En primera línea

368 63 0
                                    


Me ajusté la ropa. Las manos me temblaban. Si estuviera viva, mis poros transpirarían. Estaba tan nerviosa... 

Había pasado un día entero desde que Reidar había aparecido en mitad de la noche, y desde que Lisange me confesara su affaire amoroso con Christian. Llevaba todo el díadeambulando alrededor e intentando poner en orden todo loque sentía en ese momento. Sin éxito, claro... Mi yo racionalno podía enfadarse o sentirse traicionado porque amboshubieran tenido un pasado en común, aunque la idea no meapasionaba. No era irracional el hecho de que en tantos añosde convivencia surgiera algo entre dos personas tan perfectascomo ellos, ¿no? Sin embargo, eso no me consolaba. Lisangeera todo lo contrario a mí y después de todo lo que habíaescuchado en los últimos días, lo que de verdad me dolíaera la posibilidad de que, tal y como Christian había dicho,todo lo que sentía por mí o lo que yo pudiera sentir por élfuera fruto de un castigo y que, de tener opción, siguierasintiendo algo hacia Lisange. Aunque no fuera el tipo de"amor humano" que él había jurado sentir solo por mí. Él había conseguido que me sintiera especial y la posibilidad de que no fuera cierto me apuñalaba el corazón. 

Alcé los ojos, me miré en el espejo y tomé aire confuerza. Hacía días que no parecía yo, pero en ese momentose me antojaba más evidente que nunca. Lisange habíaconseguido ropa para camuflarnos en la oscuridad, queconsistía, básicamente, en unas mallas y una camisetanegras extremadamente ajustadas y flexibles. En realidad,cualquier cosa habría sido mejor que los jirones del vestidode Elora, y aunque esa ropa se adaptaba a mi cuerpo de unamanera que jamás había expuesto, debía reconocer que eraimpresionante y cómoda. Era... sexy. Bastante sexy, y yo nome sentía así en ese momento. 

Alcé los brazos para recogermi pelo en una coleta alta, que cayó suave y lisa sobre mihombro derecho. Nunca había estado mejor pero estabasegura de que se debía a Hernan. Aún sentía el efecto dehaberme alimentado de él por todo mi cuerpo, pero empezabaa menguar. Hacía unas pocas horas que había comenzado adarme cuenta de ello. En especial por el dolor de mi pecho.Me apretaba de manera demoledora y constante, sin treguay sin menguar su intensidad. Pensar en él hizo que misdedos empezaran a temblar y que una extraña ansiedad seapoderara de mi pecho. La misión era sacar a Jerome de allí,sí, pero no sabía cómo podría reaccionar si veía a Hernan.Evitar verle era mi prioridad. Le temía pero su aroma y lasansias por acercarme a él crecían descontroladas y no sabíaqué podría ocurrir porque mi cuerpo lo necesitaba. Podría serun peligro para los demás, tal y como había dicho Christian. 

—¿Estáis lista? —oí detrás de mí. 

Me giré y encontré a Liam en la entrada. Mi respiración se disparó aún más. 

Habría dado lo que fuera porque nome viera así. Me sentía ridícula y disfrazada. 

—Sí —balbuceé. 

Cerré los puños a ambos lados de mi cuerpo paraintentar disimular el temblor de mis manos y me giré denuevo hacia el espejo. 

—Parecéis alterada —comentó—. Si no estáis segura,no tenéis que... 

Bajé la vista, no era capaz siquiera de mirar su reflejo. 

—Aún me pongo nerviosa cuando estás cerca —sonreí. 

Sí, mi nerviosismo provenía sobre todo de la posibilidad de encontrarme con Hernan, pero no podía decírselo.Y tampoco le había mentido. Que estuviéramos en mitad deninguna parte no hacía que él pareciera menos principesco.No estaba enamorada de él, pero seguía imponiéndomesu extremada perfección y el hecho de que me viera tan"desnuda" solo había conseguido acrecentarlo. ... Aunque,a decir verdad, tampoco sabía por qué le había dicho eso.Supongo que a él le pilló tan desprevenido como a mí porqueno dijo nada de inmediato. De hecho, dejó pasar variossegundos antes de volver a hablar. 

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora