Christian se separó de mí, me cogió en brazos, me tumbó con delicadeza sobre la colcha y se sentó a mi lado.

—¿Qué te ocurre, Lena? —preguntó acariciándome la mejilla con ternura—. Me tienes preocupado.

—Es solo que... —vacilé— no duermo bien.

Tomó mi mano entre las suyas y la rozó con los labios. Seguía poniendo cuidado en no dañarme cuando tocaba mi piel, pero de pronto se quedó inmóvil. Me miró y estiró mi brazo, subiendo la manga de la camiseta. Giré la cabeza en su dirección, una gran mancha de color grisáceo cubría la mayor parte de la zona. Alzó aún más la tela y descubrió que continuaba ascendiendo hasta el hombro.

—Lena, ¿cuándo fue la última vez que te alimentaste?

—susurró casi sin voz.

Genial, justo lo que me faltaba...

—No lo recuerdo.

—Hazlo.

Seguía mirando mis manchas. Su voz era muy grave y todo su cuerpo se había puesto en tensión.

—Creo que desde poco antes de que regresaras.

Sabía que en realidad hacía más tiempo, pero no creía que fuera buena idea ser completamente sincera en ese tema. Él se puso en pie de un salto y yo aproveché para volver a cubrirme el brazo.

—¿Tanto?

—Tampoco es mucho...

Teniendo en cuenta el tiempo real que llevaba sin alimentarme, su regreso no quedaba tan lejano...

—Mira esas manchas, Lena; es demasiado —dijo, con la frente arrugada, atónito y preocupado al mismo tiempo. Alegar algo en mi defensa requería una fuerza que no tenía en ese momento, así que me di media vuelta en la cama, dándole la espalda.

—Buenas noches, Christian.

Su asombro fue aún mayor. Cerré los ojos y cuando volví a abrirlos, un par de segundos después, él estaba arrodillado de nuevo delante de mí.

—¿Por qué te estás haciendo esto, Lena? —Su voz era ahora un susurro—. ¿Por Flavio? ¿Por miedo?

Torcí el gesto.

—Puede.

—No tienes que temer nada, te protegeré —dijo volviendo a tomar mis manos.

Suspiré.

—Sé que debería estar asustada por todo lo que ha ocurrido, pero no se trata de eso —afirmé cerrando otra vez los ojos—. Es de mí de quien tengo miedo.

Aguardé su respuesta, pero, al no recibirla, volví a abrirlos. Él me miraba confundido.

—¿Qué está ocurriendo? Si no me lo cuentas no podré ayudarte.

—Es que no puedes hacer nada.

—Deja que eso lo decida yo.

Sus ojos parecían suplicantes. Giré en la cama para contemplar el techo, sin parpadear.

—Claire Owen está en un psiquiátrico. La chica con la que aprendí a cazar, ¿la recuerdas? Está francamente mal.

—Mi voz perdió fuerza—. No puedo soportar la idea de que sea por mi culpa.

Christian tomó mi rostro con sus manos.

—Lena, ¿eso es lo que te preocupa? Tú no tienes ni la fuerza ni la experiencia necesarias para llevar a un humano a la locura.

Trilogía Éxodo (Éxodo, Revelación y Jueces)Where stories live. Discover now