Caída libre. Parte III

305 60 6
                                    


—¡Lena! —oí detrás de mí—. ¿Estás bien? 

Era Gareth. Iba a salir a intentar despejarme pero él me interceptó. 

—Todo bien —mentí. 

—Ven con nosotros. 

Capté el olor de Liam de inmediato (¿cuándo había regresado?) y me adentré en el salón. Allí, todo estaba en el mismo estado que el resto de la casa. Las telarañas recorrían cada pared de lado a lado batiendo algún tipo de récord imposible. Solo dos sillones y unos cajones de madera ejercían como mobiliario. Pero no importaba en absoluto, porque los perfectos rostros de Liam y Gareth eclipsaban todo alrededor. Su presencia tenía un efecto calmante en mí y la verdad es que lo necesitaba. Ambos revisaban sus armas en ese momento. Cogí aire y miré alrededor. 

—Echo de menos nuestra casa —comenté para mí misma. 

—Solo es un poco de polvo —intentó animar Gareth, levantándose y volviendo a colocar una estantería contra la pared que obstaculizaba mi camino hacia ellos. —Ya habéis migrado de lugar en lugar con anterioridad. Esto será solo temporal. 

No se me pasó desapercibida la mirada inquisitiva que Gareth le dirigió a Liam y cómo él asintió con la cabeza de manera casi imperceptible. 

—Lena, acércate un momento —me dijo, sacando lo que parecía un enorme rollo de tela y colocándolo sobre la mesa. 

Liam se mantuvo en su sitio. Yo me acerqué a la mesa y me senté en un destartalado sillón frente a él. Entonces, desenrolló la raída tela y desplegó ante mí una gran variedad de metales que relucieron bajo la luz de las velas. Me acerqué un poco más a la mesa, con renovado interés. Miré a Gareth y luego a Liam, que no hizo ni un solo gesto. 

—¿Sabes usar una de estas? —me preguntó Gareth. 

Vacilé. Sabía. Hernan se había encargado de ello, pero no iba a decírselo. 

—Puedo intentarlo —me apresuré a decir, casi tartamudeando.

 Si algo caracterizaba la relación de ambas familias conmigo era la extrema sobreprotección y la obsesión por mantenerme lejos de cualquier tipo de arma. ¿De verdad me iban a dar una daga? ¿A mí? Sentí cómo la excitación y la confusión peleaban entre sí despertando algo dentro de mí. 

Él analizó unas cuantas bajo la luz de una vela cercana hasta que encontró lo que buscaba. 

—Bien, creo que esta será perfecta para ti. 

—¿De verdad vais a dejarme ayudar?

—Somos pocos, Lena, así que todos tenemos que colaborar. Hacemos turnos para vigilar la casa y alertar al resto en caso de guardianes, humanos o grandes predadores. Esto —señaló el arma— solo es el último recurso. Más aún en tu caso. Si ves algo, debes alertarnos. 

—¿Voy a tener un turno? —Aún estaba procesando la información. El mix de excitación, nerviosismo y un repentino miedo coqueteaban, irresistibles, conmigo misma intentando apoderarse de mí. 

—Lleváis tiempo pidiendo ayudar —comentó Liam, por fin, acercándose un poco. 

—Por eso mismo... —Aún no podía salir de mi asombro. 

—Sigo pensando que es un error —interrumpió Lisange. No la había visto, pero estaba oculta en la oscuridad en la esquina más lejana, mirando por una ventana rota al exterior con una lanza sobre el regazo. 

—Lena lo hará bien —animó Gareth—. Todos hemos comenzado en alguna ocasión. 

—No en las mismas condiciones —recalcó ella con aire muy digno. 

—Deseo ayudar, pero me preocupa mucho Jerome. Creo que debería ir a buscarle. No puedo quedarme aquí sabiendo que él podría estar en manos de Hernan otra vez. 

— Reidar buscará a Jerome esta noche. Con los grandes predadores fuera y el hundimiento del barco, sería arriesgado que lo hiciera cualquier otro. Lisange tiene el turno ahora para vigilar la casa pero imagino que no tendrá inconveniente en que le hagáis compañía. 

Se hizo el silencio. Evité mirarla con todas mis fuerzas. Esa sugerencia no era inocente, sino un intento de forzarme a hablar con ella. 

—Voy fuera —anunció ella después de comprobar, tras unos pocos segundos, que yo no iba a responder al comentario de Liam—. Aquí hay demasiada luz. —Cogió un par de puñales y salió al exterior, con la lanza en alto. 

Ni siquiera me miró. En cuanto se fue, volvió reinar el silencio, solo interrumpido por Gareth, afilando la hoja de una daga. 

—Os sentiréis mejor cuando habléis con ella. Lisange lo está deseando. 

—No me apetece. Al menos, de momento. —Analicé mi nueva arma bajo la luz tenue aunque, en realidad, solo era una excusa para no tener que mirar a Liam mientras lo decía. 

—Ella posee muchas de las respuestas que ansiáis. Tal vez esas respuestas os ayuden a entender algunas cosas. 

—No quiero más mentiras. 

—Apuesto a que no sois la única. Confiad en mí. 

Suspiré hondo y me puse en pie. 

Christian, Lisange... 

—Maldita sea —mascullé. 

Guardé el arma en el pantalón, salí fuera y seguí los pasos de Lisange. 

Seguía enfadada con ella, sí, pero si Liam estaba en lo cierto, estaba deseando ver qué tenía que contarme. Seguía enfureciéndome que todos ellos supieran que había sido él pero también conocía su postura de insistir en que fuera yo quien descubriera mi pasado. Supongo que estaba tan furiosa con Christian y, sobre todo, conmigo misma, que deseaba volcar esa culpabilidad sobre todo el mundo y verla a ella ahí, en mi recuerdo, la había convertido en uno de mis principales objetivos. 

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora