—Una noche donde la guardia era baja, Denahi se escabulló hacia el bosque. Tala la esperaba ahí como siempre, sabía que ella no había ido por algún motivo y confiaba que regresaría. Cuando se volvieron a ver, no había alguna felicidad que se comparará a la de Tala. Ella le explicó todo, y él sabía que corrían peligro, pero aún así no dejo que eso arruinará su sorpresa. En un combate que tuvo con colonos, venciendolos, le robó sus pertenencias al capitán, entre esas cosas, un reloj fino que marcaba las 11:11 cuando lo consiguió, pensando que eso, era suerte, pues por algo marcó esa hora cuando lo venció. Esa era la sorpresa que le daba a Denahi, un regalo. Él había estado estudiando un poco la función del reloj, así que le dijo, que cuándo la Luna estuviera en el cielo y éste marcará las 11:11, se juntarán en su lugar de siempre; la cascada. Esa era la señal para volver a verse. Denahi estaba feliz con el obsequio que le dio, así que se despidió de él esperando ansiosamente a que el reloj marcara los números que dijo para volver a verlo. Al día siguiente, al despertar, encontró al lado suyo al ciervo sabio, él hombre sabía lo que había hecho y estaba preocupado por ella. Denahi le contó todo lo que sucedió con Tala, y le dijo que nada pasaría, si nadie se enterará, pero Moki, el curandero de su tribu, no estaba tan seguro, aún así, guardó el secreto pidiendo a sus espíritus, que una guerra peor que las demás, no se desatará entre las dos tribus por está razón. Por otro lado, Tala tenía que sufrir la presión de su hermano mayor Tennessee, pues él era el nuevo jefe después de la muerte de su padre. Tennessee quería que, si él llegará a faltar, Tala sea lo suficientemente fuerte para gobernar como un auténtico lobo. Tala sabia que solo eso significaba que su hermano estaba planeando una venganza por la muerte de su progenitor. Aún cuando todos los días entrenaba ferozmente convirtiéndose en uno de los mejores guerreros y ganando todas las batallas, nunca faltaba a los encuentros con Denahi a pesar del cansancio— Rosalind relata mientras veo con admiración las fotografías que hay dentro del diario. Puedo ver bien en ellas pinturas en las paredes de una especia de cueva.

—Pero, un día...— el tono con él que habla Robert hizo que lo viera de inmediato —Ella no fue al encuentro— dice. Se que esto no termina para nada bien ya que recuerdo lo que un día me contaron Las Villas. Así que esa historia es esta que me están contando ellos. —Henry estaba cegado por la ira de que Denahi no lo volteará tan siquiera a verlo, así que sin tocarse el corazón y aprovechando que la tribu estaba debilitada por enfermedades como la viruela, traicionó a Los Ciervos quienes tanto los habían ayudado solo para conseguir lo que tanto deseaba a la fuerza. En 1822, el capitán Henry Mason, con un grupo de puritanos y mientras la tribu del Ciervo dormía, fue contra ellos y le prendió fuego a las chozas. Los gritos de desesperación que emitían los nativos mientras el fuego alcanzaba su piel, a Henry no le afectó en nada, así que con pasos seguros, caminó por la aldea ignorando la batalla que se había formado entre guerreros ciervos y sus soldados, él solo quería llegar con su querida Denahi. Al estar frente su choza, dentro estaba también Nantai, él al ver a su amigo inglés le pidió ayuda porque pensaba que el clan del Lobo era quien los atacaba, pero con una sonrisa maliciosa, Henry sacó su espada de la funda y atravesó el corazón de quien lo trataba como un amigo. Denahi gritó y lloró, pero nadie fue a su auxilio. Henry la secuestró, e hizo que sus soldados tuvieran como prisioneros a más indígenas, pues quería sacar algo más que una esposa, él quería tener dinero a montones, pues su avaricia no tenía límites. En otro lugar, Tala esperaba a Denahi, pero al ver que no llegaba, se atrevió a ir en busca de ella y verla, al menos, de lejos, pero lo que vio simplemente lo dejó impactado a tal punto de caer de rodillas a unos metros de la aldea en llamas. Sus ojos no creían lo que miraba, así que se levantó y pasando de las escenas donde los colonos mataban a los demás nativos, corrió en busca de su amada choza por choza. Su corazón se estrujó al entrar en una y ver el reloj que le había regalado tirado sin rastro de su dueña. Él lo tomó mientras sentía la ira invadir su cuerpo, y salió corriendo en busca de ella, pero lo único que pudo ver era como uno de los ingleses, a lo lejos y adentrándose al bosque, se llevaba a su amada a la fuerza encima de un caballo junto con más mujeres y niños encima de carretas. Él rendido, cayó sobre sus rodillas una vez más y con el reloj en su pecho, le lloró y rogó a sus espíritus por ayuda, pero estos lo dejaron de lado y no lo ayudaron. Furioso, Tala regresó a su tribu, llegó con Tennessee y le dijo lo que había sucedido. Pensaba que él odio de su hermano a los ingleses era más fuerte que a los de la tribu de Los Ciervos, pero no fue así. Tennessee le dijo que era lo mejor, que ellos se lo buscaban por haber confiado en colonos. Tala enojado, se alejó de su hermano decidido a ser él mismo quien fuera por Denahi, pero antes de salir, fue interceptado por Meda, una chamán de su aldea. Ella le impidió que no fuera, pues si iba a rescatarla, moriría. Tala confiaba en las palabras de Meda, si ella lo decía, era verdad, pero desde hace tiempo para él, Denahi se había vuelto su vida, y si ella no estaba, su alma tampoco, así que ignoró las advertencias de la mujer y salió corriendo hacía el bosque. Él tenía conocimientos del terreno, así que le fue fácil encontrarlos y trazar un plan para vencerlos. Estaba consciente que si perdía los estribos, le fallaría a su espíritu y a su aldea. Estaba prohibido la crueldad, pero en ese momento, a Tala solo le importa su amada. Cuando los visualizó en el corazón del bosque en un campamento, sabía que le iba a ser difícil derrotarlos, pero al ver como ese ingles tocaba a Denahi, no lo pensó dos veces, así que con máximo sigilo mató a cada soldado que rodeaba el campamento, dejando así, sin vigilancia a los demás. Solo quedaba unos cuantos, y su entrenamiento le había ayudado, así que sacó su dos cuchillas, y entrando de sorpresa, mató con crueldad y de manera violenta a cada uno de ellos. Los colonos pedía clemencia, pero Tala no se las daba, pues cuando los ciervos pedían por su vida, ellos no se tocaron el corazón. Cuerpos cayeron, cabezas rodaron y la tierra se llenó de sangre. Cuando menos lo esperaba Henry, Tala estaba de pie frente a él con su ropa llena de sangre al igual que sus manos. Su mirada sólo denotaba odio. Henry suplicó, pero para Tala, ya no había nada de humanidad dentro de él, así que con satisfacción, lo desapareció de este plano. Denahi estaba a unos metros de él y vió a primera fila todo lo que había hecho. Tala era un auténtico lobo a ojos de ella. Feroz, violento y cruel. Una imagen que Denahi nunca pensó ver en su amado y que le llegó a asustar tanto, que se alejó de él cuando Tala intentó acercarse a ella para ayudarla. Ahí, en medio de sangre y cuerpos, Tala sabía que se había convertido en lo que juro nunca ser frente a su padre; un cruel lobo. Momentos después, la tribu de él había llegado a donde se encontraban gracias al aviso de Meda. Ellos ya había ido a ayudar a la aldea de los Ciervos salvando a los pocos que pudieron, pues se estimaba que había muerto cerca de cien guerreros. Tennessee miró a su hermano bañado de sangre y todos los guerreros lobos también lo vieron. El hermano pidió que liberaran a las demás mujeres y niños y los llevarán a un lugar seguro. Tala no sabía que harían con él, temía su futuro. Tennessee se acercó a su hermano menor, y con dolor de su corazón, lo desterró de la tribu por ser lo que no tenía que ser. Tala estaba dolido, había decepcionado a todos y había perdido su honor. Con un suspiro, saco el reloj y lo dejo a unos metros de Denahi, pues ella seguía siendo la dueña de ese regalo. Tala le dio un último vistazo a su hermano antes de salir corriendo de ese lugar. Denahi se acercó y tomó el reloj entre sus manos, sabía que Tala se había convertido en lo malo de él y había sido desterrado de su tribu por ella, por salvarla, así que ignorando los gritos del hermano de su amado, salió corriendo en la dirección dónde se había ido Tala. A unos metros, en su cascada, Tala miraba hacia el vacío. Prefería morir, pues nada de él valía ya. Denahi le temía, a Tennessee lo decepcionó y se había quedado sin honor frente a todos. Denahi no llegó a tiempo, no gritó lo sucienteme alto, no pudo detener a Tala, y lo único que si logró, fue ver como la persona que amaba se dejaba caer esperando que al menos, Denahi tuviera una vida plena y feliz. La mujer cayó de rodillas sabiendo que nada se podía cambiar y con dolor y a la luz de la Luna, lloró la muerte de Tala— Robert termina de hablar con una mirada perdida, solo observando un rincón de la cafetería. Ahora entiendo a dónde fue a parar el hombre que me contaron Laura y Lucía.

Efecto Mariposa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora