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—Te amo mucho— le susurré con toda la sinceridad del mundo.

—Yo también te amo— la oí decir mientras sus manos acariciaban mi cabello.

[...]


—No quiero llegar a casa— susurré sintiendo un escalofrío recorrer toda mi espina dorsal. Estábamos a unas cuadras de llegar.

—Todo estará bien— Poché trató de darme ánimos pero seguía teniendo miedo.

—Es que... mi mamá me va a dar el castigo de mi vida— dije. Y es verdad.

—Calle, algo se nos ocurrirá para salir libradas, porque te recuerdo que yo también puedo ser parte de ese castigo— Poché mencionó con nerviosismo.

—Tienes razón— reí levemente abrazandola por los hombros —Al menos si nos castigan, nos castigarán juntas, ¿no?— le sonreí.

—Si, al menos será juntas— asintió pasando su brazos por mi espalda baja hasta llegar a mi costado derecho.

Las dos seguíamos caminando con total tranquilidad. Nos habíamos quedado un buen rato en nuestro lugar secreto, así que ya estaba oscureciendo. Las dos íbamos en total silencio, escuchando los maullidos de los gatos, la brisa del aire, grillos, autos a lo lejos, y... ¿pasos extras?

—Calle...— Poché me susurró.

—Shhh— la callé y le di un beso en la coronilla solo para así ver disimuladamente detrás de nosotras. Se me heló la sangre al ver una figura encapuchada algunos metros detrás.

—¿Quién es?...— Poché detuvo sus pasos haciendo que yo también lo hiciera. Miré hacia al frente y había otra persona delante.

Estaba totalmente cubierta con una túnica negra y una capucha. Se quedó quieta mientras nos observaba, o eso creía yo.

Poché retiró su mano de mi cintura y bajó hasta mi mano para darle un fuerte apretón. Miré detrás y la otra persona estaba quieta también unos metros atrás.

—¿Qué está pasando?— pregunté retóricamente. No paraba de observar a las dos figuras que estaban cerca.

Ellos alzaron su cabeza mostrando una máscara de liebre. Poché apretó aún más su agarre con mi mano.

—¿Quiénes son ustedes?— pregunté con mi voz entrecortada. Ninguna de las dos personas dijo algo, solamente giraron hacía mi lado derecho donde estaba el bosque. Tragué saliva y seguí su mirada; lo que vi fue aún más peor.

—¡Calle, corre!— escuché como Poché gritó y sentí un jalón mover mi cuerpo, de repente, ya no estábamos frente a esas personas, sino saltando una valla para entrar al jardín de una casa, pasarla hasta llegar a su jardín trasero y saltar otra valla...

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—¡Calle, corre!— escuché como Poché gritó y sentí un jalón mover mi cuerpo, de repente, ya no estábamos frente a esas personas, sino saltando una valla para entrar al jardín de una casa, pasarla hasta llegar a su jardín trasero y saltar otra valla más.

¿Quiénes son esas personas?

Mi mano se tuvo que soltar de la de Poché cuando, por estar distraída, choque con un bote de basura. Todas las bolsas negras quedaron regadas y yo quedé adolorida en el suelo. Maldición.

—¡Calle!— Poché regresó a por mí y me ayudó a levantarme —¡Venga, vamos!— de un estirón me pare —¡Ya casi llegamos!— gritó antes de que siguiéramos corriendo de nuevo.

¿Ya casi llegamos? Mi casa todavía estaba lejos y que decir de la suya. ¿A dónde se supone que teníamos que llegar?

Poché y yo cruzamos las casas hasta llegar a otra calle. Giré mi cabeza hacía atrás y pude notar sombras moverse a lo lejos; todavía estaban siguiendonos.

Esto parece una maldita película de terror.

Cruzamos toda la calle sin ver a los dos lados. Poché me soltó de la mano solo para cruzar la cerca de madera de un saltó, pero al final cayó mal y terminó en el césped del jardín lanzando un pequeño quejido.

—¡Poché!— grité mientras cruzaba la valla y me incliné hacía ella para ayudarla a levantarse. Poché se recargo en mis hombros y se levantó como pudo mientras cojeaba de su pie izquierdo.

—Sigue, Calle— Poché se quejó entre dientes mientras daba pequeños pasitos para continuar.

Miré la casa y no podía creer porque no se me había ocurrido antes. Agarré a Poché con fuerza para que no se cayera y acelere mis pasos para subir al porche.

—¡Laura! ¡Lucía!— Poché gritó con todas sus fuerzas mientras comenzaba a tocar la puerta con intensidad —¡¿Dónde están?!, ¡abran la puerta!

Yo estaba tres pasos detrás de Poché, mis manos estaban jugando entre sí de lo sumamente nerviosa y asustada que estaba. Mi corazón comenzó a latir muy rápido y retumbaba en mis oídos. Mi respiración pasó de ser normal a irregular y sentí el sudor acumularse en mis manos. De la nada todos los sonidos existentes desaparecieron y solo podía ver a Poché tocar la puerta a cámara lenta con mucha desesperación. Sentí una brisa de aire fuerte golpearme haciendo que girará mi cabeza para ver lo que había detrás de mí. Me paralice al ver esas personas en frente de la casa, en medio de la maldita calle. Estaban de pie en fila observandome con intensidad sin moverse para nada. Antes de que por fin pudiera moverme, una mano tomó mi muñeca y me metió rápidamente a la casa cerrandola de un portazo haciendo que aquella imaginen desapareciera de mi vista.

—¡¿Qué les pasa?!, ¡¿acaso están locas?!— miré a una Laura enojada gritarle a Poché —¡Estaba durmiendo mis ocho horas!— se quejó en alto.

Poché estaba en el piso de la entrada mientras respiraba agitadamente. Su mano todavía no soltaba mi muñeca.

—Deja de gritar— Lucía venía bajando las escaleras mientras tallaba su ojo izquierdo y daba un largo bostezo.

—¡¿Deja de gritar?!, ¡pero si ellas son las que llegaron gritando a la casa!— Laura se cruzó de brazos mientras soltaba un gran bufido.

—¿Qué ha pasado?, ¿por qué han llegado así de alteradas?— preguntó Lucía mientras se posicionaba frente de nosotras con cara de confusión.

—Pues...— miré a Poché y ella negó lentamente con su cabeza.

—Nos venía persiguiendo un perro y... parecía muy furioso con todos sus amiguitos— Poché intentó pararse pero le fue imposible, así que la ayudé —Gracias— me susurró.

—Dios, como le van a tener miedo a unos indefensos perritos— se quejó Laura mientras se adentraba a la cocina.

—¿Estás bien? Parecen aterrorizadas— comentó Lucía viéndonos con detenimiento.

—S-si, estamos bien— Poché le respondió rápidamente. Lucía no dijo nada más y subió de nuevo las escaleras.

—¿Qué vamos a hacer?— le murmuré mientras la llevaba a uno de los sillones de la sala.

—¿Nos podemos quedar aquí?— me preguntó y yo negué.

—Mi mamá debe estar muerta del enojo— me senté a su lado —Además, tu mamá también debe estar preocupada por ti.

—Lo sé, pero, ¿en serio quieres salir con esa gente ahí afuera?— me miró a los ojos con mucho miedo. Yo mordí mi labio inferior y desvíe mi mirada de ella... no podía decirle que no.

—Bien— me rendí ante su pedido. Pude escuchar como suspiró de alivió.

—Bien, le hablaré a Mafe y luego a mi mamá, en un rato vuelvo— me dio un beso en la frente y, como pudo, se levantó y cojeó lejos de mí.

Me dejé caer en el respaldo del sillón, ¿qué era eso que había pasado hace minutos? ¿Quién era esa gente? Tomé entre mis dedos mis cabellos soltando un suspiro lleno de frustración. Tengo tantas preguntas y ninguna respuesta, pero se que las iré averiguando poco a poco.

Efecto Mariposa Where stories live. Discover now