La pequeña carnicera. Parte 2.

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—¿No es agradable mi compañía?

—Hay demasiado ruido —alegué.

—¿Ruido? —Rio, por la estúpida excusa—. ¿No te complacen los gritos? —De pronto, sentí su aliento contra mi cuello—. ¿No te reconfortan?

Era incapaz de controlar mi respiración. Estaba desbocada. No podía pensar en mantener las apariencias, ni en lo que me jugaba al no seguir su juego. Solo era capaz de pensar en salir de allí cuanto antes, huir de ese horrible lugar.

—Ven conmigo —susurró, yo me resistí.

—Al parecer sí que te incomodo.

—¿Qué pasaría si dijese que sí?

—Eso depende de lo que desees que suceda —me susurro, peligrosamente cerca de mi oído.

—¿Qué quieres decir? —Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

—¿Cazadores? ¿Humanos? —Alzó de forma sutil la comisura de sus labios y se acercó mucho a mí—. ¿O tal vez un gran predador? Tengo todo lo que puedas desear.

—Lo dudo.

—Pruébame —lo dijo con sus labios tan cerca de los míos que creí que me iba a besar. Tuve que empujarlo un poco del pecho para salir de ahí.

—Tengo que irme.

Me volví y salí de allí con paso acelerado. No había conseguido atravesar más que un par de cortinas, cuando algo me detuvo en seco. Detrás de esa gigantesca tela colgante encontré algo muy diferente; tan aterrador que me olvidé por completo de mi huida. Había una sala, una inmensa sala llena de enormes jaulas. Parecía sacado de una película de terror. Los cuerpos se acumulaban dentro de esas paredes de hierro. No sabría decir si eran cazadores o humanos por- que estaban completamente maltratados, pero todos parecían moribundos. Entonces, me fijé en algo que colgaba en el centro de esa espantosa habitación. Era una mujer de larga cabellera negra, suspendida del techo por las muñecas y vestida con harapos.

—¿Conoces a esa mujer? —inquirió él de nuevo a mi

—¿Quién es? —pregunté, volviéndome asustada.

—Un cazador al que le gustaba decir mentiras —respondió con calma.

—Hablas en pasado —advertí sintiendo un gran dolor en el pecho—. ¿Vas a matarla?

—Su destino no me corresponde a mí decidirlo —resolvió con total frialdad.

La observé con atención. Su rostro estaba oculto por la enmarañada mata de pelo, pero emitía unos extraños gruñidos, como palabras.

—Intenta decir algo —susurré para mí misma, olvidándome por un segundo de Christian.

—Ya no dirá nada, le han cortado la lengua.

—¿Quién? —pregunté horrorizada sin apartar la vista de la mujer, que aún se esforzaba por decir algo.

—Ella —sentenció él. Aparté la vista de la extraña e instintivamente retrocedí un paso. Valentine acababa de entrar por un lateral de la sala—. Es un suvenir de mi último viaje —comentó él—. El mejor regalo que ha recibido por su aniversario, y le encanta. No permite que nadie más lo toque.

—¿Ella le ha hecho eso? —pregunté sintiendo un pesado nudo en el estómago.

—Es muy apasionada. —Desde ahí, contemplamos en silencio cómo la niña cortaba la cuerda que suspendía a la mujer en alto y la tiraba al suelo sin delicadeza alguna. En ese momento, su rostro quedó al descubierto y yo me sentí desfallecer. Era Helga Lavisier. Retrocedí con brusquedad, chocando contra él y a punto de dejar escapar un grito, pero Christian me sostuvo por el brazo—.Obsérvala —me susurró—. Es fascinante.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang