Centro de atención

337 66 8
                                    


Cuando me giré, todos me miraban. Lisange, Liam,incluso Reidar, que ni siquiera sabía que había estado allítodo ese tiempo, aunque no fui capaz de descifrar la expresión de ninguno de ellos. 

—Tengo... tengo que encontrar a Jerome —fue lo único que dije, aún en shock. 

Jerome era lo último en lo que estaba pensando en ese momento. Ni siquiera sé por qué lo dije. 

—Le buscaremos juntos. 

—No... —Retrocedí, negando con la cabeza—. No quiero que os acerquéis a mí. 

—Pero... 

—Dejadme en paz. —Eché a correr antes de que ninguno pudiera impedírmelo. 

Oí a Lisange de fondo, gritándome que no me fuera, y a Liam deteniéndola, y ordenándola que me dejara ir. 

No sé cuánto corrí, porque aquella playa desconocida parecía infinita, tal vez lo suficiente como para evadirme de su olor, y de su rastro, o lo bastante lejos como para sentirme a salvo de sus mentiras. Pero mis fuerzas ya me habían abandonado prácticamente por completo en el agua, así que, poco después, caí doblada al suelo mientras mi cuerpo se estremecía. Tosí, y vomité más agua. Apoyé mi frente contra la arena negra y cerré los ojos con fuerza. Jamás llegaría a entender nada de ese lugar. Nunca formaría parte de él por completo. Todo eran secretos, encrucijadas y mil y una maneras de complicarse la existencia. ¿Acaso había sido mucho pedir aprovechar esa eternidad solo para existir y querer a alguien? ¿Tan raro era? Ni siquiera sabía si lo que acababa de descubrir cambiaba de alguna manera lo que había ocurrido con Christian. Podía, tal vez, explicar qué hacía ella allí pero también confirmaba lo peor, que había sido él. En ese momento sentí una ira enorme contra él. Le odiaba por haberme mentido, por haberme humillado y lo peor, por habérmelo arrebatado todo. Mi vida y mi corazón. Quería gritarle cuánto le odiaba, y el daño que me había hecho, pero ni siquiera sabía si Christian seguía vivo, o si en esos momentos yacía en el fondo de aquel océano encadenado para toda la eternidad, como había contado Hernan. 

Ese pensamiento sobrecogió algo dentro de mí. 

Durante unos segundos, la nada y el vacío se apoderaron de mi corazón en ese estado de ausencia que te invade cuando has llorado hasta la última lágrima, pero luego, ese mismo vacío fue creciendo para transformarse en congoja y temor. Pronto sería de día. Las franjas rosas y rojizas del cielo del amanecer penetraban entre el azul de la noche, directas y profundas, comiéndose voraces el firmamento que cubría el horizonte frente al que me encontraba, abriendo paso aun sol rojizo y lejano para luego, poco a poco, ir fundiéndose, desapareciendo lentamente como si formara parte de un mundo lejano y no terrestre, devolviendo el cielo, ahora más claro, a su antiguo lugar sobre nuestras cabezas. Me dejé caer sobre la arena, frente a las pequeñas estrellas que comenzaban a desaparecer, e intenté recordar cómo era todo cuando desperté en La Ciudad. Parecía que habían pasado siglos desde entonces. Me veía a mí misma tan ingenua y... pequeña... 

Recordar todos esos momentos sabiendo lo que ahora sabía me hacía sentir estúpida. Hubo más de una señal, pero yo no quise verla y ahora lo estaba pagando caro. Nada volvería a ser lo mismo. Unas ramas crujieron sutiles bajo el peso de alguien en el bosque tras de mí. Me puse en pie, de inmediato y alerta, pero el rostro de Liam no tardó ni dos segundos en aparecer entre los árboles. 

—Lamento sobresaltaros. —Me relajé y abandoné la pose que había adoptado para defenderme. Luego le dila espalda y me dejé caer de nuevo sobre la arena fina. La playa no era grande, pero sí larguísima. La arena oscura se perdía allá donde la vista no alcanzaba a ver el final. Las olas rompían de forma tranquila en la orilla. Ningún alma perturbaba su quietud, a excepción de unas enormes rocas que se alzaban en mitad del agua a un lado, y de mí misma. Él se acercó hasta colocarse a mi lado—. ¿Os importa si nos hacemos compañía mutua? 

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora