41. Anton: Cuenta regresiva (parte I)

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¿Hasta eso voy a extrañar?

Anton

Después de una pequeña despedida que hicieron los de cuarto año, una en donde quisimos quedar como los maduros expertos dándole a los menores los mismos discursos de siempre sobre dejar la etapa escolar, regresamos a nuestras habitaciones.

Teníamos solo dos horas para empacar nuestras cosas y dejar el cuarto limpio. Y aún así, esos dos se las arreglaban para hacernos perder el tiempo... y ¿a quién engañaría? Yo bien que les seguía la corriente.

-¿En dónde dejé mi mp4? -refunfuñé buscando debajo de mi cama personal.

-Seguro que encima de tu ropero -me respondió Ezequiel concentrado en guardar su ropa en la maleta, estando en frente de su clóset. Qué envidia, todo le cabe exacto.

«Porque él es ordenado y dobla bien su ropa, no como tú... comprenderás».

-¿Estás loco? -Dejé caer el colchón contra la cama, volteando a verlo-. No, con esto ya no tengo la mejor duda de que estás loco. Mejor no te...

Me ganó la curiosidad. Subí a una silla a buscar encima de mi ropero y... ahí estaba el méndigo aparato de mierda.

-Pero ¿cóm...?

-Lo escondes ahí para no prestársela a nadie -respondió él, cerrando el cierre de su mochila. Como quién no te hace mucho caso-. Sabía que lo olvidarías, lo-co -sonrío con malicia.

Si cualquier otra persona me hablara así, mierda, ya lo hubiera sacado su mugre por provocador maldito, pero claro, tenía que tratarse de Ezequiel y realmente era tan satisfactorio verlo relajado y hasta un tanto burlón sarcástico. Sin dejar rastro alguno del tipo que me suplicó por no decirle a nadie que se cortó, como si eso nunca hubiera pasado, por más que aún permanecieran esas mangas en sus brazos. Y estando a nada de irnos. Carajo, con qué gusto uno se le da por tragarse el orgullo cuando se trataba de él, pero no lo suficiente.

-Ya... -mascullé entrecerrando los ojos. Odiaba que tuviera razón en algo. Eso debería ser ilegal-. Entonces ya no me faltaría na... -Revisé entre mis cajones y faltaba mi billetera-... ¡Carajo! ¿Dónde está mi...?

-¡Billetera! -exclamó Salvador emocionado asomándose de pronto en la cama de arriba, para luego colocarse con medio cuerpo de cabeza y pasándome mi billetera con ambas manos-. Cielos, me encanta estar en lo alto -Empezó a columpiarse todavía al revés y riéndose como baboso-. ¡Wii! Me llega toda la sangre a la cabeza.

Salvador el que menos cosas almacenaba y terminó de guardar sus cosas mucho antes que cualquiera. No pasaba de un poco de ropa, útiles de aseo, útiles escolares, y uno que otro trabajo de bordeado y semillas. Nada más allá de lo "indispensable".

-Si te gustaba tanto estar arriba -farfulló Ezequiel con una voz apagada. ¿Cómo podía cambiar tan pronto? Me dejé pisotear por nada-, me lo hubieras dicho antes ¿no? -fingió reírse-, te la hubiera dado hace años.

Iba a voltearme a verlo en tono amenazante por ponerse así por una estúpida cama, pero en cuanto lo encaré, permaneció sonriente, queriendo dar a entender que no pasaba nada.

-No pasa nada -dijo Salvador reincorporándose a su cama de abajo, ya tendida y dispuesto a saltar contra ella para arrugarla de nuevo-. Tal cómo estábamos colocados estaba perfecto, diez de diez.

El último en acabar de ordenar sus cosas fui yo y me puse a revisar por última vez mi maleta feliz de juguetes. Debí haberla devuelto a casa hace años, pero, bien que la dejé aquí agarrando polvo por estar más pendiente en aparatos electrónicos.

Mi pecado es amarteWhere stories live. Discover now