Ira. Parte II

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¿Cómo que se lo has dicho? —Oí de pronto. Era la voz de Christian, estaba segura, procedente de algún lugar cercano y transportada por el aire. El sonido de su voz detuvo en seco mi mente y mi cuerpo.

Se iba a enterar tarde o temprano. Eso es algo que sí que debería haberle dicho. —La segunda voz era Lisange.

¿Ahora eres un ejemplo de moralidad?

Avancé despacio y me dirigí hacia una casa en ruinas. No estaban dentro, eso seguro, sino que parecían proceder del cobertizo en la parte trasera. Me agaché y gateé hasta esconderme detrás de una pila de escombros y, entonces, al fondo, les vi a ambos. Eran solo ellos dos, hablando muy cerca el uno del otro con gesto feroz.

No te atrevas a hablarme así. Yo no tengo la culpa de lo que hiciste.

Pero sí de todo lo demás.

¿A qué has venido?

Lo sabes perfectamente. Solo hay una manera de detenerle.

No, Christian. Hay más de una.

Sabes lo que está ocurriendo. No nos enseñaste a tener miedo.

No os enseñé muchas cosas, pero no os ha hecho falta que lo hiciera. Todos estamos pagando el precio de nuestras acciones.

Entonces, paga por las tuyas.

Ya pagué por ellas. No vas a cargarme con esa losa. No deberías haberte acercado a ella. Si me hubieras hecho caso...

Esto no tiene que ver con ella.

¡Claro que sí! Porque sabes que él ha visto lo mismo que viste tú y ahora quieres detenerle. Y esa no es mi lucha, Christian. La aprecio, pero no. Han sido más de 100 años.

Hablas como un cazador, pero yo te conozco, Lisange. Soy el único a quien no puedes engañar. Esto nos afecta a todos.

Ya te di una paliza como cazadora no hace mucho. No me gustaría tener que recordártela. Yo te traje aquí, conozco tus puntos débiles, así que no lo olvides.

—No está bien visto escuchar a escondidas —dijo alguien a un lado.

Di un pequeño bote por el susto al ver a Gareth sentado a pocos metros de mí. Mantenía su rostro oscuro y hermoso de siempre, pero parecía encorvado y se sujetaba el pecho. Ahí había una herida abierta que parecía estar cerrándose lentamente. Nunca antes me había arrepentido de verle, excepto en ese momento...

—¡Gareth! —exclamé—. ¿Dónde estabas? —Me detuve al verle. Tenía un aspecto horrible...—. ¿Qué te ha ocurrido?

—Que algún gran predador no pudo conmigo. — Sonrió con complicidad y luego señaló con la cabeza hacia el cobertizo—. ¿Algo interesante?

—No... La verdad es que acabo de llegar.

—No te preocupes. Apuesto a que en los próximos días no les importará discutir a gritos. —Le miré. Eso no me consolaba—. Pero tranquila, si me hubieran ocultado a mí tanta información como la que has descubierto tú en estas últimas horas, créeme, yo también habría desarrollado un talento sobrenatural para escuchar a hurtadillas.

Debo reconocer que consiguió que la comisura derecha de mi boca temblara a punto de esbozar una pequeña sonrisa. Me quedé quieta mientras él se ponía en pie, esperando que pasara de largo y yo pudiera volver a escuchar, pero puso una mano en mi espalda y me obligó a acompañarle a través del boque.

—¿Estás bien? —me preguntó.

Me rodeé los brazos con las manos y me volví hacia él.

—Debería ser yo quien te preguntara eso.

—Oh, yo estoy perfectamente, Lena. Esto es solo un rasguño pero tú has pasado mucho tiempo entre grandes predadores.

—Me preocupa no haber encontrado a Jerome. Quemé el barco. Sus grandes predadores seguramente estén en el fondo del mar. Si Hernan le encuentra, se asegurará de acabar con él.

—Es más probable que haya regresado con la Orden.

—La Orden está con Hernan —le recordé.

—Tengo la sensación de que no toda ella. En sus tiempos, la Orden era grande, pero aquella noche, el grupo parecía reducido. —Me detuve en seco y le miré con especial interés—. Tan pronto como Reidar regrese, sabremos algo. Llevamos siguiendo la pista desde hace un tiempo a lo que parece otro grupo, pero no es seguro que pertenezcan a la Orden. Lo guardan muy en secreto.

—Yo también lo haría, si se me acercara un guardián con olor a cazador y gran predador —apunté.

Él sonrió de forma queda.

—Ha sido un día largo. Deberías intentar descansar.

Depositó un beso en mi frente y se alejó hacia la casa, no sin antes darme un ligero apretón en el hombro. Cuando le vi alejarse, respiré hondo y retrocedí la vista hacia donde Christian y Lisange habían dejado de discutir. Mi estado emocional era un auténtico y peligroso alambre de espinos caliente al rojo vivo. Puede que no supiese quién era yo misma ni lo que sentía en ese momento pero, a pesar de ello, tenía clara una cosa, y es que no estaba lista para ver cara a cara a Christian cada día, otra vez....

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora