Cuestión de fe. Parte 2

2.7K 410 79
                                    

—No he hecho nada —tartamudeé.

—Esa no ha sido una respuesta satisfactoria, me temo.

—Su rostro era aterrador.

—No es inteligente tener a esta cazadora todo el tiempo por aquí —interrumpió Lester, situado, de pronto, junto a Elora—. Christian no lo aprobará.

—Él nos la ofreció —alegó ella.

—Hay cientos de cazadores y humanos para torturar bajo nuestros pies. Lo último que necesitamos es una disgregación en el grupo.

—Hernan quiere a esta, de modo que ahórrate tus comentarios —defendió—. ¿Qué tiene esta cazadora? ¿También sientes tú aprecio por su vida ahora?

—Tocarla solo nos trae problemas.

—Y no hacerlo, también —la voz de Hernan fue dura.

—¿Qué ocurre? —preguntó de pronto Christian, entrando en la iglesia—. He oído las campanas.

—Nos disponíamos a realizar una exterminación. — Anunció Elora mientras me miraba, arqueando una ceja de forma burlona—. Al parecer, han entrado ratas en la casa.

—Christian me clavó los ojos de forma intensa y profunda y luego se sentó en el banco más cercano con tranquilidad.

—Id a controlar a esos grandes predadores de ahí fuera, no podemos llamar la atención —ordenó Christian. Elora y Lester abandonaron el lugar; Hernan paseaba por la parte delantera. Entonces, Christian entrelazó las manos sobre sus rodillas, me contempló con serenidad y dijo con voz seria—: Debes amar el dolor más que cualquier otro cazador.

—¡Se han llevado a Jerome! —exclamé—. ¡Tienes que ayudarlo!

—No conozco a ningún Jerome. —Pasó una mano por los artilugios que su hermano había dejado en ese mismo banco en el que él estaba sentado, analizando uno con especial interés—. Eres una privilegiada, estas son sus preferidas. Solo las utiliza en ocasiones especiales. —La dejó de nuevo en su sitio, con cuidado, y respiró de forma pesada—. No te entretengo más, dejaré que continuéis con lo que estabais haciendo. —Se acercó y besó mi frente.

En ese momento, aproveché para aferrarme a su brazo.

—Ayúdame —le pedí—, por favor.

—No deberías haber venido aquí. No ha sido una buena idea —dijo despacio.

—Yo no quería venir —sollocé—. Por favor, Christian, no me dejes con él.

—Aparta tu mano de mí, Lena.

Se soltó y pasó de largo. Alargué el brazo intentando aferrarme de nuevo a él, pero no llegué a alcanzarlo y él tampoco se detuvo. Siguió andando hasta subir las pequeñas escaleras que conducían al altar. Se dio la vuelta y se sentó con tranquilidad en la penumbra, en una gran silla que lo presidía todo. No parecía afectado, ni siquiera le importaba. Era como si solo fuese el envoltorio del Christian que yo había conocido.

—¡Ayúdame! —supliqué de nuevo—. ¡Christian! —Se mantuvo impasible. Mirándome de forma helada, con los brazos reposados en la silla y sus dedos entrelazados. Mantenía la barbilla alzada y me clavaba la vista de forma penetrante. No había piedad en sus ojos—. ¡TE ODIO! —le grité, incapaz de creer lo que estaba viendo—. ¡Te odio!

Mi cuerpo entero empezó a temblar mientras sentía cómo él me penetraba con los ojos desde aquella oscuridad. No iba a ayudarme, no iba a hacer nada más que observar y eso era peor que todo lo demás. La constatación de que era cierto que no me quería y que yo había sido estúpida, como todos habían dicho, por creerle.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora