—Ah, debí venir en mi auto— me quejo al ver que faltaba todavía un gran tramo para llegar a la tienda de mis mejores amigas. Les prometí ir, así que ahora lo estoy cumpliendo.

Mi mirada baja solo para encontrarse con el reloj en mi mano derecha y, como lo pensé, este esta quieto sin mover ni un milímetro sus agujas y por más que quiera girar la cuerda me es imposible. Es como si solo estuviera construido para una función ¿y cuál es esa? Aún no la descubro.

¿Qué puede ser tan interesante en este reloj para llevárselo a Las Villas? Yo solo miro uno simple, común, normal, no le noto nada de raro o especial, aunque, pensándolo bien, ellas pueden encontrar la forma de repararlo y hacer que gire.

—Será mejor que lo guardes— doy un pequeño salto al escuchar la repentino voz a mi izquierda.

Giro a ese dirección y me encuentro a la misma pareja de trajeados, pero en esta ocasión ellos están montados en una bicicleta doble. Rosalind va enfrente y Robert detrás.

—Ustedes... ¿de nuevo?— mi voz sale con un tono de sorpresa mayor.

—Shhh— ella me interrumpió mientras posa su dedo índice en medio de sus labios —Te pueden oír, querida— su mano regresa a el volante de la bicicleta y me sonríe. Alzo una ceja confundida por lo que dijo. ¿Quiénes pueden escucharme?

Bufé exasperada —¿Por qué me están siguiendo?— les reclamo con un tono de molestia moderada. No entiendo porque ellos de pronto aparecen en todas partes.

Rosalind mira sobre su hombro a Robert y su expresión es como si les hubiera dicho algo muy sorprendente.

—¿Nosotros?, ¡¿seguirte?!— Robert se expresa como si lo hubiese culpado del peor de todos los crímenes existentes para después reírse como si fuera el mejor chiste del mundo lo que dije —No, te equivocas, nosotros ya hemos estado aquí antes— su respuesta fue más confusa que mi pregunta.

No dije nada más y sigo caminando por la acera. Ellos vienen a mi izquierda mientras pedalean muy despacio.

—Bonito reloj— su voz me hizo desconcertrarme de lo que estaba haciendo; ignorarlos —Muy hermoso para que todos lo vean— añade.

—Pero debe esconderlo— Rosalind lo reprende dándole un codazo.

—Pero debes esconderlo— Robert masculla entre dientes mientras acariciaba su abdomen.

—¿Por qué...— no me dejaron terminar mi pregunta ya que me interrumpieron.

—Mira la hora que es— Rosalind le muestra su muñeca, donde no hay ningún reloj, a Robert —Debemos irnos.

—Tienes razón— él asiente con prisa. Los dos comienzan a pedalear con más rapidez y dan media vuelta —Recuerda, ¡debes esconderlo!— grita antes de verlos alejarse.

Los miro mientras doy pasos hacía atrás y, antes de poder girar mi cuerpo, alguien choca con mi espalda haciendo que el reloj cayerá de mi mano

—¡Ey!— alguien grita mientras escucho miles de papeles cayéndose al suelo.

—¡Perdón!— me disculpo rápidamente mientras doy media vuelta.

—No, no te preocupes...— su voz se calma al verme. Luce algo nervioso.

—Te ayudó— me arrodillo junto a él mientras juntamos todas las hojas. Me doy cuenta que la mayoría son de la Iglesia —¿Eres sacerdote o algo así?— le pregunto con suma curiosidad.

Él alza la vista y me mira fijamente. Ahí puedo notar perfectamente sus facciones. Tiene cabello corto ondulado y despeinado, ojos avellanas (al igual que los míos) y son decorados por unos lentes circulares, como los de Harry Potter.

Efecto Mariposa Where stories live. Discover now