Sentimientos de culpabilidad

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¿Acaso podía eso ser real? ¿No era suficiente todo lo que había ocurrido? Era incapaz de comprender qué había hecho mal para que el destino se burlara de mí de esa manera. ¿A quién había ofendido tanto para que nada pudiese salir bien? Estaba cansada. Cansada y harta porque ya no podía lidiar con nada más. Solo quería llorar, o tal vez reír por lo surrealista que parecía todo. Sí, sin duda tenía que haberle hecho algo muy malo a alguien en vida y el karma me lo estaba haciendo pagar muy caro porque si no, si no había una razón lógica que explicase todo lo que me rodeada, entonces no entendía absolutamente nada. ¿Qué había hecho mal ahora? ¿Salir a buscarlo? ¿Preocuparme por él?

¿Es que no se daba cuenta de todo lo que había pasado? Me cubrí la cara con las manos y apreté con fuerza las palmas contra los ojos.

—Tengo un talento natural para hacerte daño — dijo su voz desde la entrada. Me descubrí la cara y lo miré, permanecía rígido junto a la puerta—. Perdóname. —«¿Él, disculpándose?» Pensé en ponerme en pie, pero no lo hice. En lugar de eso, me rodeé las rodillas con los brazos y concentré mi atención en la calle—. ¿Cómo te encuentras?

—He perdido a los De Cote —pronuncié, sin volverme hacia él—, y no sabes cuánto me duele; pero no puedo perderte a ti. —Me cubrí la boca con una mano, mi voz vacilaba—, a ti no. No sé qué es lo que te ocurre, no sé si te arrepientes de haber dejado a tu «familia» allí o si...

—¿Crees que me he pasado la noche luchando contra mí mismo para no arrancarme el corazón, solo por pura y simple diversión? —interrumpió—. ¿Eso es lo que crees? — Su voz era dura.

—No sé qué pensar. —Por fin, ladeé la vista de nuevo hacia él, pero no pude ver su rostro porque se ocultaba en la oscuridad de la habitación—. Tampoco estás muy comunicativo, así que... —Tomé aire—. Sé que te enfadaste porque salí de esta casa, pero eso no explica que estés así.

—Tu salida fue soberanamente irracional. —Se acercó a mí hasta que la luz de la calle iluminó parte de su cara, pero se mantuvo de pie—, impropia de alguien que acaba de contemplar lo que hay ahí fuera. —Volvió a decir con voz dura—, pero puedo llegar a entender por qué lo hiciste.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —Lo miré sin entender.

Guardó silencio un momento y se arrodilló a mi lado, de modo que quedamos cara a cara. El dolor de su rostro me conmovió. Alzó una mano hacia mí, despacio, como si pensara que aún le tenía miedo, y la posó sobre mi pecho, justo encima del corazón.

—Intenté matarte —susurró, sin apartar la vista del lugar por el que la noche anterior había estado a punto de arrancarme el corazón.

—Eso fue un accidente —alegué confundida. Estaba bastante convencida de que ambos sabíamos que eso no había sido intencionado.

—No lo fue —reveló con tono mortecino—. Quería hacerte daño, Lena. Deseaba con todas mis fuerzas, con cada arte de mi cuerpo, acabar contigo. Nunca había sentido una necesidad tan fuerte.

¿Era normal que no titubeara ni una vez para decir eso? ¿Que ni siquiera sintiese la necesidad de apartar la mirada de mí?

—No eras tú —mi voz tembló—. No había luna, te transformaste en algo distinto, y yo era la única que estaba allí.

Ahora sí que apartó la vista, parecía enfadado de nuevo.

—Deja de intentar consolarme. Jamás podrás entenderlo.

—Entonces, explícamelo.

Tensó la mandíbula durante unos segundos antes de continuar. Intuía que no quería hablar de ello, pero yo necesitaba saberlo; si no había sido un accidente, entonces tenía que averiguar qué había ocurrido.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now