Y el muro cayó...

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—El Ente no será compasivo.

—Y nosotros tampoco.

Los árboles comenzaron a menearse, sentí temblor en la tierra. Se acercaban guardianes.

—¡Liam! —exclamé con prisa.

Él se volvió, regresó corriendo a mi lado y me ayudó a levantar. Elora reía de fondo.

—Os sacaré de aquí.

Llegamos hasta la oscura ciudad y serpenteamos entre las calles hasta esquivarlos. Elora no nos siguió, ni Lester tampoco. Nos metimos por un estrecho callejón y él me posó en el suelo con cuidado.

—Debéis esconderos, yo me encargaré de ellos.

—No —intenté decir.

—No tenemos tiempo. ¿Creéis que podréis subir hasta allí arriba?

Alcé los ojos hasta el piso del que hablaba. Estaba alto, pero había una escalera de incendios junto a una de las ventanas. Intenté medir mis fuerzas, iba a ser difícil, muy difícil...

—No lo sé —contesté apretándome el pecho, dolorida y exhausta.

—Todo va a salir bien —aseguró, tomando mi cara entre sus manos. Asentí levemente. Él me cogió del brazo y me condujo hacia las escaleras, ayudándome a subir. En ese momento, un ruido en una calle próxima nos alertó a ambos. Él tomó mi mano y la besó—. Escondeos, regresaré pronto.

Me lanzó una última mirada y desapareció por la esquina de la calle. Poco después, llegaron hasta mí sonidos de dagas cortando el aire y de cuerpos saltando y cayendo. Estaban cerca, muy cerca. Hice un esfuerzo enorme por reunir todas las fuerzas que me quedaban y empecé a trepar por la escalera de hierro. Resbalé varias veces, quedando colgada únicamente por las manos, pero por fin llegué hasta la ventana cerrada. Rogué para que nadie me escuchara y rompí el cristal con el codo. Me abalancé hacia el interior y caí, rodeada de cristales, al duro suelo de una sala abarrotada de cosas. Me levanté con dificultad y miré a mi alrededor. Todo estaba oscuro pero, ahí, al fondo, había una figura.

—Conseguir escapar de la Orden de Alfeo es una proeza digna de mención —dijo una voz que inmediatamente reconocí.

—Jerome... Tienes que ayudarme. —Me puse en pie y avancé hacia él, apoyándome en todo lo que encontraba. No parecía el mismo. Ahora tenía pelo, platino, y un aspecto completamente desaliñado, pero era un alivio tenerle ahí—. Nos están buscando. Christian y Liam están peleando contra ellos.

—Me gustaría ayudarte, pero me temo que no puedo.

Me detuve en seco al darme cuenta de algo: de su brazo brotaba un pequeño reguero de sangre. Retrocedí al tiempo que todo dentro de mí se congelaba.

—¿Qué ocurre? —Avanzó hacia mí.

—No utilizáis vuestra sangre para acabar con grandes predadores. —Me alejé un poco más—. No has venido a por Christian. —Él guardó silencio—. ¿Verdad?

Bajó un momento la mirada y, al cabo de un instante, la alzó mientras sacaba de detrás de su espalda una reluciente daga de plata.

—Lo lamento mucho, Lena. Este no era el plan inicial.

—¿Qué...?

—Debes morir.

—¿Tú también quieres matarme?

—No se trata de lo que yo desee.

No pude alegar absolutamente nada, ni siquiera me dejó asimilar la noticia. Un segundo más tarde, cruzaba la habitación corriendo, con el resplandeciente filo en alto dirigido hacia mi corazón.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Onde histórias criam vida. Descubra agora