La historia de Lisange

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Nadie me había explicado qué era lo que le sucedía a un humano después de ser «utilizado». Esa palabra sonaba tan mal..., aunque él me había asegurado que no sufrían daños graves. Claro que ¿cuál es la definición de «grave» para un gran predador? Todo ese asunto me impedía dormir por las noches o poder pensar en cualquier otra cosa durante las mañanas. La ausencia de Christian no hacía más que acrecentarlo todo; si tan solo le tuviera ahí para poder preguntarle...  

Esa mañana había más ruido de lo normal y eso hizo que me despertara muy temprano. Tampoco es que estuviera disfrutando de un apacible descanso; mis sueños parecían motivados por las últimas palabras de Christian, así que en el fondo agradecí todo aquel jaleo. Bajé al recibidor, allí Flavio ponía en hora un pequeño y elaborado reloj de bolsillo plateado, en pie junto a una pequeña bolsa de viaje. El ruido provenía de la salita donde Goliat se había encaramado a las cortinas de una ventana y Lisange estaba intentando por todos los medios separarlo. Para terminar de cuadrar la escena, Caín maullaba como un loco.

—¿Qué ocurre? —pregunté.

—¡Lena! —Exclamó Flavio mientras se ajustaba de nuevo la pequeña cadena del péndulo en su chaleco y se volvía hacia mí con una sonrisa—. Me alegro de que te hayas levantado, no quería tener que despertarte para despedirme.

—¿Te marchas? —pregunté desconcertada.

—Sí, he adelantado el viaje a la montaña para combatir este incómodo calor.

En ese momento, Liam apareció por la escalera justo detrás de mí.

—¿Nos vamos todos? —pregunté al ver que cargaba con una pequeña maleta.

—No, no; Liam me acompañará para ayudarme a pre- pararlo todo.

—Regresaré mañana, nos reuniremos todos allí después de que realicéis los exámenes.

Flavio se acercó a mí y me abrazó.

—Y más te vale aprobar o el año que viene te escolarizaremos de verdad.

—Ha sido un verdadero placer enseñarte, Lena —dijo mirándome de forma muy directa a los ojos—. Eres capaz de más cosas de las que crees, estoy seguro de que les sorprenderás a todos.

Reí contra su hombro. Creí que me soltaría pero no fue así. Unos segundos más tarde, se separó de mí y me tomó delicadamente de los brazos.

—Ha sido un verdadero placer enseñarte, Lena —dijo

Sonreí; tenía demasiada fe en que aprobara esos exámenes.

—Buen viaje —le deseé.

—Bueno o malo, pero que sea rápido. —Me guiñó un ojo y se volvió hacia la puerta. Justo antes de salir me miró una última vez y añadió—: Ten mucho cuidado ahí fuera.

—Lo tendré. Hasta dentro de unos días, Flavio.

Me dedicó una última sonrisa, levanté una mano a modo de despedida y se fue.

El hecho de que se marcharan nos proporcionaba a Lisange y a mí dos días completamente solas. Ella, por supuesto, se volvió loca con la idea de quedarnos para poder hacer «cosas de chicas».

Tras ver los resultados que había conseguido con la fiesta, su emoción había crecido y estaba decidida a hacer de mí una belleza, algo que no entraba en mis planes porque la verdad es que me sentía bastante a gusto con mi nuevo aspecto. Pero incluso a mí me pareció alentador el plan, teniendo en cuenta la desesperada necesidad de evadirme de todos los problemas que acosaban mi mente.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora