Presiono el botón para llegar a la pantalla principal y me desplazo hasta llegar a mis notas, abro una de tantas y leo lo que tengo escrito.

Poché no me terminó. Desapareció después de nuestra cena.

Es lo único que tengo. Lo mismo sucedió con Johan. Algo esta cambiando y temo por eso, ¿qué más complicaciones traería? Recuerdo cosas donde no las hay. O creo recordar.

Dejo soltar un suspiro y regreso a la noticia que estaba leyendo. Después de ese párrafo muestran las características de Poché y una foto de ella que yo tomé... ¿qué quieres conseguir? Es lo único que puedo pensar al mirar sus ojos aceituna.

—Oigan, iré a un restaurante cerca de aquí para traer algo que comer, ¿quieren algo en especial?— les pregunto a Kim y Miguel mientras me levanto del banquillo ocultando mi celular en el bolsillo de mi pantalón.

—No, lo que tu quieras esta bien— me contesta Kim dejando de mirar a su novio.

—¿No quieres qué te acompañemos?— pregunta Miguel a punto de sacar las llaves de su coche.

—No, gracias, está más cerca de lo que creen, además quiero caminar— no quise añadir el "sola" pero se que ellos igual entendieron.

—Está bien, cuídate— Kim me dice con una pequeña sonrisa. Se que sabe que algo anda mal.

—Lo haré, regreso en unos minutos. Adiós— me despido de los dos y salgo de la tienda.

Al detenerme en la acera de la calle, la fuerte luz del Sol me obliga a elevar mi mano y proteger mi rostro para poder ver. Molesto Sol. Me quejo mientras tomo el camino de mi izquierda para ir hacía mi destino.

Mientras voy pasando por la acera admirando los locales, también observo a la gente ir de un lado a otro; a niños saliendo de su horario escolar, obras en medio de la calle y puestos ambulantes. Trago saliva al ver la iglesia a lo lejos, la cual está abierta recibiendo al público.

Ahora que lo recuerdo, en todo este mes y medio no he escuchado ni visto nada referente al Profeta. Antes me era común ver a gente invitando a unirmele, pero ahora parece como si El Profeta desapareció de la faz de la Tierra, es como sí... él jamás hubiera existido, y no solo El Profeta, sino también Robert y Rosalind, ellos tampoco los he visto, y todo esto después de la desaparición de Johan. Tengo miedo que El Profeta no haya hecho acto de presencia por estar planeando su próximo ataque: la séptima chica. No creo que estemos listos para detenerlo si lo hace. Y de la pareja, bueno, ellos me preocupan, solo espero que estén bien y El Profeta no los tenga bajo su poder, después de todo ellos arriesgaron mucho para ayudarme.

Mientras paso a un lado de la iglesia, me es imposible no escuchar la mención de un apellido conocido por mí.

—¡Gracias, señorita Evans! De verdad apreciamos las donaciones que han hecho su familia, nunca nos cansaremos de agradecerles. Ustedes tienen un pase directo al cielo— dice con emoción aquel sacerdote al pie de la entrada de la Iglesia. Eso me hace detenerme.

—No hay porque agradecernos, nos gusta ayudar, además ustedes saben que siempre, siempre contarán con el apoyo de toda mi familia— mi garganta se seca al oír... un momento, esa voz.

—Son personas demasiado buenas...

Ignoro cualquier cosa que comienza a decir aquel hombre ya que mis pies automáticamente me hacen girar en busca de aquella voz conocida. Mis ojos se abren de par en par al ver en la entrada de la Iglesia a una mujer estrechando su mano con la de él.

—Oh, mierda— susurro en bajo al reconocer aquella persona y sentir un dolor en mi cabeza.

Parece ser que aquella mujer se dio cuenta de mi mirada porque, aún sin dejar de verla, ella mueve su rostro para centrar sus ojos en mí. Inmediatamente me entran unas ganas de huir, no quiero enfrentar ahora mismo algo que sea de mi pasado, pero mi cuerpo no responde ninguno de mis llamados de alerta, y peor fue cuando la veo comenzar a despedirse de aquella persona con un objetivo: venir hacía mí.

No puede ser lo que estoy viendo.

En un abrir y cerrar de ojos, ella esta frente a mí analizandome con la mirada, aunque este a unos pasos alejada, la siento demasiado cerca.

—Daniela Calle, ¿eres tú?— ella sigue repasandome con su mirada. Esta demasiado sorprendida, bueno, yo lo estoy más por verla.

—Mackenzie— susurro con una ligera sonrisa. Ella esta aquí.

Efecto Mariposa Where stories live. Discover now