1˙52 olnʇídɐɔ

3.7K 389 449
                                    

Miércoles 02 de Abril del 2014.
7:00 a.m.

—De nuevo— susurré al momento de abrir mis ojos.

Me levanté de un salto de la cama y comencé a escoger mi ropa más rápido de lo normal, entré a la ducha y me bañé en tiempo récord. Salí tropezandome mientras me colocaba mis tenis. Recogí mi mochila y la colgué sobre mi hombro. Salí de mi cuarto y bajé las escaleras a toda velocidad. Llegué a la cocina sirviéndome un plato lleno de cereal para después comer casi atragantándome en el acto.

—Pero Daniela, ¿qué te pasa?— mi mamá me preguntó mientras ella preparaba el desayuno que se supone que me iba a comer —¿Por qué te levantas tan temprano y con tanta energía?— me miró de manera extraña.

—Tengo que ir a clases rápido, mamá— le contestó llevando el plato al fregadero.

—¡Pero si tus clases inician en una hora!— alzó una ceja totalmente confundida.

—¡Me tengo que ir!— me despedí dándole un beso en la mejilla ignorando lo que dijo y salí de la casa corriendo.

Perdía tiempo haciendo todo como lo acostumbro a hacer: sin preocupaciones y sin ganas. Solo tengo pocas semanas para que sea el 8 de Agosto, y si pierdo ese día, pierdo todo.

Subí a mi bici, como solía hacerlo, y comencé a andar hacia la casa de Poché. Me bastaron solo unos minutos para llegar. Bajé dejando que mi bicicleta cayera sobre el asfalto y caminé lo más rápido posible hacia el porche de la casa de los Garzón. Toqué y la más pequeña de ellos me abrió.

—¡Calle!— se lanzó a abrazarme por la cintura. Yo hice más fuerte el abrazo. Desde que se fueron del pueblo, perdí toda comunicación con ellos. En ocasiones los recordaba y me hacía por extrañarlos demasiado. Son una gran familia.

—Ey, Vale, ¿cómo estás?— le pregunté mientras entraba a la casa.

—¡Yo muy bien! ¿Y tú? Estas más energética de lo usual, ¿tramas algo en especial para mi hermana?— me dio un golpe juguetón en el brazo y sonreí nerviosa. Si, salvarla. Pensé.

—Siempre tramo algo para tu hermana— le guiñé un ojo —Por cierto, ¿sigue dormida?— pregunté mientras escuchó pasos entrar a la sala.

—¡Dani!— giré mi cuerpo y me encontré con la mamá de Poché —Hola, ¿cómo amaneciste?— me preguntó antes de acercarse a mi y darme un gran abrazo.

—Muy bien, ¿y usted?— respondí con la misma energía que ella. Marta sonrió.

—Igual que tú. Pero pasa, ¿te vas a quedar a desayunar? Poché aún no se despierta— soltó una pequeña risa burlona al decir lo último.

—Sí, Calle, quédate, hace mucho que no desayunas con nosotros— Vale intervinó con un puchero y suspiré con una sonrisa. Había olvido lo cálido que se sentía el ambiente de esta familia.

—Está bien, me quedaré— ellas celebraron eso —Pero primero iré a despertar a Poché— mencioné y ellas asintieron contentas.

—Mi mamá y yo llegamos a la conclusión que tú eres la única que puede despertar a Poché sin que se enojé— comentó Vale haciendo que sonrierá —Así que ve rápido, seguro ella está esperando que su princesa azul aparezca para despertarla de su largo sueño— bromeó haciéndome reír.

Me dirigí a las escaleras y las subí con una sonrisa. Me siento en paz estar aquí y conversar con ellas. Cuando llegué frente a la puerta de Poché, la abrí dejándome ver un bulto en medio de la cama. Su ventana estaba totalmente cerrada sin permitir que se colara la luz de sol. Me acerqué con lentitud a la cama, y cuando ya estaba a centímetros, me lancé a ella.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora