una nota mental de ir a preguntarle esto a las únicas personas que me sacaran de dudas sin pedirme que me una a una secta: Robert y Rosalind. Se que ellos tendrán una respuesta a lo que pasa.

Caminé hacía el cuarto de baño para hacer mi rutina de todas las mañanas. Al terminar de darme una buena ducha y cepillarme los dientes, estoy lista para bajar a desayunar.

—¡Buenos días!— mi mamá me saludó al verme entrar a la cocina. Ella y mi papá estaban preparando el desayuno entre risas y sonreí por la escena nostálgica. Los extraño, pero aún no puedo regresar con ellos.

—Ven, siéntate a desayunar, Dani— mi papá dijo señalando una silla y yo asentí acercándome a ella.

Me senté mientras ellos servían el desayuno. Desde mi lugar en el comedor puedo ver a lo lejos la televisión, así que mientras comía, me entretuve mirando caricaturas animadas que pasaban. El desayuno estaba tranquilo, pero la interrupción del timbre de la casa rompió esa burbuja de paz. ¿Quién será?

—Voy yo— mi papá se levantó de su asiento limpiando las comisuras de su boca con una servilleta. Él caminó hasta desaparecer por la entrada de la cocina, después, oí como abría la puerta. —¡Poché, buenos días!— al escucharlo, me tensé.

—Buenos días, Germán— su voz se acercaba hasta que la vi entrando a la cocina con una de sus mejores sonrisas. No se porque, pero al verla, me hizo sentir cierta incomodidad. Supongo que todo es gracias a ese diario. —Buenos días, Mafe— se acercó para saludar a mi madre y ella le regresó el saludo. Al alejarse, se quedó de pie a un lado mío, yo solo pude ver mi plato, no quería verla o me sentiría mal. —Buenos días— la escuché decirme.

—Buenos días— susurré sin apartar mi mirada del desayuno.

Ella tomó asiento a un lado mío y todo se tornó en un incómodo silencio que fue difícil no ignorar.

—¿Quieres desayunar con nosotros, Poché?— mi mamá habló salvandonos del ambiente tenso.

—No, acabo de hacerlo en casa, pero gracias— se que ella le respondió, pero también se que su mirada no se apartaba de mí porque lo sentía.

—Vuelvo enseguida— mentí. No iba a volver, mi apetito se había ido y no me sentía cómoda en dónde estaba, así que me levanté de mi silla y me retiré de la cocina dejando a todos en el comedor.

Me dirigí a las escaleras y las subí lentamente. Por alguna razón me sentía enferma y cansada de todo esto. A veces pensaba en que ya no podía seguir intentándolo, pero analizándolo bien, siempre fue así, desde un inicio sabía que me era difícil seguir con esto pero mi terquedad me llevo a meterme más en todo este asunto que me esta matando lentamente y ahora me es imposible ignorar.

Efecto Mariposa حيث تعيش القصص. اكتشف الآن