26. Anton: Cabeza en alto

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Lo mejor es mirar de frente, hacia el presente. Y no estar en las nubes como Salvador o en el subsuelo como Ezequiel.

Anton

—¡Ahh! Hace un calor de miércoles y no puedo tomar nada helado —renegó Ezequiel en la cafetería, viéndonos a todos con nuestros refrescos con harto hielo en cañita y él con té tibio para merendar—. Todo porque dicen que beber cosas heladas al polo me enferma la garganta y así no se puede corear ¡pero es que con este sol!

Ya el verano se despedía junto con marzo, con un sol más intenso que nunca. Y el uniforme no colaboraba en refrescar a uno. Yo solo me permitía verlo quejarse mientras estaba bien metida mi boca succionando mi jugo de naranja con mi cañita, viéndole atentamente.

—¿Qué? ¿No puedes tomar bebidas heladas? —repetí sacando mi boca de la cañita, limpiándome la boca con mi manga y no sin antes hacer ese ¡Ah! Después de tomar algo refrescante—. Pues, entonces déjame beber más ¡así!

Y empecé a beber mi jugo como si estuviera en un comercial de gaseosas, mientras veía a Ezequiel apoyando la cabeza en las manos, lamentándose. Ya debía saber que yo no era el tipo de persona al que le puedes contar esa clase de desgracias sin esperar una burla de mi parte. Imposible. Aunque, también era mi forma de decir que le valiera poco lo que dijeran en su club y tomara de todos modos. Él ya sabía mentir, no entendía cómo aún lo atormentaba la consciencia, como me dijo la vez anterior que se lo sugerí literalmente.

—Hola ¿no puedes tomar nada helado? —Vino Salvador de pronto y se hizo un espacio para sentarse a mi costado. Ezequiel estaba al filo como para sentarse a su lado.

—No ¡y me voy a morir de calor si no llega el otoño ya! —quejumbró dramático antes de golpearse la cabeza contra la mesa y quedarse ahí.

Salvador le sonrió sin que él lo viera y estiró su brazo, pasando por mi espalda, para poder sobarle la suya en son de compañerismo. Yo aún tenía que seguir "grabando" el comercial de gaseosa Coca-Cola que hacía para seguir burlándome de él.

Pero, todo dio un giro de tuerca en cuando fue mi turno de quejarme por la comida/bebida: El tazón con una pasta amarillenta no era mostaza como yo creía, sino...

—Es crema de zapallo. Dicen que es nutritiva —musitó Salvador mientras rascaba lo último de su porción de ese alimento asqueroso—. Y puedes aminorar el sabor con tu bebida si es que no te gusta, cosa que no sabes porque no la has probado.

Ya no me quedaba nada que tomar.

—¿Crema de zapallo? ¿Me estás... uhm...? ¡Y yo que pensaba a creer que este sitio no era una cárcel! ¡Esto... —señalé el plato como lo más aberrante del mundo—... es repugnante! Ni crean que voy a comer esto, me niego.

Empujé el tazón lejos de mí y me crucé de brazos. Era imposible decir que no me vi como un niño malcriado, pero es esa cosa que era horrible ¡horrible! Parecía moco amarillo y nada apetecible.

—Di ¡Ah! —Los dos tomaron una cucharada de mi tazón de esa crema y me la quisieron dar en la boca haciendo el avioncito, en son de burla, claro estaba. Yo estaba que hervía de rabia en ese momento,

—¡Basuras! —vociferé tirando sus cucharas lejos de mis ojos.

Salvador se contuvo una carcajada y solo se limitó a sonreír tímidamente señalando a Ezequiel con el dedo. Al verle, también me contuve la risa: Una enorme gota de crema de zapallo amenazaba con tocarle la nariz teniendo la cuchara en la cabeza. Y la cara rara que puso Ezequiel mirando esa gota, con los ojos locos, no ayudaba.

Por último, esa gota cayó manchándole toda la nariz y se deslizaba hasta su boca y barbilla. Para que él fue el único en que desmidió su carcajada, burlándose de sí mismo y quien sabe de mí también de paso.

Mi pecado es amarteWhere stories live. Discover now