Todo es demasiado complicado. Parte 3.

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Alcé la vista y lo miré a los ojos.

—Y tú que el mío dejara de hacerlo.

Intenté sonreír, pero él estaba serio, más aún de lo que yo estaba un segundo antes. De pronto, una ola nos empapó. Reí, esta vez con ganas, y él se contagió haciendo que todo rastro de seriedad se esfumara. Me levantó y me llevó en brazos hasta la orilla. En cuanto me posó sobre la arena, caí de nuevo al suelo, aún riendo. No sabía por qué, pero me sentía mejor, como si estuviese expulsando toda la tensión. Agarré la manga de su camiseta y tiré de él hacia abajo. Paré de reír poco a poco, tumbada a su lado y recostada sobre su hombro.

Me acarició con ternura la mejilla húmeda, pero yo tomé su mano.

—Aún sigues llevando estos guantes... —Lo miré— ¿por qué te los pusiste de repente?

Él miró sus manos casi con repugnancia pero no con- testó, era evidente que los llevaba para no hacerme daño... 

—Cuando Hernan me tocó en la fiesta no ocurrió nada —recordé.

Su cuerpo se tensó tras mis palabras.

—¿Estuviste con Hernan? Asentí con la cabeza.

—¿Te hizo algo?

—No, dijo que solo quería conocerme y que él también podía ayudarme a... —dudé—, ya sabes a qué se refería, ¿no?

Posó un dedo bajo mi barbilla y me obligó a alzar la cabeza.

—Lena, mantente alejada de él.

—Pero ¿por qué su piel no me «quemó»? —insistí—.

¿Solo me ocurre contigo?

—Eso parece.

—¿Por qué?

—No lo sé, Lena.

—¿También te duele a ti conmigo?

No contestó, supongo que no quería mentirme. Me aclare la voz e intenté recuperar la compostura para con- centrarme en su mano, sabía lo que quería hacer. Tiré poco a poco de sus dedos hacia arriba, desprendiéndole de esa tela que apartaba su piel de la mía.

—Lena...

Me llevé un dedo a los labios.

—Shhh.

Sonreí y terminé de deshacerme de la prenda.

—¿Qué vas a hacer? —me preguntó con un deje de inquietud en su voz.

—Experimentar —bromeé.

Acerqué su mano a mí, teniendo mucho cuidado de no rozarle con mi piel, y besé su palma. Sentí un cosquilleo en los labios y una ligera sensación de quemazón. Lo miré.

—¿Soportable?

—Soportable —respondió.

—Tu piel es un poco más cálida que la mía —observé. Él torció un poco el gesto.

—Es porque me alimenté antes de ir a buscarte. Fruncí un poco el ceño.

—A mí no me ocurre eso.

—Tú no absorbes vida, Lena —apuntó.

El recuerdo de lo ocurrido en la fiesta de los Lavisier provocó un prolongado silencio entre ambos. Me mordí el labio y decidí ignorar lo que me acababa de contar; lo que ocurrió esa noche ya me había dañado bastante.

—Volvamos al experimento. ¿Qué sientes si ahora...? Él me detuvo por los hombros.

—Es mi turno.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora