Plan. Parte I

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Reidar no quiso decir palabra hasta que estuvimosbajo techo, así que anduvimos en silencio pero a paso velozhasta reunirnos con Liam y Gareth. Christian, a quien nadiehabía avisado, se materializó un segundo más tarde en laentrada.No se me pasó desapercibida la mirada que Reidarle dirigió, pero sabía la razón. Desconfiaba de él. Y no loculpaba. ¡Yo misma lo hacía! Tenía la sensación de que nole conocía para nada. Al fin y al cabo, no le había visto enel barco, ni siquiera cuando recorrí cada uno de los habitáculos buscándole en pleno naufragio... 

Algo no cuadraba,pero prefería quedarme sin esas respuestas con tal de notener que mantener otra conversación con él. Al menos porel momento. 

—¿Has visto dónde se esconden? —preguntó Liam,mientras cedía el sillón a Reidar, pero él se mantuvo en pie. 

—Han improvisado un campamento —reveló, claramente incómodo por la presencia del gran predador. El único más o menos tranquilo era, paradójicamente, Liam—. En lacosta, a varios kilómetros de aquí. 

—¿Le has visto? —pregunté—. ¿Está bien? 

—No personalmente. 

—¿Personalmente?—pregunté—. ¿Qué significa eso? 

—Sé que hay un guardián apresado, conozco a alguienque lo ha visto. No puede ser otro, ¿verdad? 

—Hernan no haría eso —afirmó Christian con totalseguridad mientras se cruzaba de brazos—. ¿De qué le sirvepreso? 

—¿Qué hace este gran predador aún aquí? —preguntó,expresando en voz alta lo que llevaba pensando desde quehabía aparecido. 

Nadie respondió. 

—Conozco lo suficiente a mi hermano como para estarseguro de qué cosas no haría. Y te aseguro que mantener aese guardián con vida es una de ellas. 

—A mí también me extraña —reconoció Lisange. 

—No acabaron con él en el barco —alegué, deseosa deque las palabras de Reidar fueran ciertas. 

—Me temo que eso era porque deseaba tenertecontenta. O, como mucho, utilizarle como los hilos paramanejarte, pero tengo la sospecha de que tu bienestar no lepreocupa tanto como antes. 

—¿De qué estás hablando? —increpé.—De la inutilidad de un guardián rebelde. Claro quepuede que su lealtad también haya cambiado últimamente. 

—No todo el mundo cambia de bando con tanta facilidad, Dubois —apuntó el guardián. 

—¿Estás seguro? —le desafió—. ¿Vas a revelarnos yaquién es tu fuente? 

—¿Crees que voy a decírselo a un gran predador? 

Se extendió un silencio incómodo. 

—Puede que su finalidad sea atraernos —interrumpióLiam en voz alta—. ¿Por qué acamparía aquí, si no? Tienelos medios para conseguir otra embarcación. 

—Porque tenemos algo que él quiere —la voz de Christian sonó demasiado ronca. 

Vi, de forma clara, cómo dirigíauna mirada furtiva a Lisange, que se la devolvió. Supe deinmediato que estaban hablando entre ellos solo con sus ojos. 

—Debemos rescatar a tu amigo de inmediato y desaparecer. 

—Tal vez sea prudente escondernos un tiempo —anunció Lisange. 

—Yo no me arriesgaría. Es un guardián, ¿frente a qué?Ni siquiera sabemos si es cierto que está allí, y de ser asítambién ignoramos si sigue en este mundo —replicó Christian, incansable. 

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora