27. Ezequiel: Por debajo

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TW  //  Abus0 s3xu4l , voyerismo (es algo que se corregirá en un futuro, no me enorgullece).


"El alma que peque, esa morirá..."


—Ezequiel 18:20

Noviembre, 2007

Ezequiel

Terminé ausentándome más en el internado de lo que me gustaría decirle a mi papá. Siempre le habrían preocupado más mis notas en mate sobre cualquier otro curso y era la que costó desempeñar año tras año, la que más esfuerzo me requería y la que más dolores de cabeza me terminó provocando. Algo que asombró a mis dos compañeros de cuarto por igual.

"—Pero si tú eras muy bueno en mate" me decía Salvador. Sin duda extrañaría mucho poder ayudarlo en ese curso. "Y ahora ¿quién podrá defendernos?" se quejaba Anton aludiendo al Chapulín Colorado. Casi me cagaba de risa cuando los tres nos quedamos mirando la puerta por puro instinto. Claro que no vino nadie a "rescatarnos".

Nada me salía bien, era como si tuviera que esforzarme el doble para mantener los mismos resultados en cada cosa que hacía. Aunque, preferí guardarme esa sensación para no preocupar a Salvador y para no amargar a Anton. Entre bromas no tan en broma, Anton solía decirme que el canto era la única gracia que me quedaba y junto con Salvador exageraban mucho sobre cuánto les agradaba mi voz.

Claro que les agradecía y claro que sus impresiones me importaban mucho más que las del creído del maestro. Pero solía quedarme un mal sabor en la garganta que me tenía que tragar para no inquietarlos. Era una maldita voz de la conciencia diciéndome que solo me halagaban para contentarme, no porque les gustara en verdad. A mí nunca me llegó el indicio de tener un talento, pensaba que si lo hacía bien era porque estaba practicando. Yo era el eterno postulante a dirigente, pero nunca era elegido, y menos lo sería para el 2008 que se acercaba.

Mi voz se hacía más grave y tenía que esforzarme el triple para no soltar gallos indeseados. Ojalá eso fuera lo único que estaba cambiando en mí.

—¡Miren todos! —llegó Anton pateando la puerta de nuestra habitación, regresando al internado luego de tres días—. Miren mi cara, lozanita. —Se acarició las mejillas hasta llegar a su barbilla—. Ya van a dejar de joderme con que parezco un salmón o mierdas así.

Debido a sus excesos con la comida, Anton padeció un caso severo de acné y, por si fuera poco, él no dejaba de piñizcarse los granos con las manos sucias. Prácticamente tenía toda la cara roja y llena de heridas.

—Anda, con que sí fuiste con el derma no sé qué ¿y cuánto te costó la payasada? —pregunté sacando la cabeza del libro de matemática que resolvía en mi cama. De todos modos, solo hacía rayones en los bordes en vez de resolverlos.

Creí que dramatizaba acerca de cómo estaba su cara, pero ni bien la levanté para verle, no encontré rastro alguno de su enfermedad.

—Unos cuatro o cinco ceros, no lo sé, pero mamá me dijo que no me preocupe porque salió del bolsillo de mi padre.

—Está excelente —le dije dejando el libro abierto en mi cama para acercarme, permitirle afanarlo un poco—. Tienes que decirme a qué clínica has sido.

Anton levantó una ceja en medio de mis "intentos" por encontrarle algún grano o espinilla.

—Pero tú no tienes nada, no jodas —refunfuñó cruzándose de brazo.

—En la cara no —le contesté tratando de imitar sus tonitos irónicos y le señalé mi espalda con el pulgar—, salvo por donde empieza la frente —Me puse todo el cabello para atrás para que viera lo roja que estaba.

Mi pecado es amarteWhere stories live. Discover now