75. Anton: No me culpes

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CW. Ideas pr0v!da y misóginas (Ya saben, la autora no apoya a los proparto y nadie nace deconstruide).

¿No existirá otro mundo en el que nadie gire alrededor del otro?

Anton

No dejó de rogar. Por poco pensé que iríamos despacio a pesar de las evidentes confianzas en el primer segundo, pero terminó sacudiéndome con insistencia. No sirvió cambiar de tema o cualquier chantaje que se me pudo ocurrir, parecía como si ver a un "mini yo" fuera el único deseo que tuvo en la vida y ya no le importaba nada más.

Sí era sabido por mi parte que Ezequiel siempre tuvo un especial aprecio por los niños. Cuando una vez nos ofrecimos a hacerle compañía a una fundación jugando con ellos, por alguna razón los chibolos se le pegaban más a él como chicles, al punto de llegar a jalonearlo sin que este se fastidiara en lo absoluto. Llegó a un punto de confesar una vez su deseo de tener una familia propia. Eventualmente, creí que se le pasaría pero claro estaba que no fue así y los peques seguían siendo su adoración. Lo usual era que las mujeres quisieran ser madres y los hombres no, por lo que era irresistible no atribuirle algún ápice de feminidad a ese anhelo suyo de traer niños al mundo.

No podía decir lo mismo sobre mí.

Por supuesto me rendí ante su insistencia. Dejó su auto en el estacionamiento de la oficina y con el coche de mamá lo llevé rumbo a un adorable jardín de niños, lleno de colores chillones que tanto contrastaban nuestros portes opacos.

Llegamos casi una hora antes porque el muy desquiciante no me dejó explicarle que el camino se haría corto, por lo que al final nos quedamos esperando en el patio. Nos sentamos en una banca que encaraba a toda clase de niños riendo y saltando con los juegos típicos de un parque.

Quedó en silencio un largo rato, Ezequiel solo se quedaba viendo a los niños jugar como si fuera la primera y única vez que vería un mini humano en su vida. Más parecía estar en celo.

—¿Y bien? —expresó de repente chocando ante mí con una mirada suave pero penetrante—. ¿Cómo así sucedió lo de tu...?

Gruñí de solo replanteármelo.

—Fue en la universidad —solté sin pensarlo demasiado. Ya lo había traído de todos modos, no le veía sentido no soltar la sopa—. Estaba preparando la licenciatura como administrador. Estaba tan estresado, que apreciaba demasiado mis tiempos libres, demasiado.

—Tal parece que ya no estás saliendo con la madre ¿o sí? —concretó él—. Se les escuchaba más como una pareja divorciada con tenencia compartida.

—Suerte fue que ya son otros tiempos y no nos obligaron a casarnos como en las telenovelas.

Ezequiel se acercó a mí un poco más, expectante. Quizás él solo quería chisme y ya. Él siempre tenía demasiado interés tanto en mis cosas como en las del... otro. Pero fuera de nosotros, no le importaba absolutamente nada más.

—Bueno... —cedí—... La verdad es que ni siquiera éramos novios la mamá y yo... Ella estudiaba diseño de interiores... Y... bueno. Lo cierto es que solo... planeábamos un choque y fuga. Con la calentura encima, confiamos demasiado en su T de cobre y... estoy aquí ahora.

No tenía intención de ocultarlo: el adjudicarme para siempre el título de padre no me asentaba nada bien, y más le valía a él que no me viniera con que los niños son una bendición siempre, porque si eso fuera verdad, nadie los abandonaría.

Agradecí que aún no me juzgara y solo atinó a sobarme la espalda.

—Fuiste un completo idiota. —Hasta ese momento, claro—. ¿Cómo llevan la tenencia? Me pareció escuchar que hoy no te tocaba ir a verlo.

Mi pecado es amarteWhere stories live. Discover now