56. Ezequiel: Dispersos

125 13 34
                                    

Entonces entendí, que hasta yo mismo me había abandonado.

Ezequiel

Me encontré de nuevo con un terror tallado en su rostro como nunca hasta ese instante. La vi levantarse sin mucha dificultad. Dio media vuelta y entró de regreso al salón que ya estaba deshabitado. Yo no dudaría en ir tras ella.

—¡¡Espera!! —grité a sus espaldas, hasta rasparme la garganta.

También me asusté. Ya no entendía lo que me pasaba, ni sentía propio ese maldito malestar que enervaba desde mi espíritu otra vez. En verdad hubiera querido no haberle gritado. En ese momento, debería haber hecho mis mejores esfuerzos para aparentarle ser amable y tranquilizarla, pero mi tormenta interna arremeció inevitablemente antes que pudiera hacer algo para controlarme.

Y eso pasaba una y otra vez, mientras su esencia me perseguía hasta arremeterme. Lo cual lo odié, me enervó la rabia y me dejaba poseer, ya sin importarme nada más.

—¡¡No actúes como una maldita cobarde!! Que tira la piedra y esconde la mano.

—No hasta que te calmes —masculló ella entre dientes. La vi apretar el puño, no era algo que hiciera a menudo—. No puede ser... ¿qué hice? —La oí susurrar después de cubrirse la boca con la palma.

—¿Cómo es que...?

—Yo... yo te dejé dormir en mi cuarto conmigo —balbuceó pasmada—. T-te defendí de mi madre, yo... confié en ti y tú... tú me... —Negó con la cabeza apretando los ojos—. ¡Fui una tonta!

Pareció empezar a sollozar, sin salir del horror. Más o menos podía configurar lo que sea a lo que estaba surcando por su mente con esas palabras, sin embargo, la majadería que estuviera surcando por su mente no se comparaba con todos mis males, enardecidos y listos para atacarla.

—¡Sí, porque tú causaste todo esto, estúpida! —le recalqué con desdén.

—¡Porque creí que eras más maduro, idiota! —vociferó enojada volteando hacia mí. Dio un ligero espasmo al verme, pero se reincorporó—. Y sí, mi papá salió del coche para ir a buscarte y te vio con ese chico.

—¿Y no me dijo nada nunca?

—Dijo que no sabía cómo hacerlo —respondió—. Y recién entiendo a lo que se refería.

—¿Pero sí te lo contó todo a ti?

—Obvio, a mí siempre me cuenta todo —manifestó un poco ofendida.

Antes que lo notara, ya estaba hincándome el brazo con las uñas. Pero ella estaría muy irascible como para notarlo.

—¡¿Cómo pudieron hacerme esto?! —grité aún más fuerte, sintiendo un líquido salado al borde de la boca.

—Por el amor de Dios ¡ya cálmate! ¿Para eso vienes? —respondió pisando fuerte—. Primero intentas coquetearme y luego me agredes de la nada. Ya van siendo varias veces en solo horas de diferencia ¡¿Qué diablos pasa contigo?!

—¡¿Qué que me pasa?! ¿Cómo quieres que esté después de verme la cara de imbécil? ¿O en serio crees que no sé que mi papá te da esos dulces como paga por verme?

Ella dio un sobresalto y luego suspiró.

—Aquí el único que está haciendo daño eres tú.

«No...»

Admítelo, tiene razón.

«No...»

'Ya lo arruinaste todo otra vez, bravo'.

Mi pecado es amarteWhere stories live. Discover now