Por fin, un soplo de aire fresco. Parte 1

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—¿Qué ocurrió? Desapareciste...

Tardó unos segundos en contestar. Yo la contemplaba impaciente y embelesada por tenerla de nuevo a mi lado.

—Había más guardianes de los que esperábamos. Muchos más —explicó—. Estaban por toda la ciudad. Cuando llegamos al puente, uno de ellos se abalanzó sobre mí y me llevó lejos. —Me miró—. Intentaban dejarte sola. Sabían que no podías defenderte. Peleé con ese guardián durante horas. No puedes hacerte una idea de cuánto. Creí que acabaría conmigo.

—¿Le venciste?

—Escapé. —Hizo una pequeña pausa—. Cuando regresé al puente, capté el aroma de Christian y supe que estabas a salvo.

—¿Por qué no nos seguisteis?

—Porque estaba lleno de guardianes. No podíamos arriesgarnos a que nos siguieran.

—¿Y Liam?

—Tuve que pasar toda la noche escondida hasta que volvió a aparecer el sol. Cuando lo encontré, había regresado a casa.

—Pero estaba herido...

—Sí. Casi lo hieren en el corazón. Tuvo suerte, pero lo ha pasado mal.

El coche se detuvo al llegar a la calle. Ahí nos estaba esperando Gareth.

—Me alegro de verte de nuevo —le dijo a Lisange antes de mostrar una resplandeciente sonrisa y abrazarla con fuerza.

—Y yo, Gareth, ha pasado demasiado tiempo.

Los dejé hablando y entré corriendo a la casa, ansiosa por ver de nuevo a Liam y a Christian.

—¿Liam? —llamé—. ¿Christian? —Busqué por toda la casa, pero no los encontré a ninguno de los dos. De hecho, estaba vacía, ni Gaelle ni Valentine estaban tampoco dentro. Confundida, regresé a la calle, donde ambos seguían charlando—. ¿Dónde está Liam? —pregunté acelerada.

—Me temo que sigue en casa, Lena. —Ella me miró con el rostro ligeramente entristecido—. Aún no se sentía con fuerzas para viajar, pero me pidió que te mandara saludos y te recordase su cálido afecto. —Sentí cómo me desinflaba.

—Supongo que eso explica por qué Christian no ha regresado. Estará ocupándose de él —razoné, intentando resignarme.

—¿Christian? —Ella fijó la vista en mí, confundida—. ¿Christian está en la ciudad?

—Claro... —contesté con cautela—. Él fue a buscaros.

—Lena... —Ella se movió incómoda—. Si Christian está allí, desde luego no ha pasado por casa.

Me apoyé en el coche. Eso no tenía sentido.

—Pero... él dijo que iba a comprobar que estabais bien.

—Habrá tenido que ocuparse de algún otro asunto antes, tal vez se haya cruzado con alguien de su clan y le hayan puesto la visita difícil —sugirió Gareth, en un intento por ayudar—, pero seguro que está bien.

—Lo siento mucho, Lena. —Lisange cubrió mi mano con la suya—. Si quieres puedo regresar a buscarlo —propuso.

—No, no. —Negué con la cabeza—. Acabas de llegar, no quiero perderte de nuevo.

Forcé una sonrisa en un intento vano y desesperado porque pareciera que no había problema alguno, que no estaba preocupada o aterrada, pero, para variar, fracasé.

—Pasemos dentro —sugirió Gareth—. La casa está vacía. —Fue a la cocina y le trajo a Lisange un pequeño cuenco con hielos.

—Gracias, Gareth. El viaje ha sido largo y en la ciudad hace demasiado calor.

—¿Vas a quedarte? —preguntó él.

—He venido para estar con Lena. Aún no puedo creer que Christian se marchara. ¿Has sabido algo de él?

—Nada —musité con la mirada perdida.

—No te preocupes. —Me rodeó con un brazo y sacó su teléfono del bolsillo—. Le llamaré.

Alcé la vista deprisa hacia ella, ¿cómo no se me había ocurrido eso? Ella me sonrió y marcó el número. Durante unos instantes, la tranquilidad y el silencio habitual de la casa fueron invadidos por los tonos de espera. Aguardé, ansiosa por escuchar su voz, pero Christian no respondió. Lisange lo intentó dos veces más sin que diera resultado.

—Volveremos a intentarlo más tarde —me tranquilizó.

—Ahora vuelvo. —Me puse en pie lentamente. De pronto me sentía bastante mal.

Subí a la habitación y me dirigí al baño. Apoyé las manos sobre el lavabo e intenté respirar hondo. Me sentía muy mareada, tenía unas incontrolables ganas de llorar. Los ojos me escocían y un extraño remordimiento mezclado con un mal presentimiento se apoderó de mí. Abrí el grifo y me lavé la cara con agua fría, pero eso no me ayudó en absoluto. Regresé a la habitación y me senté en la cama, contemplando con la mirada perdida la ventana y abrazando la almohada con fuerza. Alguien llamó a la puerta.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant