—¡SUÉLTAME! ¡LISANGE!

Pero ella no se detuvo hasta llegar cerca de un puente antiguo. Me deshice de sus brazos y salí corriendo calle abajo, con la intención de regresar; miré a mi alrededor, sin saber por dónde continuar.

—¡Lena! —me llamó desde lo alto de la carretera.

—¿¡POR QUÉ LO HAS HECHO!? —grité volviéndome hacia ella—. ¡TENÍAMOS QUE AYUDARLE!

—¡No podíamos hacer nada por él!

—¡No! ¡MIENTES!—subí un poco para encararla—. No debimos dejarle ahí.

—Fue Christian quien decidió luchar —alegó mientras descendía hacia mí.

— ¡Vosotros siempre estuvisteis en contra de él!

—¡Lena! No olvides que Liam también está ahí abajo.

—Dime cómo regresar. —Intenté calmarme.

—Lena...

—¡Dime cómo! —Pero ella no respondió; entonces, caí en algo—. ¿Por qué me has traído aquí? —susurré de pronto. Estábamos en la zona más elevada de la ciudad, desde ahí podía ver sin problemas la casa en la que estábamos escasos minutos antes. Una gran humareda color rojizo se extendía en mitad de la noche. Pude distinguir grandes chorros de agua alzándose contra las llamas y se me hizo un nudo en el estómago. ¿Por qué me había llevado allí?

¿Acaso esta era su manera de permitirme despedirme de él? Me volví hacia ella, aterrada ante la idea, interrogándola con la mirada pero, al hacerlo, encontré sus ojos vidriosos y una expresión de dolor que no le había visto nunca antes. Mi corazón se encogió; no necesité nada más, ni una sola palabra. Lisange bajó la mirada atormentada, confirmando mis peores pensamientos. Me había alejado para que no le viera morir.

—Dijiste... —me mordí el labio con fuerza y cogí aire—, dijiste que había más de una forma de acabar con un gran predador. El fuego es una de ellas, ¿verdad?

—No hay nada que se resista al fuego, Lena, ni siquiera nosotros.

Tomé una gran bocanada de aire, incapaz de pronunciar ni una sola palabra, y me volví hacia la columna de humo que ascendía hasta camuflarse con las nubes de la noche. Por un momento no reaccioné, solo pude contemplar los restos en llamas, ausente, sin ser consciente de nada a mi alrededor. Lisange me puso una mano en el hombro y entonces noté que me faltaba el aire. Ella me rodeó con un brazo, pero mis piernas flaquearon y se doblaron, haciendo que me derrumbara en mitad de la carretera. Cerré los puños con fuerza y dejé que mi frente reposara sobre el cálido asfalto mientras mi cuerpo se convulsionaba en ahogados sollozos.

—No puedo vivir sin él —balbuceé—. No debí haber regresado, yo... O debí hacerlo... —Mi voz se apagó.

—Puede que se haya salvado del derrumbamiento — susurró arrodillándose a mi lado.

—¡Él estaba ahí arriba cuando el techo se hundió! — exclamé alzando la cabeza y contemplándola con los ojos ardiendo por las lágrimas que no podía derramar—. ¡Entre las llamas! —Lisange no dijo nada, tampoco hacía falta. Me reincorporé un poco y me froté los ojos con las manos—. ¿Qué pasa con Liam?

—Él estará bien —me tranquilizó—, su herida no le matará.

—Pero el fuego...

—Habrá mantenido las distancias. Ha existido los siglos suficientes como para saber dónde están los límites. Regresaré por él en cuanto estés a salvo en el aeropuerto.

—¿El aeropuerto?—pregunté horrorizada, volviéndome hacia ella.

—Christian me dijo que se reuniría contigo allí si os veíais obligados a separaros.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now