No siempre es fácil olvidar el pasado. Parte 2

2.8K 416 84
                                    

—¡Lisange, pide ayuda! —grité mientras sentía que me arrastraban hacia atrás. No me habían paralizado, alguien me sujetaba con fuerza, impidiendo que me defendiera—. ¡LISANGE!

La misma persona que me inmovilizaba cubrió mi boca con una mano.

—¡Shhhh! —dijo, con voz algo turbada y ansiosa—. No grites, Lena, alguien podría oírnos.

—¿Lisange? —pregunté atónita a través de sus dedos. El guardián se detuvo, yo lo contemplé confundida.

Ella pasó una mano por debajo de mi brazo y me obligó a ponerme en pie. Luego, muy despacio, liberó mis labios.

—¿Pero qué...? —empecé volviéndome hacia ella.

—¡Shhhh! —Me volvió a acallar, vigilando, nerviosa, la casa—. Baja la voz.

—¿Que baje la voz? —pregunté fuera de mí—. ¿Qué es lo que está ocurriendo?

—Márchate —le dijo ella al guardián.

—¡Lisange! —Estaba atónita. El guardián parpadeó y desapareció, no sin antes dedicarme un gruñido nada alentador. Inmediatamente después me volví hacia ella—. ¿Qué has hecho? ¿Te has vuelto loca? —inquirí.

Ella tomó aire de forma profunda y lo fue soltando despacio, como si intentara relajarse y pensar a toda velocidad al mismo tiempo.

—Hay mucho que explicar, Lena. —Se sentó en el suelo y me hizo una señal para que la imitara.

—¿Te has aliado con ellos? —inquirí, aún sin moverme del sitio.

—Siéntate, por favor —pidió, pero no le hice caso.

—¿Por qué lo has protegido?

—No es cualquier guardián. Su nombre es Reidar — comenzó—. ¿Recuerdas lo que ocurrió cuando Christian te salvó de Silvana en el puente, justo antes de venir aquí?

—¿Él fue el que te hizo desaparecer? —Ella asintió con la cabeza—. Pero dijiste que habías acabado con él.

—Dije que conseguí escapar —señaló y se llevó una mano a la frente. Parecía realmente cansada—. Fue una noche muy, muy dura —su tono de voz se volvió más grave—. Nunca había peleado durante tanto tiempo. Él me venció, Lena, pero cuando colocó su daga contra mi pecho, lo reconocí. Vi sus ojos y, a pesar de su apariencia de guardián, lo descubrí.

—No te sigo —reconocí sentándome a su lado, confundida—. ¿Lo conocías?

—En realidad, ya te he hablado de él. De él y de mí, en vida. —En cuanto entendí lo que significaban esas palabras, abrí mucho los ojos y me puse en pie de un salto con la boca abierta—. Es difícil de creer, lo sé. Cuando lo llamé por su nombre, él me reconoció a mí también y en lugar de matar- me, se arrodilló a mi lado y me pidió mil veces perdón.

—¿Quieres decir que el hombre que te obligó a matarte es un guardián de la Orden de Alfeo?

—En teoría, sí.

—¡Y en la práctica! ¡Intentó acabar contigo de nuevo! —le recordé.

—Podría haberme matado en ese mismo momento, Lena. —Frunció el ceño—. Pero no lo hizo. Además, había mucho dolor en sus ojos.

—¿Y tú le has creído? —pregunté atónita. Eso no era normal en ella, no podía haber sido tan ingenua.

—Lleva oculto desde que llegó. Yo no lo sabía, lo encontré hace solo unos días. Ha traicionado a toda la Orden: su cabeza tiene ahora precio, y todo lo ha hecho por mí, por protegernos.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora