Sentimientos de culpabilidad

Start from the beginning
                                    

—Esas noches seguimos siendo nosotros mismos, no existe ninguna fuerza sobrenatural que nos despierte otros instintos. La ausencia de luna tan solo los libera, deja que se apoderen de nosotros, pero todo lo que sentimos y deseamos es real. —Hizo una breve pausa—. Yo intenté acabar contigo y no es la primera vez.

—Me salvaste de Hernan —le recordé.

—Pero en esta ocasión no. ¿Qué habría sido de ti si Gareth no hubiera aparecido?

—Me habrías dejado ir. —No pude esconder el titubeo de mi voz—, igual que aquella otra noche.

—No. Te habría matado y habría disfrutado haciéndolo —soltó. Me quedé inmóvil durante un instante. Esas no eran precisamente palabras de amor. Él, en cambio, hizo una nueva pausa y continuó—. Lo que sentí anoche era mil veces más fuerte; mis ansias por acabar contigo crecen. Sé que viste mis ojos. 

Se detuvo para observarme. Una sensación extraña me recorrió todo el cuerpo al recordar esas fascinantes, a la vez que aterradoras, volutas amarillentas de sus ojos. Por un momento, sentí que me transportaba de nuevo a ese momento, a esa maravillosa visión. Nunca antes en todo el tiempo que podía recordar había contemplado algo similar, algo tan... hermoso y embaucador. Tuve que parpadear repetidas veces para deshacerme de ese pensamiento.

—Los vi —reconocí apartando la mirada, en parte avergonzada por cómo me había sentido al verlos y al recordarlo ahora pero, sobre todo, porque sentía una poderosa necesidad de volver a contemplarlos.

—Fui testigo del pánico reflejado en tu rostro... —si- guió él—, y no paré, ni siquiera eso bastó para frenarme.

—No te tengo miedo, Christian.

—No quisiste que te curara —me recordó con voz helada.

—Eso fue por tu comportamiento, no porque te tuviese miedo —me defendí, mirándole de nuevo a los ojos. Al fin estaba segura de algo y eso confirió fuerza a mis palabras—. Christian. —Respiré hondo y tomé su mano con cuidado—. Te inyectaste sangre de guardián por mí, para salvarme; tu corazón pasó muchas horas combatiéndola. Si esas ganas de acabar conmigo fueran tan fuertes, nunca te habrías torturado de esa manera por mí.

Negó con la cabeza, provocando que se le cayeran varios mechones de pelo sobre los ojos.

—Estoy perdiendo el control. No estás segura a mi lado.

—No, no se te ocurra hacer eso —dije, poniéndome de pronto en pie—. Sé lo que vas a decir, lo que quieres, y no, no pienso permitirlo. No vas a alejarte de mí. —Sentí que me faltaba el aire—. No vas a hacerlo, tú no... —Mi labio comenzó a temblar.

Él se levantó y tiró un poco de mí, atrayéndome hacia él y abrazándome.

—No sé qué voy a hacer contigo pero no pienso dejarte, Lena —susurró contra mi oído—. Es de las pocas cosas que tengo claras.

Cerré los párpados con fuerza y me apreté contra su hombro. Poco a poco empecé a sentir que todo el miedo de esas últimas veinticuatro horas iba fluyendo hacia el exterior, dejando una sensación de vacío y una extraña tranquilidad dentro de mí. Me meció entre sus brazos hasta que mi respiración volvió a la normalidad y, en ese momento, por fin, me sentí bien o, al menos, todo lo tranquila que podía estar en esa situación.

—¿Qué sabes de los De Cote? —pregunté con voz ahogada, alzando la cabeza para mirarlo.

—¿Qué quieres decir?

—¿Pudiste ver qué ocurrió con ellos? ¿Qué sucedió después de que se derrumbara la casa? Te vi entre las llamas...

—Salté antes de que el fuego pudiera alcanzarme. El guardián también lo hizo, y luego desapareció. —Frunció el ceño, pensativo.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now