Sangre

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—Debéis iros de inmediato —exclamó Christian nada más entrar por la puerta.

—He hablado con Gareth —informó Lisange justo después de aparecer en el recibidor junto a Liam—, no tienen problema en acogernos en su casa. Me volví hacia él.

—¿Cómo que «iros»? —inquirí—. ¿Qué pasa contigo?

—Lena, ¿recuerdas lo que te expliqué sobre lo que nos ocurría a los grandes predadores?

Comencé a entender de lo que hablaba.

—Esta noche no habrá luna; no puedo acompañaros, pero mañana me reuniré contigo, te lo prometo. No tengas miedo, todo se solucionará.

—Temo mucho más alejarme de ti que ver de nuevo una de esas caras —refunfuñé para mí misma.

Un escalofrío me recorrió la espalda al ver la expresión de Christian. Acababa de desvelar uno de mis secretos más bien guardados.

—¿Cómo has dicho?

Liam y Lisange se volvieron hacia mí con la misma expresión de contrariedad, de modo que me preparé para la lluvia de sermones que me caería a continuación.

—Lena, responde —instó Lisange.

—Bueno... —Intenté pensar a toda velocidad en una manera de salir del paso—. Cuando fuimos a la montaña...

—No llegasteis a verle el rostro a ese guardián; me aseguré de ello —señaló Liam.

—Esto es importante, Lena —interrumpió Christian—. ¿Te has cruzado con algún otro y no nos lo has contado?

No me atreví a decir que sí; de pronto me sentía como un niño al que acaban de pillar robando golosinas.

—¿Cuándo ocurrió? —preguntó despacio interpretado mi silencio.

Tomé aire para armarme de valor.

—El primero fue... la noche de la fiesta —confesé al fin; todo sería peor si no hablaba—. Uno de ellos me persiguió hasta casa; la otra vez ni siquiera puedo garantizar que se tratara de uno o varios de ellos.

Lisange se llevó la mano a la frente con aspecto consternado.

—Sólo los guardianes de la orden cazan en grupo — musitó.

—Eso fue justo después del examen —agregué contrariada—, en ese mismo edificio.

—¿Llegaste a verle el rostro a alguno?

—Solo al que me encontré en el bosque. —Me dejé caer en el segundo escalón del recibidor, una horrible sensación me recorrió el cuerpo al recordarlo. Los tres parecían de pronto abatidos, en especial Christian. Sabía que se sentía culpable porque esa noche yo había salido a buscarle a él; pero eso no justificaba que Liam y Lisange también se pusieran así—. No lo entiendo, ¿en qué cambia esto las cosas?

—En todo —sentenció Christian.

—No escapaste de milagro, Lena. Su intención no era matarte, al menos no antes de dejar su aviso; estaban rondándote.

—¿Qué quieres decir?

Los recorrí a los tres con la mirada, pero ninguno me respondió.

—Debemos hacerlo —pronunció entonces Liam, ha- blando más para sí que para el resto.

—Sí —apoyó Lisange—, no es tarde, aún hay tiempo.

—No hablo de huir —repuso él—, sino de quedarnos precisamente donde estamos.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora