¿Normalidad? Parte 1

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2018 ha sido un año importante. Seguramente, de los años que más recordaré. Es difícil resumirlo... He cumplido sueños, he ganado una nueva familia, he visto brotar en papel una parte de mi corazón que me daba miedo exponer, he conocido a un montón de personas y compartido infinidad de experiencias y momentos especiales con gente increíble. He nadado en el hielo y conversado con Papá Noel. He conocido personas tremendamente felices que no tenían nada. He visitado un mundo que solo estaba en mi cabeza y regresado a otro al que hacía tiempo que no volvía. Sin embargo, lo mejor de todo ha sido las personas que han hecho posible vivirlo y compartirlo. Os quiero.
Que 2019 sea, como mínimo, tan bonito como este.  

¡FELIZ AÑO!

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Christian había regresado, sí. Se suponía que todo volvía a ser como antes, pero la realidad era muy distinta. Lo que había ocurrido durante los últimos meses planeaba sobre nosotros y su sombra impedía que consiguiéramos eliminar esa distancia que se había creado. Él se sentía culpable, lo veía constantemente en su rostro, y me dolía, pero era incapaz de consolarlo. No podía evitar tenerle cierto recelo, miedo... Incluso su roce ya no era agradable. Intentaba no apartarme de él por temor a herirle, pero ponía tanta distancia entre nosotros como podía, con la esperanza de que él pillara la indirecta. Él tampoco hizo ningún intento por acercarse a mí.

No puedo decir que esa situación fuera peor que la anterior, pero sí que era más desconcertante e incómoda porque ninguno sabíamos cómo actuar. Llevaría mucho tiempo superar lo que había pasado, aunque entendiera las razones por las que lo había hecho. Nadie puede volver a la normalidad de la noche a la mañana después de haber sentido el pánico que yo había experimentado, e imaginaba que él tampoco podía ignorar tan fácilmente las razones que lo habían llevado a ello, o al menos así lo creía.

—¿Qué haces aquí? —preguntó, sentándose a mi lado, a una distancia prudencialmente premeditada.

Había salido al descampado, a intentar tomar un poco el aire.

—¿Recuerdas que me dijiste que no querías desentrañar el universo? Acabo de decidir que yo sí quiero; tú eres mi incógnita indescifrable.

—¿Y qué has descubierto? —preguntó mirando al horizonte. La brisa despeinaba su flequillo con suavidad.

Volví a alzar la vista hacia el cielo.

—De momento, nada.

—Una eternidad no es suficiente para conseguirlo, me temo.

—Eso depende de cuánto dure.

—Ni con todo el tiempo del mundo, Lena. Sería igual que intentar analizarnos a nosotros mismos. Vivimos en un contexto vacío de todo sentido, causamos admiración, los humanos cuando nos ven se sienten insignificantes. Somos inalcanzables, distantes de todo lo que nos rodea, evolucionamos con soberana lentitud mientras contemplamos cómo el mundo sigue girando. —Ladeó su rostro hacia mí—, y nadie busca en nuestro interior. Solo nos admiran desde lejos.

—Para no interesarte, has pensado mucho en ello —apunté.

—Nunca dije que no me interesara, solo que no quería resolver el rompecabezas. Pero somos muy parecidos. Bolas de gas, cuerpos putrefactos,... al final somos lo mismo; defectos, elementos decorativos en una naturaleza más preocupada por la ornamentación que por la utilidad.

Me volví hacia él con interés.

—Me desconciertas. El Christian que conozco nunca se definiría como un «defecto».

—Un gran predador también tiene derecho a tener un mal día —suspiró volviendo a mirar al frente—. No es fácil ser yo últimamente.

—Ni yo. —Reí de forma amarga.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora